Entre los maestros que escuchaban al gobernador formular su propuesta de diálogo, y sus disposición para destrabar el conflicto, se distinguía vagamente un hombre nervioso, con semblante asustado.
Cuando el gobernador finalmente terminó su mensaje y se dirigió a su vehículo, el personaje en mención lo siguió.
Todo el tiempo permaneció callado, ajeno, distante, como si no escuchara ni comprendiera nada de lo que ocurría a su alrededor.
Hector “Calabazo” Villegas se fue a su oficina a descansar y soltó a unos de sus asistentes una vieja frase: “con que uno dé la cara, ya es ganancia”.