Si en la historia de la vida pública nacional es una constante una eterna simbiosis y caos entre rudos y técnicos, el momento histórico de la 4T como producto de la transición entre AMLO y Claudia Sheimbaum exige con premura el hecho de trascender.
El expresidente y ciudadano mascupanense abrió el camino para una visión de país que puede llevarlo al camino del progreso con la limitante de todos los candados impuestos deliberadamente por el mismo obradorismo para su blindaje, y que al final culmina o culminaría en charrerías catastróficas (‘sindicalisis’, por ejemplo).
Aunque el voluntarismo de AMLO pudo fragmentar a los grupos de poder enquistados en el presupuesto nacional, redujo la brecha económica entre mexicanos y demostró con hechos los beneficios de la austeridad republicana, el espectro en cuanto margen de acción fue muy reducido.
El obradorismo visto desde una perspectiva cuasi romántica es la esencia original y tradicional de un gobierno con tintes socialistas. La planificación de una economía que garantice el bienestar siempre al cuidado de los sectores más vulnerables (y vulnerados) de la población.
Minar a los grupos de poder que se convirtió en una tarea sumamente fácil ante todas las limitantes y limitaciones que ellos mimos se impusieron. Acabar con la red de intereses hasta el final tal como terminó su sexenio con una reforma judicial sin precedentes, de buenas intenciones pero que al final puede terminar en un arrebato autoritario innecesario para nuestra vulnerable democracia.
Pero la fuerza cuatroteísta que permitió una suma de adeptos sin precedentes es casualmente la que llegó al poder con Claudia Sheimbaum y cuya visión de la izquierda y del bien común va más allá de la eterna lucha entre buenos y malos. O de ricos contra pobres.
La visión de política de la nueva elite federal abarca un espectro más amplio, analítica, planificadora y que enfoca la aplicación de políticas públicas, la verdadera razón de gobernar, con resultados cuyo nivel de impacto y métrica ya son considerados.
Y sobre todo, con una visión del mexicano que no se reduce a una proyección cinematográfica estadounidense o de los estudios Churubusco.
El mexicano de la era Sheimbaum no es sólo considerado como tal, o como rico o como pobre, como corrupto u honesto. El espectro de análisis y de problemáticas a cubrir o resolver es sumamente más amplio y complejo.
El análisis para implementar políticas públicas ahora considera a la persona y a la comunidad como un eje fundamental. Las nuevas dinámicas sociales dictan otra ola de derechos fundamentales y aspectos de la vida diaria en las ciudades y zonas rurales que repercuten directamente en todas sus comunidades.
Los derechos de las mujeres, por ejemplo, son un eje fundamental del Proyecto de Nación que intenta implementar la presidenta por la deuda histórica que tiene el país en garantizar todos sus derechos y la equidad de género.
En la agenda obradorista además quedó pendiente la libertad para la comunidad LGBTQ+ de tener los mismos derechos que el resto de la población y terminar así su discriminación al menos en papel.
Las consecuencias desastrosas del combate al narcotráfico que inicio en 2007 y hasta la fecha cobra cientos de miles de vida al año. Y el papel de las fuerzas armadas en las desapariciones forzadas que borraron del mapa incluso a comunidades enteras.
Y en su efecto el recuento de daños para resolver casos que mandaron al archivo y existen numerosas ONGs que exigen su apertura (como el caso de las masacres de San Fernando).
Aunque AMLO combatió frontalmente a la “mafia del poder” y al menos apartó a conveniencia del negocio (Ricardo Salinas Pliego) no ahondó en entrometerse con toda la estela de problemáticas que suelen provocar desde la IP en las comunidades.
Como a la mafia inmobiliaria en diversas partes del país que blanquearon capitales provenientes de la corrupción en construir, reconstruir o remodelar zonas urbanas y después objeto de despojo y/o gentrificación.
Sin mencionar los daños ecológicos en corredores industriales, del sector energético, y la contaminación que mata lentamente a millones de mexicanos. O el despojo de tierras ejidales para la explotación de recursos naturales, energéticos y también con las renovables.
La urgencia de modernizar el aparato de gobierno ante la exigencia de reducir el personal de oficinas y aumentar el de calle con la obra maestra de ingeniería social que implementó AMLO como lo fue el despliegue de Siervos de la Nación.Ya consolidados su despliegue por todo el territorio nacional requieren funciones más específicas y surge la necesidad de automatizar muchas funciones que aún en la actualidad la realiza un numeroso personal.
Y toda la información que han generado las dependencias de gobiernos y autónomas como el INEGI debe de ser procesada para darle un fin en la era de la Inteligencia Artificial. La presidenta por el mismo motivo creo la Secretaría de la Transformación Digital.
Y sólo por mencionar algunas temáticas importantes concernientes a los mexicanos como individuos y comunidad.
Es un repentino salto ideológico de la una visión romántica de la 4T y su aterrizaje a la realidad del verdadero mexicano que tiene otras necesidades más que la atención del Estado (que sí es esencial).
Y es además el lanzamiento de una moneda al aire sobre el futuro de la 4T y su concepción de Segundo Piso, si el país da el salto a la posmodernidad mexicana o como en muchas partes del mundo despiertan los autoritarismos del pasado.
POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