Durante la quinta sesión del Consejo Técnico Escolar, un grupo de 40 docentes de nivel secundaria presenció la proyección de un video en el cual se afirmaba que “la violencia no es una cuestión de género, ya que todos pertenecemos al género humano y ocupamos un espacio en nuestra familia, en el aula, en la comunidad y en el planeta”. Sorprendentemente, ningún participante logró advertir error alguno en dicha afirmación. Preocupante.
Desde la asignación de roles tradicionales en las actividades escolares hasta las orientaciones que sugieren carreras “apropiadas para mujeres”, así como los comentarios sexistas que persisten en el entorno educativo, son conductas que lamentablemente aún se presentan en las escuelas.
En pleno siglo XXI, en las instituciones que deberían ser forjadoras de las nuevas generaciones, persiste la tendencia a reforzar estereotipos y normalizar la violencia de género, contradiciendo los principios fundamentales de la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
Las y los docentes enfrentan el desafío de identificar y cuestionar estos patrones patriarcales, así como las desigualdades, enraizadas en nuestra cultura de manera a menudo inadvertida, para promover un entorno educativo más equitativo.
El nuevo modelo de la Nueva Escuela Mexicana destaca la Igualdad de Género como eje articulador, abordándolo desde diversas disciplinas. Una de ellas es “Formación Cívica y Ética”, en la cual la atención a la violencia de género y la promoción de la igualdad están incorporadas en sus procesos de desarrollo del aprendizaje, piezas clave en el quehacer docente.
En el contexto de la conmemoración del día de hoy, Día Internacional de las Mujeres, es pertinente cuestionarse cómo las maestras y maestros podrán despojarse de los paradigmas obsoletos que les impiden identificar las desigualdades y violencias de género dada su normalización en la sociedad.
Un primer paso es visibilizar aquellas violencias normalizadas, a través de programas como talleres intensivos de formación docente, obligatorios tanto para escuelas públicas como privadas orientados a la identificación y prevención de desigualdades de género, sensibilizando sobre los estereotipos de género arraigados, los micromachismos y otras formas sutiles de violencia.
Además, las aulas deben transformarse en espacios abiertos al diálogo entre docentes y estudiantes sobre temas de género, roles y derechos; poner en marcha campañas que promuevan la igualdad y las propuestas de capacitación que promueva la secretaría encabezada por la maestra Lucía Aimé Castillo Pastor, quien tiene un claro compromiso con la igualdad y no discriminación.
Si no se eliminan los paradigmas que refuerzan roles y estereotipos tradicionales, el cambio que propone la Nueva Escuela Mexicana quedará solo en eso, en una propuesta. Este 8 de marzo, asumamos el reto de incorporar la perspectiva de género en la práctica docente, visibilizando las desigualdades, discriminaciones y violencias de género en las escuelas. Un paso indispensable para el éxito de la Nueva Escuela Mexicana.
¿Usted, qué opina?
POR NOHEMI ARGÜELLO SOSA