CIUDAD VICTORIA, TAM.- La nueva etapa política que vive Tamaulipas se caracteriza sobre todo por la hegemonía de Morena, que desde ahora, además de la gubernatura, encabeza 26 municipios, y sostiene una sólida mayoría en el Congreso del Estado.
Todo ello, apuntalado por una relación fluida con la nueva administración federal de Claudia Sheinbaum. Este escenario representa en contraparte un estadio de fragilidad que no vivían los partidos opositores desde hace al menos cuatro décadas.
El PRD ya se extinguió formalmente, el PRI no ha hecho sino ahondar su crisis, y el PAN sufre una debacle que más allá de lo numérico -tienen apenas siete diputados en el Legislativo y 14 ayuntamientos que no reúnen a más del cinco por ciento de la población tamaulipeca- se aprecia en sus dinámicas internas.
El cabecismo, a pesar del nocaut que sufrieron en la última elección, mantiene un control irrestricto sobre la estructura del partido, y los principales liderazgos regionales, maltrechos por el tsunami morenista, no muestran demasiado entusiasmo en reclamar espacios de poder.
El resultado de esa mezcla es un partido que vive sus horas más aciagas y que parece conducirse a un suicidio colectivo. No deja de ser paradójico: entre el 2016 y el 2022, el PAN amasó más poder del que nunca había tenido en Tamaulipas, pero en el mismo periodo no solo perdió lo conseguido en el sexenio, sino que retrocedió hasta alcanzar la debilidad de otras décadas en las que el PRI todo poderoso lo mantenía sometido.
Con un agravante: entonces había en el partido una sólida base ideológica que cimentó al PAN como una oposición aguerrida, pero también consecuente.
Hoy, lo que queda del partido avanza sin rumbo político, a expensas de los intereses personales del grupo del ex gobernador. Las estadísticas ayudan a dimensionar la crisis panista.
En el 2013, ya en el ocaso de la hegemonía priísta, el PAN logró ganar ocho ayuntamientos, entre ellos el de Matamoros; en la elección legislativa les fue mejor, logrando posicionar diez diputados locales, suficientes para frenar por primera vez la mayoría calificada que hasta entonces detentaba el Revolucionario Institucional.
Todo cambió tres años después, cuando se derrumbó el régimen estatal. Francisco Javier García Cabeza de Vaca ganó una contundente victoria por la gubernatura y logró la alternancia; la misma ola le dejó 24 municipios a su partido y 20 diputados en el Congreso del Estado.
En ese momento por cierto -la primera elección en la que participó- Morena no ganó ningún ayuntamiento y colocó apenas una diputación plurinominal. Como puede verse, era un escenario completamente opuesto al actual. Pero en muy poco tiempo, cambiaron el sentido de las corrientes políticas.
En solo dos años, el gobernador que había hecho historia para su partido, sufrió una derrota abrumadora: Andrés Manuel López Obrador arrasó en el estado y Morena ganó sus primeras cinco alcaldías, entre ellas dos importantes: Matamoros y Ciudad Madero. En la elección federal además, el entonces candidato al Senado Américo Villarreal Anaya asestó el primer gran golpe político a los Cabeza de Vaca, al vencer en las urnas a Ismael.
Fueron los primeros grandes signos de debilitamiento del régimen panista. Si bien era común que los gobernadores en turno padecieran las elecciones intermedias, pocas veces se había registrado un desgaste tan rápido para un gobierno que había llegado con un bono democrático tan alto.
A partir de entonces, las cosas no hicieron sino empeorar para el panismo, entregado por completo a los designios de su líder político. La confrontación de Francisco García Cabeza de Vaca con el presidente de la República -el más popular de la historia moderna- marcó un antes y un después para Tamaulipas.
En el 2021, el panismo sufrió otra derrota avasaArchivo • Expreso-La Razón lladora. Aunque ganó la mayoría de los ayuntamientos, perdió algunos de los más importantes, Reynosa, Nuevo Laredo, Victoria, Altamira, y conservó Madero y Matamoros.
