“En el lago del ombligo de la luna
casi siempre hay una respuesta.
Solo hay que saber cuál es la pregunta correcta.”
-A la izquierda del colibrí, Jorge Reyes, 1985-
En los tiempos recientes se ha dado en hablar de la polarización política en términos negativos, como si el desacuerdo fuera algo maligno que hay que condenar y combatir, pero si se revisan las cosas con detenimiento se llega pronto a la conclusión de que el disenso es inherente a la formación de las distintas posiciones políticas. El origen de los grupos y de los partidos políticos es precisamente el desacuerdo, las posiciones diferentes y, la mayoría de las veces, totalmente opuestas.
Coinciden los historiadores en que el origen de la denominación de los grupos en izquierda y derecha surge del hecho, muy simple, del lugar que ocupaban los representantes populares en el salón de sesiones de las asambleas de la Francia revolucionaria del Siglo XVIII. El Presidente de la sesión se refería al ciudadano Juan o Pedro de la izquierda o de la derecha para concederle el uso de la palabra o para hacerle saber algo o para preguntarle algo. Desde aquellos tiempos y los anteriores hasta los actuales, los seres humanos se agrupan de acuerdo a la afinidad de las posiciones e intereses comunes que impulsan y defienden. Desde entonces básicamente existen dos grandes posiciones y esto quedó muy definido durante el Siglo XX.
Por la fuerza de la costumbre la izquierda es la identidad genérica de los comunistas, los socialistas, los socialdemócratas, y en estos tiempos de los afines menos radicales, que se inclinan a gobernar para los más desprotegidos, están a favor de la justicia social, de crear un estado de bienestar y combatir al neoliberalismo como la forma de gobierno que protege y favorece a las oligarquías. La derecha es el sello de identidad de los conservadores, demócratas liberales, y demócratas cristianos, quienes se pronuncian por el bien común, la libre empresa, la transformación de la sociedad a través de la innovación, la preservación de los valores cívicos y éticos, el respeto al estado de derecho, la protección de la vida desde la concepción, y la justicia social como la forma de apoyar a los más necesitados.
En México existen siete partidos políticos nacionales con registro ante el Instituto Nacional Electoral INE, que tienen el derecho a recibir recursos del estado para el desarrollo de sus actividades partidarias y a postular candidatos a todos los cargos de elección popular en el país. Independientemente de las descalificaciones peyorativas que hacen unos de otros, y ateniéndose a la filiación de cada uno hacia el exterior se puede intentar alguna clasificación medianamente razonable.
El PAN es reconocido y pertenece al principal agrupamiento de la derecha en el mundo que es la Internacional Demócrata de Centro-Internacional Demócrata Cristiana, conocida como IDC-CDI y su representación en America que es la Organización Demócrata Cristiana de America ODCA.
Por el contrario Morena, el Partido de Trabajo PT y el Partido de la Revolución Democrática PRD pertenecen y son reconocidos por el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. Mientras que la Internacional Socialista, que agrupa a partidos de centro izquierda en el mundo, reconoce como su integrante al Partido Revolucionario Institucional PRI. El PVEM y Movimiento Ciudadano sostienen agendas transversales que son reconocidas por los partidos tanto de izquierda como de derecha.
De acuerdo con ese criterio de afiliación y reconocimiento mutuo, México tiene tres partidos de izquierda que son Morena, el PT y el PRD. Un partido de derecha que es el PAN, un partido de centro izquierda que es el PRI y dos partidos de posicionamiento transversal que son el PVEM y el Movimiento Ciudadano. La mayoría de esos partidos están agrupados en dos alianzas electorales, Juntos Hacemos Historia integrada por Morena-PT-PVEM integrada por dos partidos de izquierda y uno transversal, y la encabezada por el PAN-PRI-PRD integrada por un partido de derecha, uno de centro-izquierda, y uno de izquierda, que están actualmente en el proceso de integración de un Frente Amplio por México, y el Movimiento Ciudadano que no se ha aliado con ningún otro partido.
En estos tiempos se habla con frecuencia de la polarización que divide a los mexicanos y que se promueve desde el Palacio Nacional en donde el Presidente llena de calificativos o descalificaciones a sus opositores, les dice fifís, conservadores, aspiracionistas, corruptos, oligarcas, simuladores, etc. dicen que viola la ley porque muestra las facturas y los comprobantes de las cantidades millonarias que el gobierno le pagaba a comunicadores, prestadores de servicios y constructores. Se dice que divide al país con sus posicionamientos radicales, y que debería gobernar para todos por igual. En contraposición los opositores califican al presidente y su gobierno como autoritario, dictatorial, tiránico, y regresivo. Bajo esa última visión ampliamente difundida, parecería que México viene de un pasado lleno de armonía y unidad nacional, que ha sido destruido por los ataques del presidente y sus seguidores.
Sin embargo, la historia reciente no registra unidad en torno a decisiones trascendentes del gobierno como: la muerte de estudiantes desarmados en el 68 y el 71, la guerra sucia en lo 70, la nacionalización de la banca, la desaparición del ejido, el encarcelamiento de los líderes obreros de la CTM, el encarcelamiento del hermano del expresidente, el ataque al IMSS y al ISSSTE para abrirle paso a un convenio de seguridad social privatizada, la guerra al narcotrafico encabezada por un narcotraficante, la privatización de PEMEX y la CFE, y el enriquecimiento de funcionarios que recibían sobornos multimillonarios. No hay registro de manifestaciones tumultuarias de apoyo a esas decisiones. No hay constancia en la memoria histórica del profundo sentimiento de unidad nacional que seguramente inspiraron esas acciones.
En el clima actual de polarización, sostienen todos con firmeza y a veces con exceso, sus puntos de vista, sus opiniones, y sus acciones. Morena y el Presidente desde el Palacio Nacional y los partidos de oposición y los grupos de presión y de la sociedad civil desde los medios y las redes sociales. Todos son la expresión de una vida democratica, a veces incómoda y poco atractiva, pero vigorosa, sana y viva. Pareciera ser que el dilema actual para los ciudadanos de a pie es escoger entre la actual y abierta polarización democrática o la vieja y simulada Unidad Nacional. Al parecer todo se reduce a saber cual es la pregunta correcta.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