CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- «Voy a encontrar a las personas que le hicieron esto a mi hija… Y voy a hacer que paguen».
Así advirtió a Miriam Rodríguez a su familia el descomunal esfuerzo que estaba por iniciara para hacer justicia por el secuestro y asesinato de su hija Karen.
Estas palabras aparecen en el libro “Miedo es solo una palabra”, escrito por el periodista Azam Ahmed, y del que el New York Times publicó un adelanto este domingo.
Ahmed ha investigado esta historia que cimbró a San Fernando y a Tamaulipas, aquel 10 de mayo del 2017, cuando fue ejecutada la activista que había dedicado todos sus esfuerzos y su tiempo a encontrar a los asesinos de su hija.
El 22 de enero del 2014, Karen Alejandra Salinas, entonces de 20 años, fue secuestrada por delincuentes en San Fernando.
“El secuestrador le dijo a Miriam que se quedara callada mientras le explicaba las exigencias, y luego le pasó el teléfono a Karen. Cuando escuchó la voz de su hija, Miriam sintió que se le revolvía el estómago”, relata la crónica.
-“Esto se trata de dinero. Por favor, reúna todo lo que pueda”, respondió la joven al otro lado de la línea.
Pero Karen nunca volvió, a pesar de que se pagaron dos rescates.
Eran los peores tiempos de San Fernando, apenas unos años después de las masacres de migrantes y de los hallazgos de las narcofosas.
“El crimen organizado afectaba a todos los que vivían en San Fernando, ya sea directamente o a través de amigos o familiares asesinados, vecinos desaparecidos o la simple privación de la vida que marcaba las rutinas diarias. Más de una quinta parte de la población había huido o desaparecido”, detalla el texto publicado ayer.
“Los padres tenían que proteger los ojos de sus hijos de la carnicería que podía aparecer en cualquier esquina, macabras contorsiones de la forma humana destinadas a fascinar y aterrorizar a la población. ¿Quién podría explicar a un niño cómo era posible semejante cosa?”.
Cuando Miriam se dio cuenta que no le regresarían con vida a su hija, emprendió la búsqueda de los responsables.
Quería saber qué habían hecho con Karen, dónde estaba, pero también quería que pagaran por sus crímenes.
Así, en tres años de investigaciones, logró capturar sin ayuda de las autoridades, a diez delincuentes relacionados con el secuestro y asesinato de su hija; el primero, Uriel de 19 años y a quien Miriam había estado siguiendo durante nueve meses; otro más fue Cristian de 18, quienes aceptaron haber participado en el plagio e incluso dieron los nombres de quienes asesinaron a la joven.
A la lucha de Miriam, se unieron otras familias que sufrían la misma tragedia y formaron el colectivo “Desaparecidos de San Fernando”; se enfrentaron a la indolencia de las autoridades y el poder de los grupos criminales.
El artículo detalla la manera en la que Miriam logró desplegar una compleja estrategia de investigación que desafortunadamente no encontró eco en las autoridades.
La madre de Karen, relata el libro, concluyó que tendría que recurrir a solicitar ayuda de “los políticos corruptos, los fiscales indiferentes y los policías incompetentes que, en conjunto, resolvían menos del 5% de los asesinatos en una nación que batía sus propios récords de homicidios cada año”.
“Miriam entendió incluso entonces que el gobierno haría poco para encontrar a los secuestradores de su hija. Pero un caso abierto sería útil para presionar a los sospechosos y testigos para que hablaran. Y eso era precisamente lo que necesitaba en ese momento: testigos”.
Miriam Rodríguez puso frente a las autoridades, producto de sus propias investigaciones a más y más personas involucradas con el asesinato de su hija.
Pero, el 22 de marzo del 2017, un grupo de 29 reos se fugaron del penal de Victoria donde se encontraban recluidos por diversos delitos, lo hicieron a través de un túnel de 40 metros de largo que cavaron debajo de unas galeras.
Entre los reos escapados, había dos que participaron en el secuestro y asesinato de su hija, uno de ellos fue recapturado, pero el otro logró escapar, por lo que ahora la vida de Miriam se encontraba aún más en peligro.
La activista solicitó protección, pero nunca la recibió.
Menos de dos meses después de la fuga masiva de reos, la activista fue acribillada. Sujetos llegaron en un auto y la llamaron por su nombre, Miriam Rodríguez salió a la puerta y allí fue tiroteada; apenas con vida fue llevada al hospital, pero no resistió.
De acuerdo con la Fiscalía de Justicia de Tamaulipas, cuatro hombres fueron los involucrados en el asesinato de Miriam Rodríguez. La activista recibió 13 disparos, de acuerdo al reporte forense.
Por Staff
Expreso-La Razón