En su poder se quedaron dos bastiones regionales que por lo demás, respondían a liderazgos políticos ajenos al cabecismo: Tampico, bajo control de Chucho Nader, y el Mante y la región cañera, con César “El Truko” Verástegui. El golpe más fuerte lo recibió en la elección legislativa, donde Morena logró 20 diputaciones. A pesar de eso, no hubo al interior del PAN espacio para la reflexión ni cambio alguno de estrategia.
Por el contrario, los cabecistas afianzaron el control del partido y reforzaron su guerra contra el gobierno federal. Aprovecharon su control de la estructura gubernamental y movilizaron todas las instituciones del Estado para intentar resistir y retener la gubernatura. Hasta el último momento, emplearon a las fiscalías, y trataron de presionar en los tribunales electorales para detener el triunfo de Morena en el 2022, cuando Américo Villarreal Anaya consiguió una victoria histórica por el número de votos obtenidos.
Fue el principio del fin. Un par de años después, ya lejos del presupuesto y con el ex gobernador Francisco García Cabeza de Vaca y sus principales operadores en Estados Unidos para evitar ser detenidos, el PAN cayó aún más.
El cómputo total de la elección del 2024 en Tamaulipas revela una disminución del 24% de los votos que había conseguido en la última contienda, la de 2021 en la que de por sí ya había ido a la baja con 515,765 votos, mientras que el pasado 2 de junio apenas sacó 391,763. Perdió ademas las últimas alcaldías relevantes que le quedaban: Tampico y Mante. También perdió presencia en zonas rurales que controlaba, como San Fernando, vital por su situación geográfica y sus particulares componentes sociales; perdió Soto La Marina, cuyo alcalde había ganado bajo la bandera de MOrena pero pronto se plegó a los designios del PAN. También se le esfumó el control política de la Frontera Chica, donde perdió los ayuntamientos de Guerrero, Mier y Camargo. Todo ello, además de haberse resignado a perder el control total de los grandes municipios fronterizos como Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo, donde radica más de una tercera parte de la población tamaulipeca.
En el Altiplano también perdió espacios, como el municipio de Tula. Para ser más claros: el PAN, si bien mantiene presencia en algunos municipios, perdió lo más importante. Ocho municipios del estado ejercen casi el 90% del gasto de todos los ayuntamientos.
Son Nuevo Laredo, Tampico, Victoria, Matamoros, Reynosa, Madero, Altamira y Mante, que en conjunto ejercieron presupuestos de egresos en el 2024 por 14,328 millones de pesos, y que desde el 1 de octubre están en manos de Morena. Esto significa que el PAN además empezará a padecer problemas económicos, pues también verá reducidas sus prerrogativas para el próximo proceso.
Pese a este contexto adverso, no se observan en el horizonte panista posibilidades concretas de un cambio de rumbo político. Recientemente, Luis René Cantú -uno de los más fieles operadores del cabecismo- reasumió las funciones de presidente del Comité Directivo Estatal, y desde entonces ha iniciado un proceso para renovar las dirigencias municipales, convertidas muchas de ellas en delegaciones
Es el caso de Reynosa, donde apenas el fin de semana, en medio de reclamos de la militancia, fue impuesta la ex diputada Juanita Sánchez. Los tímidos intentos de otros grupos por sacudir al Comité Estatal del PAN no han trascendido y sus líderes parecen replegados, en espera de mejores tiempos. La minibancada panista en el Congreso del Estado es un ejemplo claro de la crisis que vive ese partido.
Además de su escasa representación -son apenas siete diputados, sin posibilidades de frenar las iniciativas de la 4T- se trata de un grupo parlamentario diezmado. Gerardo Peña, quien será su coordinador, tuvo que recurrir a los tribunales para que le permitieran tomar posesión pese a estar inhabilitado por irregularidades cometidas durante su gestión como Secretario de Gobierno en la anterior administración. Mientras que su compañero, Ismael García Cabeza de Vaca ha buscado por todos los medios que se le permita tomar protesta vía virtual, por su temor a venir a México y ser aprehendido.
POR STAFF