Sería exagerado decir que Morena está en problemas graves, pero se empiezan a registrar dificultades.
López Obrador sigue teniendo TODO el poder. El bastón y el mando. En Morena lo puede todo.
Aún debilitar a su propia candidata. Ya cuando el Presidente fijó las reglas para las corcholatas presidenciales, a quien resultará ganador(a), o sea a Claudia, le había quitado la posibilidad de designar a los candidatos en la primera posición para coordinar a senadores y diputados.
Estos dos puestos quedaron reservados para quienes ocuparan el segundo y el tercer lugar en las encuestas de los precandidatos, o sea, Marcelo Ebrard y Fernández Noroña. Al cuarto lugar –Adán Augusto– le tocaría un puesto en el gabinete o, dicen ahora, una diputación o senaduría.
Si las cosas son como se acordaron, Claudia tendrá un enemigo en el Senado. O varios, según lo que haya acordado Ebrard con AMLO.
Le echó para atrás la única decisión que había tomado como precandidata o coordinadora de la defensa de la 4T: la selección de García Harfuch como abanderado para jefe de Gobierno. Su hombre de confianza.
Logró –de una forma u otra, más bien de otra– que Marcelo Ebrard se quedara en Morena y no se llevara los muchos o pocos votos que podía haberse llevado de la estructura morenista. Ya antes había doblado a los legisladores ebrardistas, quienes después de haber cantado a los cuatro vientos que introducirían cambios al presupuesto, no lo hicieron.
Designó a dedo a los nueve candidatos a las gubernaturas. No fueron las encuestas ni la militancia la que decidió. Mucho menos las reglas de género del INE.
Fue AMLO quien decidió de principio a fin. No le dejó a Claudia ni siquiera a la senadora Sasil de León, su favorita en Chiapas.
En Veracruz quedó su preferida, Rocío Nahle, a pesar de que no cuenta con los requisitos de residencia, en Tabasco no dejó pasar al candidato del grupo de Adán Augusto López y designó a Javier May. En Jalisco sacrificó a su superdelegado Lomelí para darle un espacio –perdedor– al Verde.
Para rematar, y aunque Zaldívar se haya ido como asesor de Sheinbaum – una vergüenza en sí misma–, le quitó la oportunidad de, en caso de ser presidenta, nombrar a un ministro de la SCJN de su elección. López Obrador habrá escogido a cinco ministros, aunque como él dice y reflejando su concepción de la división de Poderes, dos le resultaron mal.
Total, al Presidente le salió de
sueño: nombra a todos los candidatos
a gobernador, Marcelo se queda en Morena, Dante lanza candidato propio fraccionando a la oposición sin tener la menor posibilidad de ganar, el PVEM no
chistó –hasta el momento–, a pesar de quitarle su tradicional bastión en Chiapas y se reserva el nombramiento de un quinto ministro en la Corte.
Sí, mucho poder, pero ¿pagará la factura? ¿Se vale golpear de tal manera a quienes le han sido leales? ¿Se le olvida que los actos tienen consecuencias?
Sería exagerado decir que Morena está en problemas graves, pero se empiezan a registrar dificultades. Le pongo temporalidad. Los problemas comenzaron con la renuncia –o el despido, no lo sabemos– de Alejandro Encinas.
Un compañero de viaje intachable. Tan intachable que sustituyó a López Obrador como jefe de Gobierno cuando fue candidato a la Presidencia en 2005 y, desde ahí, no hizo sino ayudarlo durante y después de la campaña. Incluso, más allá de sus facultades legales.
Llegado el momento prefirió nombrar a Olga Sánchez Cordero como secretaria de Gobernación y a él le dejó el cargo de subsecretario. Cuando Adán Augusto López salió de la Secretaría lo dejó de encargado de despacho durante 72 horas para luego nombrar a Luisa María Alcalde. ¿Dejó a un resentido?
Después, el vacío del Estadio Azul en el que, a la mitad de la contienda entre Harfuch y Brugada, el recinto se quedó tan vacío que Claudia decidió retirarse. Junto a este “traspiés” vino el audio en el que a Martí Batres se le oye decir que quedan “dos semanas para bajar a Omar” y “no soltar la campaña en redes contra él”. ¿A quién le cargaría la cuenta Sheinbaum?
Luego vino el voto de la senadora y ministra en retiro Olga Sánchez Cordero que, fiel a su trayectoria profesional, votó en contra del proyecto de desaparecer los 14 fideicomisos del Poder Judicial. No sólo fue un voto en contra, sino uno razonado que dejó mal parado al Presidente. La acompañó la renuncia de dos senadoras (una, Malú Micher, acabó por arrepentirse), una tercera que será postulada a Morelos por el Frente Amplio y la diputada Selene Ávila, inconforme con que no hubiese una partida presupuestal para los damnificados de Acapulco.
Así que sí, López Obrador manda en Morena, pero en el camino va dejando a muchos damnificados. En particular a su candidata, Claudia. Chance y cree que eso del Maximato se puede reeditar y le está avisando. O, chance cree que, si se desvía del curso de la 4T, tiene a la mano la revocación de mandato.
Por cierto, a Claudia, ya debilitada, le acaban de sacar un escándalo de proporciones mayores. Según el New York Times, su fiscal, Ernestina Godoy, ordenó un espionaje a partir de 2021 a las comunicaciones telefónicas de personajes de la oposición y de ciertos miembros de Morena. Si no la reeligen en el puesto de fiscal, Claudia acumulará otra derrota.