Para fines prácticos, al interior del PAN Tamaulipas hay tres grupos claramente definidos, que en el pasado lo mismo se han aliado, o han protagonizado enfrentamientos políticos por las parcelas de poder.
A la cabeza, y aún con el control de la estructura formal del partido, está el ex gobernador.
Francisco García Cabeza de Vaca y sus seguidores mantienen bajo su dominio el Comité Directivo Estatal del partido, pero también presumen su influencia sobre la mayoría de los diputados locales del PAN, y sobre los alcaldes panistas a excepción de uno, claro.
Los cabecistas tienen además, la interlocución más sólida con la dirigencia nacional del partido que, por las razones que sea, avala que las huestes del ex gobernador lleven mano en las definiciones cupulares.
Pese a ese evidente control de los hilos que mueven al panismo tamaulipeco, hay algo que no posee el cabecismo: la legitimidad política frente a las urnas, gracias una ciudadanía que les ha dado la espalda de manera constante en las últimas elecciones.
Ahí es donde entran en juego los otro grupos políticos al interior de Acción Nacional.
El “Truko” Verástegui y los suyos responsabilizan directamente al ex gobernador de la derrota en el 2022.
Insisten en que la debacle de su campaña inició cuando Ismael se asumió como coordinador y el entonces gobernador salió a los medios de comunicación a cuestionar al entonces candidato Américo Villarreal Anaya, y se convirtió en protagonista de la contienda.
Nadie sabe qué habría pasado si Cabeza de Vaca hubiera guardado la mesura, pero es cierto que a raíz de su irrupción, cambió el escenario político en el proceso electoral.
Como sea, “truquistas” y “cabecistas” han sostenido en los últimos años una alianza política, que por momentos se enfría, pero que ha sobrevivido gracias a una mezcla de pragmatismo y resignación.
Mucho más lejos de los afectos del panismo que llegó de Reynosa, están los panistas del sur de Tamaulipas.
Considerado el último bastión blanquiazul del estado, sostiene su relevancia en dos pilares.
Primero, en el hecho de que ahí sobreviven conductas políticas que podrían considerarse más apegadas a la doctrina de su partido: los militantes porteños se asumen como guardianes de la ideología panista.
El otro factor que pueden presumir a su favor en el municipio gobernado por Chucho Nader son los resultados que han obtenido.
Primero en las urnas, pues en medio de la debacle electoral del panismo, Tampico se convirtió en una ínsula de poder.
Y segundo, en los éxitos obtenidos en la gestión de gobierno, que se traducen en los indicadores que sitúan a ese municipio como uno de los de mayor desarrollo a nivel nacional.
Pues bien, estos tres grupos tendrán que ponerse de acuerdo para ir a la elección del 2024 en Tamaulipas si no en armonía, por lo menos en medio de una tregua.
No será la primera vez que lo hagan -así coexistieron en los últimos años-, la gran diferencia es que ahora no están en el gobierno.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ




