Tú estás allá y yo acá. Jamás sabré lo que piensas ni lo que haces, a qué te dedicas ni cuáles son tus días. No existe manera de que estés también aquí donde yo estoy, tendríamos que entrar el uno sobre el otro por completo, pero eso es imposible, pese a los nobles intentos.
Te vas y yo me quedo cerca a unos metros, acaso centímetros, a veces más lejos a kilómetros donde es increíble observar tu movimiento e intentar la narrativa de tu cuerpo en el poema dolorido donde existes sin mi todo este tiempo.
Nuestras almas se juntan y platican eso dicen, pero nadie las ha visto. De cualquier manera viajan separadas, no piensan por uno que ande en otra cosa mientras surto la despensa.
Enfrente de una sonrisa somos el espejo triste atrás del biombo, solemos saltar vallas fantásticas de un gimnasio invisible y transparente, nadie nos ve hacer gestos simulando cansancio, movemos un trapo para limpiar el escenario imaginario en el hecho de creer que estamos vivos, que somos una creación que nació el uno para el otro. Nada más falso. Por la tarde nos marcharemos cada quien por su lado más amable.
De todas formas tenía que enseñar mi bandera, mi locura apocalíptica, mi redentora confianza con la que desfilo entre la banda de pelo largo, con siniestros chavos del barrio, mientras tú ensayas una leperada que no te sale entre una parvada de palabras.
Aquí en la grieta encontré tu alma, adivinaste, vengo a buscarte para llevarte al cine, para caminar por las calles de las cuerdas vocales, por sílabas ajenas pero expropiadas de las buenas conciencias, podríamos parecernos ahora en la oscuridad, bajo un techo de lámina, con la voz apagada por un chingazos de agua, cayendo el cielo de una vez, una nube a ras de suelo y cubetas para tapar goteras de los ojos que nos vieron.
Mi alma además rota no hay quien lo sepa, ni quien tenga pegamento compuesto, ni modo de hacer una mezcla de cemento, soldar con cariño una herida de la que nadie se entera. Si los demás supieran tampoco podrían hacer nada, pues el alma se restaura sola o deja de llamarse como se llama.
Estás allá y no sé qué tú miras como dicen los cubanos, qué escuchas, qué callas. Ahora que lo pienso- pensar nunca fue bueno- ignoro todo de ti, ignoro todo de todos. Tan lejos los unos de los otros, un gato nos percibe a ambos, un perro nos huele sin mirarnos, la vibracion espantó a los marsupiales.
Apenas puedo dibujar el bosquejo de las multitudes borrosas, rostros extraños, desconocidos y monstruosos en lo que me acerco y reconozco a fulano y otro que dice ser un amigo de Houston, un pariente lejano.
Si estás allá, acá también somos muchos, somos aquellos que ves de lejos y nos dibujas el rostro descarnado en la guerra civil del centro comercial tratando de comprar ropa de moda, comida que no haga daño, antes de que se acaben los árboles.
De lejos, los demás creerán que hacemos lo mismo, pero tú estás jugando y yo acá agarrándome a trancazos. Qué ironía más relativa señor Einstein. En medio de los dos una pared pensada e insalvable nos salva de nosotros, los mismos y otros, los de entonces y los de ahora. Eso lo dicen los libros.
No podría negarte el mérito individual de soñarme en la noche en que a mi se me ha quitado el sueño. Tampoco pensando en mi fue que dormiste mientras a mi pensando en ti se me fue el sueño.
Qué extraño es todo esto de ser uno cada uno y que tú entre la multitud y yo también, en la misma prisión, con la misma música a todo volumen seamos cada quien sin cada cual, tan distintos, tan distantes el uno del otro. Tan cuánticos.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA