Desde el cura Hidalgo, la Iglesia se ha identificado estrechamente con el pueblo y contribuido en la formación de la conciencia nacional. Su labor ha sido fundamental para la vida y el desarrollo del país.
Una vez más la Iglesia cumple su cometido histórico. En un documento de la Conferencia del Episcopado Mexicano, presidida por el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, alza la voz advirtiendo a la comunidad nacional de que, en el proceso electoral que estamos viviendo, se necesitan campañas limpias, legales, austeras y con abundancia de propuestas responsables, serias, honestas, sin manipulaciones o engaños, sin injerencias de cualquier tipo de autoridades oficiales.
Hay que dejar a un lado las descalificaciones de los contrincantes, para brindar un camino abierto a soluciones auténticas para los complejos problemas, tomando en cuenta la aguda seriedad de éstos, en los que todo está mezclado: corrupción, pobreza, migración y delincuencia organizada.
La libertad de expresión, continúa el pronunciamiento de la CEM, es un legítimo ejercicio de los comunicadores y de los ciudadanos, sin poner en riesgo la vida o la seguridad de las personas. Y se hace hincapié en que necesitamos campañas electorales que favorezcan el ejercicio del voto informado y secreto, sin obstáculos arbitrarios para los partidos y sus candidatos que contienden para un puesto de elección popular y que se eviten conflictos poselectorales innecesarios y costosos.
Es un llamado a los partidos políticos y a sus candidatos para que se conduzcan con ética y que practiquen la más grande de las virtudes cívicas que es la aceptación de los resultados.
En un ambiente de continuas muertes y violencia que parecen estar aumentando, la CEM pide que, sin excepciones, que en todos los rincones del país se evite que el crimen organizado intervenga en el proceso electoral, garantizando seguridad para todas las personas y las instituciones.
La CEM pide que el proceso electoral se realice en paz y transparencia y que, sobre todo, el pueblo de México haga conciencia de su compromiso de salir a votar y elegir a dirigentes que busquen sinceramente el bien común.
Los verdaderos demócratas tendrán que reconocer los resultados frente a los intereses meramente partidistas. “Hemos convocado a las comunidades contemplativas de todo el país, señala la CEM, para que, a partir de hoy, inicien un tiempo ininterrumpido de oración con el fin de implorar a Dios Padre que envíe al Espíritu Santo para que nos guíe y nos asista en el proceso electoral formal”.
Se anuncia una reunión el 11 de marzo para proponer a los tres candidatos a la Presidencia, la Agenda Nacional de Paz, para que se comprometan a implementar en sus políticas públicas las estrategias plasmadas en las recomendaciones elaboradas por un equipo de 50 expertos sobre varios temas: tejido social, seguridad, justicia, sistema penitenciario, adolescentes frente al crimen organizado y gobernanza.
La aparición de la Iglesia católica en el escenario político nacional no es sino un hecho que demuestra la profundidad de la crisis social y política de México en vísperas de las elecciones más importantes de nuestro tiempo.
En lugar de haber cultivado a lo largo de los últimos cinco años la unidad nacional necesaria para hacer frente a las urgencias del desarrollo incluyente, el país hoy se encuentra en un estado de confusión y el Presidente de la República es el responsable.
El severo pronunciamiento de la Iglesia, por lo tanto, era de esperarse.