Había temporada para cada juego. De repente salía el trompo quien sabe de dónde en los mercados y tendajos colgando de las cuerdas para desaparecer a la vuelta de año.
Cuando parecía que todo estaba perdido para los niños, aparecía el yo yo con su ego. Luego las canicas, el balero, el papalote, el corredero de muchachos hacia lo que hoy somos. Que tampoco es mucho. Hubo quienes acumularon cientos de Tazos como un tesoro, pero ya no los encuentran.
Había temporadas muy cortas como la del Chang-Ai que se jugaba cada vez que uno de todos veía dos palos de escoba. “Las aguilitas” , que ya no se juegan, marcaron el sello de la moneda de veinte centavos en la memoria de las derrotas, salías al patio porque escuchabas a otros chiquillos iniciar un juego que no requería una recarga.
El papalote era rey en estos tiempos de viento. En las calles sin hacer la tarea aún había un huerco que todavía no bajaba su papalote, se lo llevó un pájaro, dicen los más ingenuos, ya se soltó, dijo otro, a lo mejor el papalote ya es de otro. Dijo el más cuerdo.
Temporada de ciclones, temporada de cuervos y temporadas electorales en que los políticos se tiran al suelo, nadan en círculos en las colonias, se pagan las raspas y los licuados. Hay temporadas de fútbol inolvidables y otras nadie recuerda.
Años en que la temporada de lluvias duraba días, semanas, incluso meses. El río San Marcos sacaba su vieja amenaza para desbordarse y también en sus últimos tiempos sacó árboles de raíz y arrastró con todo lo que encontró a su paso. Si te asomabas llevaba vacas, puercos con las patas para arriba, coches a la deriva, refrigeradores, estufas, lavadoras, y a veces uno que otro sujeto que hacía la delicia del público en general en el momento en que es rescatado.
Hay temporadas con consecuencias que hoy son historia, celebridades que se arrojaban desde una roca en el cañón del novillo. Temporadas que se repiten pero que al final no soportan el implacable paso del tiempo y cambian. Como todos.
De alguna manera todo va de acuerdo a un calendario, a las estaciones del año, a lo que diga Carolina Herrera en la agenda de la moda primavera – verano que esta temporada viene con faldas cortísimas y estampados muy coloridos.
Para entonces ya habrán pasado las mariposas por la ciudad y ahora tiene que irse uno al monte para verlas, ojalá y nunca las veamos en un museo natural de historia. Habría entonces la temporada para visitar el museo, hacer una visita guiada para asombrarse con la mariposa Monarca.
Por lo general las nuevas temporadas son subvencionadas por el capital que requiere de los servicios de nosotros los consumidores atrapados en la red de consumo mundial. Es el caso de los videojuegos, cuyas maquinas tragamonedas provocó ausentismo en las escuelas, fue fácilmente destronado por los aparatos celulares. Ahí se apuesta la vida y se respeta al que gana, en los juegos de azares en los que participan unos de Jaumave y dos de Dinamarca.
En la historia contemporánea se cuentan aventuras y grandes hazañas virtuales del cada vez más poderoso Nintendo que enseguida es sustituido por uno más competente que, igual que otros, terminará destruido junto a los combatientes. Muchos jóvenes tal como ocurre en China o en Japón llevaron al extremo esa sustancia lúdica que causa adicción.
Las temporadas de historias del manga y el anime condujeron a la población por una travesía cruzando temporadas infinitas frente a una pantalla cuyos espectadores compraron los artículos que por millones se vendieron en las distintas épocas de la misma zaga de Dragón boll, mientras buscábamos un Pikachu en las cercanías del planetario.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA