25 marzo, 2025

25 marzo, 2025

El futbol: su refugio y pasión

Rodrigo Cabrera ha destacado en tigres y espera debutar y consolidarse en busca de cumplir el sueño de niño.

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El fútbol no es sólo un deporte. Para algunos, es un escape; para otros, es un sueño pero para unos pocos, es el único camino posible, la única manera de sobrevivir, resistir y encontrar un propósito en la vida.
Este es el caso de Rodrigo Ramos Cabrera, conocido en el mundo deportivo como ‘Rorro’, un joven futbolista cuya vida se ha forjado en las canchas, pero también por la lucha constante contra los obstáculos de su entorno.
Nacido en El Mante, Tamaulipas, pero criado en Ciudad Victoria, Rodrigo creció en un ambiente marcado por la inestabilidad familiar y en ocasiones por recursos. Por ello, desde su infancia, el fútbol fue mucho más que un simple juego: fue su refugio, su pasión y la razón que lo impulsó a seguir adelante cuando las circunstancias parecían conspirar en su contra.
Hoy, con la camiseta de Tigres Fuerzas Básicas, sabe que el camino aún es largo, pero también que cada sacrificio lo ha acercado más a su sueño. En sus palabras, el fútbol ya no es solo un juego, es su vida, su destino.
Con 20 años, ‘Rorro’ sueña con ser jugador de primera división, por ahora está cerca y a la vez tan lejos, pero aún le queda mucho camino y oportunidades por tener.
Pero como él sabe nada es fácil, pero trabajará para lograrlo, así como lo ha hecho para salir adelante como paquetero en una tienda y taquero en algunos momentos de su vida, sabe que todo se gana, no se regala y lo mismo es en el futbol.

El primer encuentro con el fútbol: Un destino sellado desde niño
Rodrigo no nació en un campo de fútbol, pero el balón siempre estuvo presente, incluso antes de que pudiera comprender la magnitud de lo que representaba. Su primer encuentro con el fútbol fue, en palabras de él mismo, casi por azar.
“Mi papá de sangre le gustaba el voleibol, entonces me lo intentó inculcar, pero nunca me gustó. El fútbol siempre me gustó. Pateaba las botellas en el recreo y jugaba con ellas”, recuerda con nostalgia. Aunque el fútbol parecía un sueño lejano, el instinto era claro. No necesitaba un balón ni un campo perfecto, cualquier cosa servía, ya que su conexión con el fútbol era natural, casi predestinada.
Los años pasaron y aquel niño que pateaba botellas en el recreo se encontró con la oportunidad de dar un primer paso en el camino que había soñado. A los 8 años, se unió a su primer equipo y empezó a competir en torneos escolares.
“Yo empecé a los 8 años a jugar fútbol como tal, pero no tenía un equipo. Fue en la Escuela Himno Nacional donde empecé. Jugaba la Copa SNTE y todos esos torneos escolares. Cuando estaba en quinto de primaria fue cuando empecé a jugar la Copa UAT con la Mainero”, explica. Para él, cada partido fue una confirmación de que estaba en el camino correcto, pero sabía que aún le faltaba mucho por recorrer.

Cuando el sueño choca con la realidad: Los entrenamientos que no podía tomar
A pesar de su amor por el fútbol, las dificultades económicas y familiares casi lo obligan a abandonar su sueño. Mientras otros niños acudían a sus entrenamientos sin pensarlo, para Rodrigo la rutina era una meta inalcanzable.
La realidad de su vida no le permitió asistir con regularidad, lo que le generó un sentimiento de frustración, pues no tenía el mismo crecimiento que todos, al menos así lo sentía él, aunque su nivel decía todo lo contrario.
“Yo solo iba a los partidos. Fue complicado porque mi mamá, que fue la que me sacó adelante, no me dejaba irme solo a entrenar, y ella no podía llevarme. Cuando iba el profe por mí, entonces sí iba”, comparte Rodrigo.
“Yo a mi papá de sangre le decía que me llevara pero nunca contestaba, eso me afectaba, pero pues me dediqué a jugar en la calle y cuando entrenaba lo hacía lo mejor posible para aprender”, añadió.
Aunque no podía entrenar de forma regular, cada partido era su oportunidad para demostrar que estaba listo. Y esas oportunidades, aunque escasas, las aprovechaba al máximo.

