Gracias Pedro Alfonso por seguir siendo el amigo de siempre.
Buena la está armando el gobernador de Nuevo León. Es pública la solicitud de licencia por seis meses como también lo es la exigencia de algunos legisladores en sentido de que por respeto a quienes lo eligieron debe renunciar para que, sin presiones, el congreso defina al sustituto que concluya el sexenio iniciado hace apenas un año.
Medio tramposo Samuel García intenta dejar “encargado del despacho” al secretario general que sobra decir, debe ser de todas sus confianzas. Se trata de un enredo legaloide que no sorprende, pero llama la atención sobre la imaginación de aquellos que a toda costa pretenden conservar el poder. De esto en Tamaulipas sobran ejemplos que mucho tienen que ver con la anterior administración cuyo titular Francisco Javier García Cabeza de Vaca no entiende que nada es para siempre.
El asunto es que a Samuel García le entró la ambición de convertirse en presidente de México y aunque las posibilidades son remotas, toma el balón desde media cancha con esperanza de que el resto de los aspirantes descuiden el área chica y pueda colarse burlando al portero y meter gol. Alguien o algo lo obliga a recular de sus declaraciones de no hace mucho tiempo respecto de que esperaría hasta el 2030 para intentar “ir por la grande”.
Desde luego las especulaciones sobran. Una de ellas lo ubican como “esquirol” de Morena no solo para dividir la votación de la alianza maldita PRI, PAN, PRD, sino para detener las pretensiones de Marcelo Ebrard quien sigue en la mira de Movimiento Ciudadano o, mejor dicho, de Dante Delgado quien busca realizar uno de sus mejores negocios con el proceso electoral en marcha.
En opinión del columnista, el gobernador neolonés sobrevalora sus alcances. Cierto, fue un fenómeno en medio de las circunstancias especiales por las que obtuvo dicho cargo, que nada tienen que ver con la realidad actual. Para empezar, está muy lejos del político que requiere la república en transformación. No cuenta con el perfil adecuado, ya que carece de los valores e ideales que alimental la revolución de las conciencias. No cuenta con algún proyecto de nación que justifique la intención de suceder a AMLO. ¡Oiga, la enorme diferencia debiera avergonzarlo!
Samuel es un líder pueblerino empujado por ocurrencias que por lo general desembocan en escándalos de consumo local, con la suerte de caer bien por detalles frívolos donde no cabe la seriedad. Su carisma corresponde a la de un comediante que transita por la ancha avenida del humor negro sin que le importe ofender al respetable. De ninguna manera es un político moderno, (como quiere aparecer), sino uno de esos merolicos que en cada esquina sorprenden la melancolía del barrio en la intención de vender chucherías descontinuadas o de procedencia desconocida. ¿Qué tal y que aprovechó su reciente viaje a China para hacerse de mercancía “chafa”?
Total, que este chiflado joven es de lo más sobresaliente de Movimiento Ciudadano, “¿y así pos ni cómo?”, dijo aquel.
HABLANDO DE BROMAS
Raúl Hernández Chavarria, responsable de la Unidad de Inteligencia Financiera y Económica en el estado, entregó otras siete carpetas de investigación (ya son doce y contando), relacionadas con delitos presuntamente cometidos por ex servidores públicos en cuando menos cuatro dependencias, que incluyen peculado y ejercicio ilícito de funciones y facultades, entre otros.
Corresponderá al titular de la fiscalía realizar las pesquisas, (si es que las realiza si no, psss no). Es aquí donde despierta dudas sobre si el funcionario estará dispuesto a actuar en consecuencia conocida que es su relación con el anterior gobierno. Lo más probable entonces, es que la señalada documentación enriquezca el archivo de los asuntos olvidados o de “las cosas muertas”, que pa´l caso es lo mismo.
En este aspecto como que no hay avance y todo por los innumerables candados que dejara un régimen cuyo objetivo principal no fue precisamente el bienestar social. Y ni modo que sea invento.
SUCEDE QUE
Está claro que los corruptos no temen ni a Dios.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA