¿Para qué sirve leer?
Cada libro revela una forma distinta de ver el mundo, siendo el mundo el mismo de todos. Igualmente cada quien lee un distinto libro siendo el mismo libro.
Siempre habrá un libro que dé en el clavo. Asi como si hubiese sido hecho en exclusiva para nuestra experiencia. Libro que nos habla al oído, nos grita, nos llena de emociones, fortalece el ser que ya éramos.
Los libros huyen de sus autores y se transforman, se vuelven a imagen y semejanza de sus captores. No obstante con Spinoza “Todas las cosas quieren persistir en su ser”, y esa es la condición inmaterial de los libros.
En lo físico los libros son efímeros y en lo espiritual eternos, según hayan sido, como uno. En lo físico un libro es también juguete de niño, pisapapeles, banco con algunos billetes, adorno de salas, escuela de un ávido público, maestro personal del mundo.
Por dentro el libro es como cada uno de nosotros. Una frase que nos define, una parte de nuestra vida. Y es la vida de otro escrita con disimulo, una confidencia en confianza, la semblanza ambigua de un poeta.
Un gran sembradío es el libro y nosotros campesinos que cosechamos su producto infinito. Naturaleza sobre artificio, revelación y ocultismo, realidad y ficción, pensamiento e imaginación, narrativa y descripción, cuerpo y espíritu, placer y deber, todo junto.
Dice Borges, “de los diversos inventos del hombre es el libro el más asombroso : todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de su imaginación y su memoria” .
Más allá de la memoria guardada en un libro, está la atmósfera que provoca, la tibia sugerencia que amplia las posibilidades creativas, el espíritu de un mundo distinto en cada palabra que pasa de uno a otro lado del universo.
¿Para que leer un libro? Suave pregunta. Un libro de inmediato amplia las posibilidades de existencia, tanto del autor como de quien lo escribe. Todo libro desea decirnos algo. Lejos del autor el libro tendrá que defenderse solo.
Es que si lanzamos el anzuelo al mar mediterráneo de hojas, tarde que temprano pescamos un pez u otro anzuelo; si investigamos a fondo, encontraremos la trama del asesino serial, al criminal que somos.
Al leer extendemos nuestros recursos para expresarnos. Aprendemos las formas para acomodar las palabras y mencionar la exactas, aquellas palabras que fueron inventadas para comunicar correctamente lo que deseamos.
Se lee para la vida. En cada libro hay otro que es de superación personal y al mismo tiempo de ciencias y arte, de geografía y de historia. Leer la vida es a la vez leer un libro.
Un hombre leído aprende y comprende, porque ve la realidad con tranquilidad y sin miedo, pues identifica, desentraña lo que es de lo que no es.
Cada libro es casa y viaje al fondo del mar o tierra adentro infinito y eterno. Viajamos sin boleto. Se viaja hacia adentro donde pocos, al intelecto.
Es un enigma, una pregunta con o sin respuesta inquietante. Un libro sobrevive al silencio y al ruido mundano, a los tiranos y a los incendios.
Hay muchos libros con escasos lectores pero a cambio hay escritores de un libro con bastantes lecturas; eso se debe a la capacidad de convencer y a la necesidad del convencido.
Hasta el día de hoy hay libros que ocupan un espacio en centímetros cuadrados, aunque cada vez hay más libros virtuales que ocupan unos cuantos bites.
No hay como tomar un libro en las manos y hojearlo, descubrir al autor y leer el sorprendente y original título. Encontrar la materia gris en el texto, descifrar lo que dice, encontrar lo que hay detrás o lo que anda en el aire.
HASTA PRONTO