Ha concluido 2024. Más allá de los personajes y los nombres propios, considero que el resultado electoral y el balance de poder resultante representan el acontecimiento político más relevante del año.
Al iniciar el año, muchos analistas pensaron que el resultado electoral de 2024 se parecería más al de las elecciones intermedias de 2021 –año en que la coalición gobernante perdió cierto apoyo en la Cámara de Diputados, pero no la mayoría–, que al de las elecciones de 2018 en las que López Obrador ganó una mayoría absoluta con mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Aquel pronóstico no era del todo irracional, dada la evidencia de 2021, pero resultó equivocado. Tras conocerse los resultados definitivos, la elección de 2024 no sólo ratificó el triunfo de la coalición gobernante, sino que, de hecho, amplió su fuerza legislativa y el apoyo en gobiernos locales.
A posteriori, el resultado electoral de 2021 quizá pudo deberse más a un voto de castigo transitorio originado por la crisis pandémica y la recesión que le acompañó, que a un desgaste del partido en el gobierno. Visto desde esta perspectiva, el resultado electoral quizá no sea tan sorprendente. Como escribí en este mismo espacio el 6 de junio pasado: “Una elección tan holgada como esta puede tener diversas lecturas. Por un lado, representa un claro mandato del electorado: puestos a elegir entre continuidad y cambio, eligieron lo primero. Por otro lado, el cúmulo de ilegalidades registradas a lo largo del proceso, e incluso antes de su inicio –como la evidente intromisión del Presidente en la contienda–, también denotan una competencia sumamente dispareja”.
No debe resultar sorprendente que las políticas redistributivas del gobierno –entre programas sociales, aumentos en salarios mínimos y obras públicas dispendiosas– cuenten con amplio respaldo popular. El problema es que para financiarlas se ha recurrido a un déficit récord en el gasto público, al debilitamiento de la inversión pública socialmente rentable y al desmantelamiento de capacidades estatales en salud, educación e infraestructura.
En términos de finanzas públicas y bienestar social, se trata de un modelo insostenible, pero que ha ofrecido grandes rendimientos al partido oficial. Así las cosas, la presidenta Sheinbaum consiguió una mayoría absoluta de votos y, además, su coalición podrá reformar la Constitución a su antojo. En tan sólo tres meses han desmantelado el Poder Judicial y logrado la extinción de organismos autónomos.
El presidencialismo sin control ni contrapesos está de regreso, así como un incipiente régimen de partido hegemónico. Los voceros y simpatizantes del gobierno y su partido argumentan a menudo que todo lo anterior cuenta con legitimidad democrática porque el electorado entregó mayorías calificadas al gobierno en las urnas. Este argumento es falso o merece, al menos, numerosos calificativos: en efecto, las y los votantes mexicanos le otorgaron mayoría calificada en una Cámara, pero no en la otra. Esa mayoría calificada se consiguió abusando de la figura de las coaliciones legislativas y de las inequidades del proceso electoral antes señaladas. El Tribunal Electoral decidió no intervenir al respecto y lleva parte de la responsabilidad.
Por otro lado, gracias a las curules de primera minoría, la coalición gobernante no consiguió mayoría calificada en el Senado. Al instalarse la LXVI Legislatura, a la coalición oficial le faltaban tres senadores para contar con mayoría calificada. El que el oficialismo haya conseguido tan fácilmente los votos que le faltaban en el Senado se deben tanto a la debilidad de los partidos de oposición como a las tácticas de presión del gobierno. Los partidos de oposición no han estado a la altura de lo que exigió más de cuarenta por ciento del electorado.
2025 será un año difícil y con numerosos retos: crecimiento económico a la baja, gasto público con severos ajustes y promesas de campaña difícilmente sostenibles. Además, el gobierno tendrá que lidiar con las amenazas creíbles de otro presidente demagogo y con mínimos contrapesos. Ojalá podamos tener un feliz año nuevo.
POR JAVIER APARICIO