5 diciembre, 2025

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Raterillos y raterazos

COLUMNA INVITADA / JOSÉ ELÍAS ROMERO APIS

Es de saludar que recientemente vimos un círculo virtuoso. Excélsior denunció un esquema de fuerte corrupción judicial. El Tribunal de Justicia del Estado de México procedió a la investigación. La Fiscalía de Justicia mexiquense actuó en consecuencia.
En unos cuantos días, los responsables quedaron bajo proceso. Todo, sin cacería de inocentes y sin presunción de éxitos. No es para escarmiento ni para lucimiento. Es para que la ley esté cumplida y para que la sociedad esté protegida. Todo como debe ser.
Esto no sucede en todos lados. El discurso mexicano de la corrupción es el más manoseado del mundo. Durante 40 años lo hemos escuchado a diario. Si las palabras fueran obras seríamos los campeones de la honestidad pública. Pero ahora es un discurso rancio que ya nos decepcionó y que ya nos aburrió.
Es bueno que México tenga leyes anticorrupción, fiscalías especializadas en la materia y hasta declaraciones “3 de 3”. No hacer nada nos mostraría como muy cínicos. Pero mejor que eso, sería bueno estar conscientes de que la ratería no se resuelve tan sólo con leyes ni con ventanillas ni con papeleos. No entenderlo así nos exhibiría como muy ingenuos. El cinismo y la ingenuidad son un mal maridaje.
Ante la corrupción existen siete teoremas. Uno de ellos es el de aquellos fetichistas de la ley que consideran que la sola expedición de normas nos puede librar de la pobretona mordida, de la mediana corruptela, de la gran transa y del gigantesco latrocinio. O son mentirosos que nos quieren engañar o son babosos que viven engañados.
Una segunda tesis la sostienen aquellos idólatras del espíritu que creen que los hombres nacen, viven y mueren buenos o malos sin el concurso de la ley. Se basan en que las normas anticorrupción de hoy son mejores que las de hace 50 años y eso es cierto. Pero también que la corrupción está más desbocada en el 2023 que como lo estaba en 1973. Y eso también es innegable.
La tercera se dio en las épocas de nuestros abuelos, que creían que la honestidad era curricular. Por eso solicitaban los certificados de no antecedentes penales, así como las cartas de recomendación. Si nunca ha hecho algo malo en el pasado, significa que nunca lo va a hacer en el futuro.
Una cuarta propuesta suponía que la honestidad era genética. Que, si sus antepasados eran honestos o rateros, así serían los descendientes. Se decía que si su abuelo fue pobre significaba que no les interesa el dinero, aunque no lo tuvieran. Y que, si su abuelo fue rico, pues que ya no necesitaban robárselo porque ya les sobraba.
Una quinta teoría ha seguido los prejuicios discriminatorios. Bajo este razonamiento les resulta que todos los del partido Fulano son rateros, así como todos los del partido Zutano son imbéciles y todos los del partido Mengano son salvajes. Mala combinación es la discriminación batida con el prejuicio.
Pero todo lo anterior junto no supera a la insensatez de aquellos que creen que la honestidad es un producto electoral. Que aquellos a quienes prefiera nuestra mayoría es porque son intachables y que, además, el voto los volvió puros. Nada más alejado de la cordura y de la realidad.
También existe una séptima teoría de los que pensamos que los problemas que son de leyes se resuelven con una reforma. Que los problemas que son de hombres se resuelven con una evolución. Y que los problemas que son tanto de leyes como de hombres se resuelven con una regeneración.
Los de esta creencia tenemos las suficientes dosis de realismo para considerar que no todos los gobernados quieren que se apliquen las leyes. Pero también que no todos los gobernantes quieren legalidad, honestidad y justicia. Que muchos mexicanos son como aquel ratero que atracaba y de inmediato gritaba que agarraran al ladrón.
En realidad, la política tiene mucho que hacer porque en ella hay desde vulgares raterillos hasta encumbrados raterazos. Todos ellos discapacitan a un gobierno y pudren a una sociedad. Por eso, nuestra agenda del porvenir es muy grande y es muy complicada.

Por José Elías Romero Apis

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