En mi reloj Casio de pulsera, gotea constante un segundo diferente, estoy al tanto de la página intermitente que se podría escribir si lo permitiese mi mente. No debo entretenerme en ello, mas cosas abarrotan el suelo y el cielo se cubrió de techos, paraguas y nubes que desde aquí atisbo por si llueve.
El propio recinto donde me encuentro rueda con el planeta y las multitudes, pero es este instante permanente si usted me lo permite, este segundo que cae sobre la hoja en blanco.
He nacido para un momento como este. Desde siempre mi dirección fue en este sentido y he aquí mi meta, frente al texto que escribo. Ignoro donde estaré más de rato, nadie podría saberlo con anticipación, ni yo mismo- por ahora- no quiero ocupar aquel instante que aún no llega.
Parece que no he buscado este encuentro o coincidir como ustedes gusten llamarle, pero así ha sido. Mi esfuerzo continuará pero en este instante mi encuentro es lo que observo y la sensación que me provoca. Años atrás tal vez pasé o me asomé por aquí sin que nada me impactara. Hoy estoy asombrado, quizás maravillado de la luz, de la existencia y de mi cuerpo que respira y reacciona.
Estoy con personas imprevistas que no elegí ni son producto del azar, ellas como yo viven aquí en este territorio que quizás soñaron o nunca imaginaron. No hay manera de saberlo. Hasta aquí he llegado desde el fondo del océano, luego de un largo viaje para respirar un poco de aire.
Sin piedad en este momento aún escucho los pasos del pasado y presiento los pasos que se aproximan en los míos. El pasado se vuelve blanco y vacío, el futuro es polvo de la nada. Todo lo que veo es mio, aquí está lo que yo quiero. Nada deseo más que este mundo, este milimétrico espacio del cosmos.
Cada silencio encarna a otro, cada segundo destapa la cloaca y encubre otro. Cada segundo es la orilla, la esquina, el instante minúsculo de un minuto. Estoy en el reloj viviendo el círculo, mi circuito completa la vuelta latiendo sin falla, sin falta, y sin honores gratuitos.
Lo que sé es lo que traje y con eso escribo, por ejemplo, con mi contenido es que veo el paisaje y los movimientos de otros: la sombra, el paso inexistente del tiempo en un reloj Casio. Con mi edad y experiencia suelo ver lo que otros ignoran, y ocurre que yo también ignoro lo que otros aprenden. Cada uno es ya un destino cumplido.
Sobre el espacio, al bajar el volumen de las voces, escuchamos pequeños ruidos de los cuerpos, descubrimos la rotación de los cuerpos sobre su eje y el traslado continuo que los aparecen y desaparecen. Alguien pregunta la hora y busca otra. En la muñeca el reloj es pulsera, sin embargo el tiempo no es más que la prolongación de la mirada.
Es un grito a cada rato, un pequeño salto, un poco de agua que escapa, el segundero avanza atado a un cuerpo. Un latido exacto hace una demostración inequívoca de la marca, la hora correcta es todo lo que se necesita, el reloj fue inventado por quien tendrá prisa, por quienes esperan.
Desde mi epidermis palpo sin tocar los pasos de las mujeres bonitas en marcha, de los guapos como yo de lentes oscuros, de las madres luchonas con tremendas mochilas, de un abuelo sabio imitando al nieto. Leo los anuncios de productos obsoletos o que hoy se anuncian en las redes y las traen mañana desde Hong Kong, de Chimalhuacan o Tangamangapio, por Amazon.
Voy tras una señora con sombrilla, pierdo el tiempo viendo lo que no entiendo, descubro rostros aterrados por un desencuentro, un mal momento que no es el mio pero pudiera serlo. Estoy tranquilo viendo cómo inicia un nuevo minuto desde el fondo de la calle, cómo se aproxima y se aleja desde mi finísimo reloj Casio.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA