CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Con todo el dolor de su corazón, un ama de casa tuvo que aceptar que uno de sus hijos fue quien le prendió fuego a la casa donde viven, luego de sufrir un ataque de ira debido a que está en depresión por el abandono de su esposa.
Alrededor de las 2 de la tarde, personal de bomberos fueron alertados de un enorme incendio de vivienda, en la calle Río Purificación entre Río Santa Catarina y Río Escondido de la colonia San Marcos 2.
Cerca de 10 elementos llegaron hasta el sector, para tratar de sofocar las llamas que envolvían una tercera parte de esa humilde vivienda, hecha a base de madera y lamina.
Pese a que se trabajó de una manera rápida y eficaz, el lugar fue reducido prácticamente cenizas y escombros incandescentes.
Paramédicos de la Cruz Roja también arribaron para darle los primeros auxilios, a una mujer de aproximadamente 60 años de edad, quien sufrió una crisis nerviosa al ver todo su patrimonio destruido.
Tras varios minutos de plática con los socorristas la doñita pudo tranquilizarse, por lo que ya no fue necesario trasladarle a un hospital.
Comentó con lágrimas en sus ojos que fue uno de sus hijos el causante del siniestro, ya que al sufrir un ataque depresivo comenzó a prenderle fuego a todo lo que había a su paso.
Cabe señalar que un hermano del pirómano se dedica a la crianza de gallos de pelea, de los cuales 3 de ellos murieron calcinados, así como un pato que le pertenecía a otra de las hermanas.
Al ser cuestionada sobre si quería solicitar ayuda a la ciudadanía, la afligida mujer dice que ahorita lo que más le importa, es el estado emocional de su hijo, ya que recientemente entró en una profunda depresión, a causa de que su esposa lo dejó con tres hijos a cargo.
“Pues si necesitamos muchas cosas, lo perdimos casi todo, pero yo lo que quiero pedir a las autoridades es que ayuden a mi hijo, el anda todo descontrolado, mire todo lo que provocó yo quiero que si es necesario lo internen en algún centro, donde puedan sacarlo de esa situación en la que esta” concluyó la afligida señora.
Por Alejandro Dávila
Expreso – La Razón