Las democracias se sustentan en sus ciudadanos. Ellos deben ser vigías del cumplimiento del código ético que subyace a un pacto. Siempre habrá prioridades no negociables.
México se está degradando. Los ciudadanos pueden y deben rebelarse. La esencia código es la vida misma. El cuidado de los menores, ancianos y personas con alguna discapacidad, la salud, son esencia. La degradación trae más degradación. Hervir a un perro o asesinar en un sepelio no es anecdótico. Son huellas del rumbo de una sociedad. Prioridades hoy son: libertades básicas intocables, presunción de inocencia y legalidad en todo proceso jurídico, monopolio eficiente de la violencia, respeto a la división de poderes. Por fortuna, el horizonte se ha ampliado. Igualdad entre mujeres y varones, aceptación y respeto a las minorías de todo tipo. El cuidado de la vida en todas sus expresiones ya es obligado en el código ético del siglo XXI. Todo eso está en peligro. Es una emergencia.
La degradación es mundial, es cierto. De ahí las rebeliones, como en Francia. La cancelación de la acción afirmativa de los apoyos escolares a las minorías, aprobado en EEUU, es una brutal regresión. La crisis ética encarna en “dictadores legales”, como Erdogan, o escorias humanas, como Trump. Lo más grave es que reciban apoyo de sus ciudadanos. La degradación como riesgo siempre estará allí. También la posibilidad de una legítima rebelión ciudadana. La degradación global tiene explicaciones incipientes: la pandemia de la superficialidad, la instantaneidad como expectativa en todo, la alteración como forma de vida, las redes sociales. Resultado: regresiones. ¿Qué hacer? Lo primero es retomar las prioridades. Saber qué va primero y actuar en consecuencia.
Nuestras libertades están amenazadas. Las ideologías pueden esperar. Los ataques al Poder Judicial, el manejo descarado del Poder Legislativo apoyado en la indignidad de los legisladores morenistas, el intento por “descuartizar” al INE, la asfixia calculada al Inai, el uso político de la CNDH, la insultante mofa de la ley electoral, las presiones a los medios, el apoyo abierto a los dictadorzuelos. La lista es interminable. Pero, más allá de lo institucional, está la evidente depravación que nos gobierna: reiterada escasez de medicinas, destrucción del aparato de salud pública, desprecio por las mujeres, por la educación, la galopante y cínica corrupción, la destrucción del entorno. La violencia y la muerte como parte de la cotidianidad. Depravación, porque es inhumano.
Ante lo evidente, la sociedad hoy ya se sacude y reorganiza. Por fortuna hay rebeliones en varios frentes. Empresarios y clérigos, normalmente muy discretos, hoy hablan de la degradación del México, que es suyo. Los contrarios se unen en una coalición para restaurar la sangrante democracia. Los periodistas y comunicadores que compiten se unen ante las muertes y amenazas de colegas. Los defensores del entorno se unen ante la destrucción en la península de Yucatán. Los pedagogos y educadores se unen ante la atrocidad ideológica de la SEP. Los científicos, unidos, denuncian la barbarie anticientífica. Los militares critican en público y en privado la desmesura, voracidad y corrupción al interior de las FA.
La rebelión llegó a los partidos políticos. Priistas distinguidos y militantes anónimos provocan una crisis de su exdirigente: prepotencia, corrupción, manejos mafiosos. Ruptura justificada. Rescatan su dignidad y una historia de construcción institucional inexplicable sin el PRI. El gobernador Alfaro y otros miembros de MC se rebelan ante la insensatez de su dirigencia. Ambas disidencias ponen en orden sus prioridades: apoyan a la Coalición y anteponen la defensa de la democracia.
Las rebeliones en curso son una redefinición ética. O se apoya y defiende a la democracia, o se es cómplice.
Rebeliones para defender libertades y rescatar un sentido de humanidad.
POR FEDERICO REYES HEROLES