México, una nación rica en cultura y recursos naturales, se enfrenta a un desafío complejo y persistente: la pobreza. A pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas, millones de mexicanos continúan viviendo en condiciones precarias, sin acceso adecuado a servicios básicos y oportunidades para mejorar su calidad de vida. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en 2021, el 43.9% de la población mexicana se encontraba en situación de pobreza, lo que representa una cifra alarmante que requiere una acción concertada y sostenida para su erradicación.
Una de las principales causas de la pobreza en México es la brecha económica entre ricos y pobres. Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indican que el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, se situó en 0.460 en 2020, donde 0 representa la igualdad perfecta y 1 la desigualdad absoluta. Esta desigualdad económica obstaculiza el acceso a oportunidades y perpetúa el ciclo de pobreza en ciertas regiones del país.
La pobreza en México no se distribuye de manera homogénea en todo el territorio. Existen marcadas desigualdades regionales, donde algunas entidades federativas presentan tasas de pobreza mucho más altas que otras. Por ejemplo, estados como Chiapas y Guerrero han enfrentado históricamente mayores índices de pobreza, lo que destaca la necesidad de políticas focalizadas para atender las disparidades territoriales.
La falta de acceso a una educación de calidad y oportunidades laborales adecuadas es otro factor que contribuye a la persistencia de la pobreza. De acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), la tasa de escolarización en niveles básicos es relativamente alta; sin embargo, la calidad educativa sigue siendo un desafío, lo que impacta la formación de capital humano y la empleabilidad.
La pobreza afecta de manera desproporcionada a las zonas rurales de México, donde la falta de infraestructuras básicas, acceso limitado a servicios de salud y educación, así como oportunidades de empleo, perpetúan la situación de vulnerabilidad. Según datos del CONEVAL, la pobreza extrema afectaba al 17.1% de la población rural en 2021.
La crisis sanitaria ocasionada por la pandemia de COVID-19 exacerbó aún más la situación de pobreza en el país. Las medidas de confinamiento y las restricciones afectaron especialmente a los sectores más vulnerables, como trabajadores informales y pequeños empresarios, aumentando la inseguridad económica y social.
Para combatir eficazmente la pobreza en México, es imperativo que el gobierno, la sociedad civil y el sector privado trabajen de manera conjunta. Se requiere una estrategia integral que aborde las desigualdades económicas, promueva la educación de calidad, fomente el empleo digno y genere oportunidades de desarrollo en todas las regiones del país. Asimismo, es esencial implementar políticas de protección social y asistencia para brindar un apoyo adecuado a quienes más lo necesitan, especialmente en tiempos de crisis como los vividos durante la pandemia.
La pobreza en México no es un desafío insuperable, pero su erradicación exige un compromiso decidido y una visión a largo plazo. Al abordar las causas estructurales y las desigualdades profundas, México puede avanzar hacia un futuro más justo e inclusivo, donde cada individuo tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial y contribuir al desarrollo sostenible del país.
POR MARIO FLORES PEDRAZA