PRIMERA DE DOS PARTES
CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- En margen del día de Halloween hemos recopilado historias de terror que se platican en en el estado, a través de entrevistas con las personas que vivieron esos sucesos paranormal, fantástico o endemoniado en primera persona.
Algunas directamente y otras, con ayuda de administradores de la página ‘Relatos de la calle’.
«El niño del Paseo Méndez»
Esa noche en el Paseo Méndez, después de un agotador evento del libre 17, me quedé hasta altas horas de la madrugada para ayudar en el desmontaje del escenario.
El silencio de la noche envolvía el lugar, apenas interrumpido por luces tenues que iluminaban la explanada.
Ansiaba volver a casa y descansar para enfrentar otro día agotador.
Cuando terminamos , el reloj marcaba pasadas las tres de la mañana, y me encontraba sola.
En medio de esa soledad, vi a un niño saliendo de las sombras en la parte inferior, cerca del espacio donde la gente solía a sentarse para disfrutar de la concha acústica.
Preocupada por su seguridad a esa hora y lejos de su madre, llamé al niño con insistencia, pero parecía no escucharme.
Me aproximé para tomarlo del brazo y evitar que corriera hacia la peligrosa calle, pero el niño se zafó de mi agarre y siguió su camino.
Lo observé con creciente inquietud mientras cruzaba la calle, sin voltear para mirarme.
Cuando desapareció en la oscuridad de la otra acera, mi sangre se heló y un escalofrío recorrió mi espalda.
El miedo se apoderó de mí, y sin atreverme a voltear o investigar más, me apresuré a regresar a mi casa, sin entender, ni cuestionar lo que había presenciado esa noche en el Paseo Méndez.
«Tú no eres mi madre»…
En una casa del Fraccionamiento Alta Vista, el horror se había apoderado de la familia.
Las noches se tornaban insoportables, con puertas que se abrían y cerraban de forma inexplicable, objetos cayendo con estrépito y sombras inquietantes danzando en las esquinas.
El tiempo parecía ralentizarse después que el sol se escondía, lo que presagiaba un evento anómalo que cambiaría sus vidas para siempre.
Esta familia, en apariencia normal, vivía en un fraccionamiento a las afueras de la ciudad, donde el viento soplaba salvaje y puro, aún no corrompido por la civilización.
Quizás fue en ese ambiente el que atrajo a las criaturas que se ocultaban entre las sombras, para disfrutar del caos que generaban.
Lo que inició como simples movimientos de objetos se convirtió en violentos y aterradores actos.
Un guardarropa se abría y cerraba frenéticamente, sin explicación. El miedo se apoderó de la familia, pero lo peor estaba por llegar.
La noche, cuando la oscuridad era más profunda, se convirtió en un infierno.
Los hijos de la familia decían escuchar voces que los invitaban a jugar con un tono perturbador.
La madre, llena de ansiedad y miedo, acudía a sus habitaciones, pero no hallaban a nadie más que sus hijos asustados.
«No quiero jugar», repetían una y otra vez, como si interactuarán con un ser invisible. La madre no sabía qué hacer, y noches se volvieron un tormento.
Finalmente, esa noche terrorífica, vivió en carne propia el horror.
En tanto se preparaba para dormir, un sonido aterrador la sacó de su letargo. Con el instinto maternal alerta, se dirigió a la habitación de sus hijos y escuchó a uno de ellos gritar: «¡Ya te dije que no quiero jugar!».
La madre se encontró con sus hijos solos, pero con una angustia que indicaba que estaban interactuando con algo invisible.
Aterrorizada y desconcertada, la madre buscó respuestas.
En una de las noches, al ver a su hija caminar hacia la puerta de la casa, le preguntó por qué estaba allí.
La respuesta la heló hasta los huesos: «Tú no eres mi mamá».
Con incertidumbre y miedo, la madre le ordenó que no saliera de la casa, pero su hija seguía insistiendo: «Tú no eres mi mamá».
Desesperada por devolver a su hija a la normalidad, la madre la llevó de vuelta a la cama, pero la niña parecía perdida y anhelaba escapar de la casa.
La madre, sin saber a quién recurrir, finalmente solicitó ayuda.
Un conocedor del tema dijo que era atormentados por «chaneques», criaturas elementales similares a duendes, conocidas por jugar con niños y hacer travesuras.
La solución sugerida fue dejar dulces en la mesa como tributo a estas criaturas.
A partir de ese día, los fenómenos cesaron, y la familia volvió a encontrar la paz en su hogar.
Cuerpos colgantes del Río San Marcos
En lo profundo de Ciudad Victoria, existe un oscuro secreto que se oculta bajo el puente del 12, en las orillas del río que serpentea por la ciudad.
Durante el día, ese lugar tranquilo y rodeado de una buena vibra parece nada fuera de lo común, pero cuando la noche cae y las sombras se alargan, se convierte en un rincón embrujado.
Los valientes que se aventuran a cruzar bajo ese puente a altas horas de la noche cuentan historias inquietantes.
Hablan de figuras colgando en los altos árboles que bordean el río, cuerpos humanos suspendidos en sus ramas como grotescos frutos.
No es solo uno, sino varios, oscilando con la brisa nocturna, una visión sacada de las pesadillas más aterradoras.
Los lugareños están plagados de supersticiones y hablan en susurros sobre los cuerpos que cuelgan en el San Marcos.
Se rumorea que hace mucho tiempo, ocurrió un evento trágico en este lugar, uno que dejó un rastro de almas atormentadas.
Se dice que aquellos que se consumen por el miedo, aquellos que se atreven a mirar de cerca a los cuerpos, corren el riesgo de verse perseguidos por los espíritus errantes que todavía deambulan en busca de venganza.
La verdadera historia detrás de estos cuerpos es un misterio, enterrado en el pasado oscuro de la ciudad.
Algunos creen que son las almas de aquellos que fueron víctimas de la violencia que alguna vez asoló la región, mientras que otros creen que son el resultado de un antiguo ritual macabro. Sea cual sea la verdad, el puente del 12 es un lugar de terror y misterio, donde los vivos se atreven a aventurarse solo si están dispuestos a enfrentar los horrores del pasado que todavía acechan en las sombras.
Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON