Un día por la tarde estaba en la cochera de mi casa sacando del carro cosas que acababa de comprar en el supermercado, cuando oí una vocecita que me decía “Hey, señor, señor”, cuando volteé a ver era un niño como de unos 10 años, el que reclamaba mi atención, “Hola, que necesitas”, contesté, “¿Le lavo el carro?, quiero ganarme un dinerito para mis chuchulucos”, “¿No estás muy chico para esos trabajos?, ¿cuántos años tienes?”, “No, ya tengo 12 años” me respondió.”
Quise averiguar un poco mas de él y le pregunté “¿Cómo te llamas?”, “Pedro” me contestó, “Y ¿dónde vives?”, “Uuuuyyy pues muy lejos, en una colonia allá por el norte”. A pesar de mis intentos por que me dijera donde vivía, no lo hizo.
Me quede pensando y concluí que era mejor darle el trabajo al chamaquito a que el buscara otra forma de hacerse de dinero, él tenía una buena actitud y no era el caso quitarle la intención, así que accedí “Bueno ¿y cuanto me vas a cobrar?, “Cien pesos, me respondió”, “A caray, no te parece un poco caro”, “Noooo, lleve su carro al lavadero y vera cuanto le sacan”. Nuevamente me quedé pensando y me dije, tampoco es cuestión de no pagarle lo justo por ser niño”. “Está bien, lávalo”.
En vista que no traía enseres para llevar a cabo la tarea, le saque una cubeta, esponja un par de trapos y le indique donde podía tomar agua para hacer el trabajo. Entre a la casa y me puse a hacer algunas cosas, como a la hora tocaron el timbre, era Pedrito, me dijo que ya había terminado de lavar el carro. Fui a revisar el trabajo y el carro estaba lejos de haber quedado limpio, había manchas de lodo que se había formado con la tierra que traía el carro y el agua que uso Pedrito para “lavarlo”.
“Oye no como mira que mugrero me dejaste, así no se lavan los carros, ¿cómo crees que te voy a pagar por eso?”, inmediatamente me replicó, me dijo que había batallado mucho, que la tierra no se le quería quitar, incluso me enseño un sweater que me dijo había usado con la finalidad de limpiar bien el carro pero que había sido inútil, que lo único que había logrado era ensuciar su sweater.
Discutimos algunos minutos y llegue a la conclusión de que iba a aceptar así el trabajo, el hecho de haber usado su prenda de vestir para tratar de limpiar bien el carro me daba la señal de que tenía la mejor intención, pero no sabía como hacerlo. Finalmente llegamos al acuerdo de pagarle cincuenta pesos y se fue.
Días después se apareció nuevamente en mi casa, lo primero que le dije fue que ya no me iba a lavar otra vez el carro, que lo había tenido que llevar a lavar a otro lado y me había salido más caro, “No, no señor, no vengo a eso”, “¿Entonces?”, pregunté, “Fíjese que mi mamá se puso muy mala y no tengo dinero para comprarle las medicinas, quería ver si me podía ayudar para comprarlas”, “Ah caray, y ¿qué tiene?”, pregunté, “Pues no sé, quesque es cáncer” respondió, ¿Y cuanto necesitas para comprarlas?, porque esas medicinas son caras” le comenté, “Pues quinientos pesos, pero con lo que me pueda ayudar”.
Saque mi cartera y busque un billete de 50 pesos, no traía así que le dí uno de cien, “¿Y para cuanto le va a durar esta medicina a tu mamá? Pregunté, “una semana, cada semana tengo que comprar un frasco”. Me quede pensando, había que buscar una solución, no era tampoco de dejar al chamaquito solo con la carga de las medicinas y probablemente de los gastos de su casa. “Bueno, ven la próxima semana, te voy a estar dando cien pesos para la medicina”, le dije, mientras se me ocurría algo.
Fui al DIF para ver si le conseguía algún apoyo, pero como no tenia su nombre completo ni su domicilio, no pude hacer nada. En las siguientes ocasiones que fue a la casa traté de averiguarlo, pero no quiso decirme nada, durante un par de veces lo invité a comer hamburguesas o pollo, de lo que teníamos en casa, comida que se devoró. Otro día llegó con unos tenis Nike nuevos, cosa que me llamó la atención, me dijo que un señor se los había regalado, “Ah que bueno, me da gusto”, le dije.
Una tarde, que fue por el dinero, él siempre iba por las tardes, cuando estaba por dárselo de pronto vio algo que lo dejó estupefacto, voltee a ver que le había causado esa reacción, era una señora que se dirigía hacia donde estábamos. Pedrito salió corriendo raudo tratando de escapar, pero como a los diez metros se paró en seco y se regreso para decirme “Señor, señor, no le vaya a decir a mi mamá que la enfermé”, y salió corriendo nuevamente.
POR FRANCISCO DE ASÍS