Se vende una pinza de acero y otra de fierro, un tenedor, un cajón de bolero, una cinta de aislar, otra para medir de albañil o ingeniero, una cuchara y media, un nivel, una escuadra, palas nuevas y viejas, rosticeros obsoletos, un vidrio para quemacocos de quien sabe cuál carro, lápices usados amarrados con una liga a diez pesos, un candil de la calle sin foco, un reloj ya casi innecesario, un entrepaño para quien tenga un librero. Y sin faltar su cargador para su Nokia del año del caldo, tipo ladrillo, con su desarmador o para usarlo como martillo
Es día de sol. Es domingo entre la gente que se reúne a comprar como cada 8 días en el “Tianguis de La Paz”, así como se le conoce al grupo de cerca de 800 vendedores provisionales unos y avezados otros, aglomerados en la intersección de al menos 3 colonias y sobre la Av. La Paz, al oriente de la ciudad.
Amenizan dos pequeños tambores golpeteados por chiquillos y un adulto que enarbola un saxofón alto al ritmo norteño de “la Puerta Negra” de los Tigres del Norte. Son músicos del sur del país con su clásico atavío y sombrero breve, su tez morena. Pero también hay gente de Veracruz, de Puebla, del Estado de México que venden lonas, micas, alfombras, cubiertas para lavadoras, que van de paso o que de plano se quedaron por aquí..
Desde las 8 de la mañana la gente comienza a acaparar sus lugares, les rayan con cal, o encargan al vecino. Otros, los más viejos están en una agrupación que ahora los asoció para dirimir conflictos entre ellos y entre las autoridades de afuera, como vendedores ambulantes, no establecidos digamos.
Los elotes a 5 y 10 pesos los cocidos, y crudos a peso: “Pase o mande a su muchacho, a peso, a peso”. Los burritos a 3 por 15 «varos». Nada les cuesta decir que a cinco pesos, pero así es esto de las ofertas.
Ahí podrá encontrar desde un automóvil usado con las tres “B”, Bueno, bonito y barato, de 60 mil pesos, papeles en regla, hasta una bicicleta de 100 pesos. La cocina con su menudo de 50 pesos de Doña Lupita, a Doña María que desde que llega hay cola para comprarle tamales de a 10 pesos, y don José que es burócrata de prestigio en gobierno del estado, pero los domingos vende gorditas y pescado frito, menudo y hamburguesas, abrió una sucursal en el lado opuesto del mismo mercado.
Los artículos van desde gallos cubanos de pelea que chiquitos valen 25 pesos, o gallos peleados cuyo precio no preguntamos. Perros Bull Terrier, son Bull terrier de un mes, confirmó un niño, como si lo dudáramos, a 500 pesos “cada uno señor”, nos aclaran. Leña, a 20 pesos el bulto que no es la decena, chile piquín a 10 y 20 la bolsa, calabazas tiernas.
Gran cantidad de ropa fue comprada en “pacas” que puede ser de primera, segunda o tercera, que termina vendiéndose ya rezagada “a cinco pesos la del tablón”.
Hay calcetines, calzones, brasieres “ortopédicos” y “remodeladores”, dice la oferente; trajes para el chambelán, faldas de moda, pantalones “Strech”, camisas pegadas, camisetas Hollister “quesque” originales, bermudas, cinturones Oscar de la Renta, bolsas de mano, o para colgar, lentes para miopes o hipermétropes, zapatos, botas de mujer, entre otros accesorios para el pelo y para adornar el cuerpo del hombre o de la mujer.
Mucha gente se hacen bolas, se meten entre las garras, “¡señora!” grita una mujer de allá, “creo que ya se la están robando”, “no importa”, le contesta otra, al fin y al cabo.
La mayoría de los oferentes trabajan en serio en otro lugar: son maestros, albañiles, burócratas, electricistas, comerciantes establecidos, tablajeros, etcétera.
“Seño, una monedita, y lo deleitamos con la canción de Tampico hermoso, ¿cinco pesos no trae?”, nos preguntaron cuando íbamos de salida, y sí, eso era lo que traíamos.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA