En todo proceso electoral, dos palabras suenan con fuerza en el imaginario colectivo: continuidad y cambio. Estos términos no solo definen las plataformas de los candidatos en competencia, sino que también representan las estrategias fundamentales que cada uno adopta para captar el voto de la ciudadanía. Por un lado, tenemos a los partidos en el poder, que buscan vender los logros de su administración para asegurar un nuevo mandato. Por otro, están los partidos en oposición, cuyo objetivo es resaltar las deficiencias y los temas pendientes para presentarse como la alternativa necesaria.
Los partidos gobernantes enfrentan el desafío de convencer al electorado de que los logros obtenidos bajo su mandato justifican una extensión de su tiempo en el poder. Su retórica se centra en la estabilidad, el progreso y los proyectos realizados o en curso que prometen mejorar la calidad de vida de la población. Sin embargo, la pregunta que surge es ineludible: ¿Por qué no se han cumplido todas las promesas? La respuesta a esta cuestión es fundamental, pues la capacidad de un partido para justificar sus fallos sin perder credibilidad puede ser decisiva en el resultado electoral.
En contraposición, los partidos de oposición tienen la tarea de visibilizar los fracasos o deficiencias de la actual administración. Su estrategia se basa en evidenciar los problemas aún no resueltos y, a menudo, en criticar la falta de cumplimiento de las promesas por parte del gobierno. No obstante, el desafío para estos partidos no termina en la crítica; deben también proponer soluciones prácticas y realizables. El electorado demanda no solo un diagnóstico de los problemas, sino también un plan concreto y realista para resolverlos.
Tanto para los que buscan la continuidad como para los que promueven el cambio, el elemento común y fundamental es la credibilidad. Los electores se preguntan por qué deberían confiar nuevamente en quienes no cumplieron completamente sus compromisos anteriores y, al mismo tiempo, por qué deberían creer en las promesas de aquellos que nunca han gobernado. Aquí, la comunicación transparente y el establecimiento de expectativas realistas son esenciales. Cada partido debe ser capaz de articular no solo qué harán, sino cómo lo harán y qué los hace diferentes esta vez.
Así, el dilema de «Continuidad y Cambio» no es solo una elección entre el pasado y el futuro, sino entre dos visiones diferentes de progreso y solución de problemas. Mientras nos acercamos a las urnas, los votantes enfrentan la tarea de evaluar las propuestas, mirando más allá de las promesas para concentrarse en la factibilidad y la integridad de los planes presentados. Como dijo George Bernard Shaw: «El progreso es imposible sin cambio, y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada». Esta reflexión nos desafía a no solo buscar un cambio atractivo o una continuidad cómoda, sino a decidir quién ofrece el enfoque más convincente y sostenible hacia un futuro mejor. Este proceso electoral es una oportunidad para meditar profundamente sobre qué tipo de liderazgo queremos y qué dirección deseamos para nuestra comunidad.
Eric Valdez Gómez
Consultor en Comunicación Política (Compol) Experiencia en Campañas Políticas en México y Extranjero
Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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