El arte se come con todas las sopas, y es un prietito en el arroz. Usa cualquier sonido, un abrazo, una fotografía, una pluma, cualquier pretexto para manifestarse. Quien hace arte a la vez lo consume.
Hay arte por todas partes pero elijo las calles repletas de arte que sorprende nuestro encuentro. En la esquina está el sol poniéndose, desde aquí puedo ver cómo se va instalando en las paredes de un cuadro de Monet.
El arte descubierto abajo de una hoja compite con las nubes en el cielo. Surgen castillos, monasterios en un bosque inexplorado. El arte consiste en verlo, sentirlo, escucharlo en su extraña condición de anonimato con su camisa de fuerza, aguardando a un transeúnte.
La mujer salió corriendo del cine como quien desea salír de la realidad efímera, piensa en si se desgastará el vestido con el viento, si lleva el cabello bien peinado. Que si esto que si lo otro. ¿Cómo saberlo? Si apenas va empezando la película.
Para que haya arte tienen qué existir tres personajes que lo elaboren: el artista que urde la trama; el personaje que da espectáculo de la realidad y de la república de la fantasía; y el espectador creativo. Existen además el rumor, las obsesivas tendencias del artista, su lado oscuro y absurdo, los clichés y toda la imaginación al rededor de un artista que respira arte. Y por tanto es.
Por lo demás, al faltar el artista, las obras llevarán consigo la aciaga vida de un hombre que nos observa. Al juntarse el mismo material, el tiempo recicla la historia en la persona que ve por primera vez el cuadro o lee un libro.
Habrá quienes hayan mamado arte desde la infancia y otros a quienes el arte llegó tardío. Nunca hubo edad. Habrá por tanto aquellos que nacen con esa condición que llaman talento, con ciertas ventajas que en ocasiones son superadas con disciplina por quienes no lo tienen. Ambas posiciones son igualmente válidas.
El arte es un ser, una forma de ser con objetivos contradictorios y muy cuestionables, pero también tiene en Ia técnica un soporte para hacerlo decente. Ambos serán igualmente cuestionables.
El arte nunca deja de ser y supera al ser viviente. El arte por lo tanto es la vivienda del artista. Es una camisa colocada al revés mientras pinta y empieza una loca idea en Ia cabeza y quiere al menos decir unas cuantas palabras antes de que se extinga. En eso consiste. Cuando el artista concluye la obra, su idea muere, y nace otra. El arte no muere, muere la vanidad.
La inspiración- de existir- es un chispaso no más. Un instante que se olvida rápido y el resto es un invento, es la creatividad dando saltos sobre el lienzo. De una palabra nace una pregunta, una conjetura, una ilusión, una novela, una propuesta, un noviazgo, un desacuerdo. Hay instantes que nada son sin una voz en el aire como la de los teatros bajo el semáforo.
El arte es contagioso y la emoción como una de sus víctimas causa, origina, promueve inconsciencia. Nos gusta y no sabemos por qué; el autor perdió la vida buscando esa respuesta, cierta tarde mientras veía al poniente.
El artista es un niño ingenuo, por que aparte de niño el arte es niño también. Por eso al arte hay que apreciarlo. Ir más allá de lo hermoso que pudiese ser un poema, un cuadro de Marc Chagal. Ir a la desgarradura, al rompimiento, a la decadencia del artista; y, como espectador ingenuo, recrear las obras para el consumo del alma.
Una y otra vez la práctica sorprende al maestro que por ello se motiva en un círculo vicioso en el cual se olvida incluso de beber agua. El maestro entonces comienza el ritual ancestral. Traza en dos líneas una más corta que la otra, en el lienzo blanco, el cuadro que lo llevará al nirvana, a la fama, a ninguna parte, a la nada.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA