La frontera norte de México alcanza una longitud de 3 mil 185 kilómetros e involucra a Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, que serían la puerta para la repatriación de los +/- 11 millones 500 mil de inmigrantes indocumentados que Donald John Trump amenaza echar de la Unión Americana, en cuanto asuma la presidencia (enero 20 de 2025).
En nuestra entidad, existen 18 puentes internacionales de los 36 que hay en toda la franja fronteriza, por lo que es de esperarse que por ahí al territorio nacional incursione casi la mitad de los deportados, reclamando al menos techo, comida y asistencia médica.
Lamentablemente, los alcaldes de municipios fronterizos no han entendido (y menos analizado) la problemática que se les vendría al disparárseles la explosión demográfica, pues tan ocupados están en sus enjuagues que dicen carecer de tiempo para atender otros menesteres.
Y eso que el gobernador, Américo Villarreal Anaya, daría indicaciones a los munícipes para enfrentar la contrariedad y sugerido cómo encararla.
En su indolencia frente al brete binacional, aparecen los presidentes municipales de Guerrero (Laura Verónica Peña Martínez), Mier (Adriana Hinojosa Ibáñez), Miguel Alemán (Ramiro Cortez Barrera), Camargo (Ernestina Perales Ortiz), Gustavo Díaz Ordaz (Nataly García Día), Reynosa (Carlos Víctor Peña Ortiz), Río Bravo (Miguel Ángel Almaraz Maldonado) y Matamoros (José Alberto Granados Favila).
Al menos así lo refleja su hasta hoy indolencia para diseñar estrategias que no afecten de más a las poblaciones aterrorizadas con tanta violencia como la que enfrentan, pues la llegada de miles de desterrados traería consigo además de hacinamiento, mayor inseguridad, al carecer de recursos con qué sobrevivir, trabajo, vestido y, por supuesto, servicios públicos.
Lo peor del caso, es que los ediles en tiempo y forma han sido advertidos de la complicación que les espera al ser investido el nuevo inquilino de la Casa Blanca, sin que nada hagan hasta el momento para prevenir que la arremetida yanqui no resulte tan agresiva para sus comunidades.
Cierto es, sin embargo, que hasta hoy no ha sido deportada la masa (de inmigrantes indocumentados), tan cacareada por el relevo de Joseph Robinette Biden Jr., pero, de que se irán de la Unión Americana, no tenga ninguna duda.
Y menos que serán echados a territorio tamaulipeco por lo menos la sexta parte –hablamos de casi 1.9 millones +/- de latinos–, si acaso a Trump se le ocurriera repartir las deportaciones en partes iguales a las seis entidades vecinas del sur.
Como fuere, no se prevé un proyecto de asistencia por parta de las autoridades municipales que, por cierto, le han endosado la asignatura al Gobernador, quien ya ha sido convocado por la jefa del Ejecutivo federal a tomar cartas en el asunto.
¿Y por qué, entonces, los alcaldes se duermen en sus laureles? ¿Por su comodidad, indolencia, opacidad, negligencia, incapacidad o insuficiencia para atender el tema?
La desatención a los migrantes estacionados en la frontera tamaulipeca, es un asunto grave que detiene el desarrollo, por la omisión mostrada en la práctica del poder.
Esto, en parte, en cuanto al plano federal.
Y en lo que respecta los ayuntamientos, también hay desidia para solucionar el tema, al no saber los alcaldes cómo tratarlo, hasta el grado de argumentar que ése rubro deben resolverlo el Gobierno estatal y/o la Federación.
Hace días le comenté (en este mismo espacio,) acerca de ello, ante la indolencia mostrada por los ediles fronterizos.
No obstante que la presidenta, Sheinbaum Pardo, afirma que habrá nueva política migratoria del Gobierno Federal, cuya finalidad sería el pleno respeto a los derechos humanos de toda persona que cruce por territorio nacional, independientemente de su origen.
Trump y el T-MEC
El hecho de que Donald John Trump y Claudia Sheinbaum Pardo no digan con precisión si hubo, en su conversación telefónica, un acuerdo o no para el blindaje de la frontera norte de México, a fin de impedir más ‘cruces’ una vez instalado el republicano en la Casa Blanca, de ninguna manera quiere decir cancelar la negociación de un necesario acuerdo.
Así lo advierto porque la presidenta de México, al visitar Tamaulipas, dijo que gracia a la mano de obra mexicana los alimentos pueden llegar a la mesa de los comensales yanquis, aunque el punto central que ambos están obligados a resolver antes de que el estadounidense asuma el poder es el relacionado con el tratado comercial T-MEC.
De ahí que los dos personajes estén hoy obligados a explicar hasta dónde llegó su trato y en qué forma incidirá en las relaciones bilaterales, porque nadie se traga el nuevo rollo del mandatario yanqui de querer mucho a los mexicanos.
Y menos cuando Trump los ha ofendido tanto al considerar que son un real peligro para la Unión Americana, acusándolos de enviar criminales, drogas e indocumentados a su territorio.
Lo cierto es que los expatriados connacionales radicados allende el Río Bravo empiezan a prepararse para su repatriación.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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