CIUDAD VICTORIA, TAM.- Don Luis despertó de su siesta manoteando y tosiendo escandalosamente, su recámara y el pasillo de la casa se hallaba invadido de un denso humo que dificultaba la visión.
“Se está quemando la casa” pensó, y de inmediato corrió a la cocina a checar la estufa … pero todo estaba en orden. Luego recordó que en el altar a la virgen de Guadalupe había un par de veladoras y de tres zancadas llegó a el … las veladoras estaban encendidas, pero intactas.
Sus ojos se empezaron a irritar y tosía cada vez más fuerte. Tomó una playera y se la puso en la cara cubriéndose la boca y la nariz. “Tal vez se esté quemando la casa de la vecina” pensó el viejo y salió a la calle. Lo que vio, lo hizo montar en cólera.
Efectivamente el origen de la humareda tenía que ver con su vecina, pero no a causa de un incendio, sino de la enorme quema de basura que la señora tenía en la acera de su casa. Resulta que doña Marina había desocupado un cuarto lleno de tiliches, triques y chácharas, y para deshacerse de ellos, se le ocurrió la brillante idea de quemarlos en la vía pública.
Fue así como con un poco de gasolina inició la enorme fogata para incinerar un par de muebles, un viejo trastero y un colchón. Todos en el barrio ya sabían de la costumbre de doña Marinita de quemar basura por las tardes: desde papeles y sobres de botanas, hasta ropa y papeles cagados.
Varias veces, las vecinas se quejaron de que la ropa colgada en los tendederos quedaba impregnada con el olor a humo por las constantes quemas de basura de la señora.
Incluso una vez, Tomás, el hijo menor de la dueña de la miscelánea, tuvo un ataque de asma provocado por el humo que se había metido a su habitación. Pero está vez las cosas habían ido demasiado lejos, pues ya no se trataba de una simple “lumbrita” sino de una enorme hoguera cuyas llamaradas medían más de dos metros.
Para don Gúicho, está fue la gota que derramó el vaso, y decidió no quedarse de brazos cruzados, desenrolló la manguera, abrió la llave al máximo, y sin más ni más apuntó hacia la humeante fogata. ¡Que gusto se dió don Luis aventando el agua a chorros sobre la lumbre! – ¡Eh qué le pasa viejo chiflado! ¿Porque me apaga mi lumbre? – ¿Cómo que por qué? ¿Que no ve que nos está llenando de humo la casa? – respondió don Luis. – ¡Ese no es mi problema! ¡Yo estoy en mi casa y aquí yo puedo hacer lo que me dé mi regalada gana! – Pues para empezar no está usted en su casa, está en la vía pública, además está contaminando todo el ambiente ¿Que, no sé da cuenta? – Yo estoy en mi banqueta por si no se dió cuenta – dijo doña Marina alzando la voz. – Pues fíjese que la banqueta no es de su propiedad, debería fijarse mejor en todo el daño que hace quemando basura todas las tardes.
Don Luis y doña Marina seguían enfrascados en su discusión cuando otro par de vecinas se les unieron. – Es que usted ya ni la friega doña Mari, todos los días tenemos que tragarnos el humo de sus lumbres – dijo Rosa, una vecina que trabaja en Coppel. – ‘Sicierto’ – le secundó doña Tere – a esta hora llega mi marido del trabajo y no hay día que pueda cenar en paz porque se nos mete todo el humo a la casa por su culpa. – ¡Pues cierren las ventanas para que lo se les meta el humo y ya! El Caminante se aprestaba para ir a su chamba, cuando alcanzó a escuchar la alegata y salió a ver qué pasaba.
Doña Marina se encontraba muy alterada por la lumbre que le habían apagado y don Luis, manguera en mano defendía su proceder apoyado por todo el vecindario.
Cuando más agitada estaba la discusión, llegó Carlos, un trabajador del municipio a poner orden. – Cálmese doña Marina, le va a dar el patatús, y usted don Luis suelte esa manguera, vamos a hablar como gente civilizada – dijo Carlos. Ya menos tensa la situación, los vecinos hicieron sus reclamos frente al otro. Luego de muchos dimes y diretes, el hombre le explicó a doña Marina que de acuerdo al reglamento municipal de limpia pública, está terminantemente prohibido, de acuerdo al artículo 26: “quemar basura o residuos de cualquier clase, en lugares públicos y en el interior de los predios” y que la multa por quema de basura va desde 840 y hasta 16 mil 898 pesos.
Fue al escuchar esta última cifra que doña Marina se puso muy seria, agarró su escoba y se metió a su casa. La quema de basura no es solo algo molesto, es también contaminante y afecta directamente a personas provocando irritación de los senos paranasales, dificultad para respirar, dolor de pecho y dolores de cabeza.
Además afecta a plantas y mascotas especialmente si se incineran sustancias tóxicas. Ojalá que más personas tomen nota de este problema y eviten quemar basura. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA