19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

El hombre tras la montaña inmóvil 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Lo más reciente estuvo aquí conmigo y se fue rápido. Era el tiempo. Apenas pude ver cuando se acomodaba a mi cuerpo y lo pensaba mi pensamiento. Hoy sé de lo efímero que fue y de lo poco que es el tiempo si lo envolvemos en los relojes.

Así que me desperté con la sensación de haber vivido y de estar vivo, de que esto sobre lo que camino, me baño y fumo un cigarrillo, sólo lo imagino.

Quisiera decir lo contrario a lo que leen si alguien lee esto. Pero no soportarían entender mis palabras ni saber desde cuál loma he arrojado la piedra.

De algún modo es que el tiempo que creí se fue, sigue aquí conmigo. ¡Qué paradoja! Tal vez fui yo el que me fui y me traje a mi mismo, quisiera salir de dónde- si soy otro o soy el mismo- pueda entrar al mismo tiempo.

En ese tiempo que ha pasado y persiste, he sido muchos según lo han dicho, he sido bueno según pocos y malo según mis prevaricadores para los cuales estoy sujeto a juicio.

Lo más reciente es inobjetable por mi e ingobernable. Lo siento, nadie puede sentir ni ser lo que yo vivo. Entonces me ven y suelo ser un indigente que vaga por las calles sin rumbo fijo, yo que me creía semejante a un Cristo. Todo por el espejo en el cual me miro.

Aquel que va allá es Pepe, llevamos años así, yo viéndolo pasar y el pasando. Nos hemos quedado ahí, ignoro hasta cuándo, pues alrededor un árbol se hizo grande y los chiquillos crecieron sin permiso. 

He vuelto aquí a la vista de todos, pero nadie me vio beber café y ponerme los pantalones, soy el que seré, el que viste y calza, el desnudo que veo tras la montaña inmóvil. 

Ocupé una banca con una esquina rota, dos pichones en total que curiosearon mi existencia. En aquel momento que es este pensé a cada rato en ir a casa y volver a esa plaza, pero no he vuelto. Dicen que todo vuelve, pero no es cierto. 

Aquí bajo este techo donde exilio el cuerpo escribo y leo. Dejo que pase atrás de todo lo que sigue persiguiéndose infinito. Estoy exhausto y mis moléculas sostienen con poca fuerza la energía eléctrica de mis átomos. 

En este gobierno del tiempo me declaro autónomo. Trabajo en esto y lo otro, en la  inutilidad, en el desplome de una rosa fresca, me he quedado en la gota de rocío suspendido en el aire. 

Alguien encendió mientras tanto una licuadora, afuera hay cláxones para conmover al silencio que se apaga en la calle del minutero. Desde aquí veo también el horizonte como pueden verme tras la ventana. Yo el existente. 

El abanico gira y gira conforme a las manecillas, doy vueltas, el cielo me ha visto de cabeza sin nubes, volé un papalote, eché una pelota afuera del estadio sin aficionados, qué bueno que nadie pudo verme. 

Acudo a mis ojos como a un festejo. He trabajado en eso, levantando edificios, cursando el doctorado de la inoperancia oportuna. Puedo decir algo y callo en la contradicción que suele ser decir algo. 

Dejo que la vista me camine y me rehaga. Estoy aquí todos los días en mis palabras y soy el resumen del noticiario. La de ocho columnas sin embargo no detuvo las máquinas, pues todo mundo ignora la fecha de caducidad de su alimento. El mundo al revés no termina de acabarse. 

Hay ciudad para salir al encuentro, el suficiente sol hay en los jardines y hay mucha fe en los milagros.  Giro el cuerpo en lo único que me es permitido. Desde luego hábito mis ausencias y fundo un espacio con los ojos. 

El mar recorre la orilla de mis dedos, la arena de cuerpo dispersa el viento. Soy  capaz de mis labios. He luchado en la cubierta de un barco y merezco un largo espacio donde ponga las manos.

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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