De defensa ‘rompe balones’ a futbolista con talento
Al principio, nadie veía en Rodrigo al mediocampista o delantero que hoy todos reconocen. Su habilidad natural era tan poderosa que lo llevaron a jugar de defensa, donde debía ‘reventar’ el balón cada vez que llegaba cerca. Pero algo dentro de él sabía que su lugar estaba más cerca del arco contrario.
“Yo empecé de central porque nunca había entrenado, pero le pegaba muy fuerte al balón. Entonces me decían que todo lo reventara. No me daba miedo el balón, pero de repente me divertía tanto que me encontraba metiendo goles y corriendo desde abajo”, recuerda con una sonrisa.
Rodrigo sabía que tenía algo especial. “Yo tenía el fútbol en la sangre. No puedo decir que es un don, pero sí algo nato, algo que se me daba bien”, afirma. Su talento comenzó a destacarse, pero el verdadero reto era que alguien lo viera.

Rodrigo y su desarrollo
Rodrigo siguió jugando futbol y conforme creció ya era más fácil para él ir a entrenar, pues su mamá ya le tenía confianza de que fuera solo, ya sea caminando o en el micro. Dentro de su recorrido además de Mainero, también estuvo en Colther y posteriormente en Furia Azul/Atletico Victoria, este último equipo el cual le abrió las puertas a muchas cosas.
“Un día yo vi que Robert (Aguilar), publicó que había visorias para Furia Azul, ellos jugaban en la Liga Nacional, lo que era la cuarta y quinta división, entonces fui, y entrené. Me mandó con la quinta por mi edad, y la quinta de ellos era Atlético Victoria. Ahí jugué con ellos, ahí fui agarrando más nivel, y ya después con Atlético jugué más torneos y me hice de ese equipo”, señaló.
Rodrigo empezó a demostrar aún más su talento nato, y sumado a que empezaba a trabajar más, mostraba cosas interesantes pero aún estaba en Ciudad Victoria, “yo pensaba que se me iba el tren”.

Una oportunidad que llegó cuando parecía tarde
El destino de Rodrigo parecía incierto. Había probado suerte en diferentes visorías sin éxito y las oportunidades se desvanecían por los problemas económicos. Fue cuando menos lo esperaba que el destino lo tocó de nuevo.
“Recuerdo que estaba en la plaza, tenía una salida con una amiga, y en eso me llamó el profe Heredia. Me tenía que presentar para visorías con Tigres. Ese día fue muy loco, porque tuve que dejar casi plantada a mi amiga. Nos vimos, me llegó la llamada, le dije ‘me tengo que ir’ y la acompañé para que se fuera. Luego fui a rogarle y llorarle a mi mamá en su trabajo. Yo quería ir, pero ella no quería. Recibí un rotundo no”, cuenta, revelando la frustración de un joven que pensaba que su oportunidad se le escapaba.
Sin embargo, la intervención de su padrastro cambió el rumbo de su historia, “cuando llegó mi mamá, me preguntó por qué no tenía mis cosas listas: ‘Te va a llevar el profe, tienes que estar listo’. Ese fue uno de los mejores momentos porque sabía que tenía la oportunidad de mostrarme”, recuerda, con una mezcla de agradecimiento y emoción, “mi padrastro y ella hablaron con el profe Heredia, y después mi padrastro convenció a mi mamá, fue así como cambió de opinión”.
Esa oportunidad lo cambió todo. Después de tres días a prueba, le confirmaron que había quedado en el cuadro felino.

El encuentro con los ídolos: Un sueño hecho realidad
Para Rodrigo, un día entrenaba en canchas de tierra, y al siguiente, compartía vestuario con sus ídolos. El choque de realidades fue asombroso, pero también inspirador.
‘Rorro’ pasó por Tigres Sub-15 hasta la Sub-23, actualmente, en todas las divisiones pasó momentos agridulces, pero también aprendió de todo.
“Al inicio fue duro, me tocó la pandemia, después estar lejos de mi familia, si batallaba pero era lo que quería, iba a hacer lo que fuera por estar allí”, dijo.
Conforme pasaron los años llegó una recompensa pues aunque hay momentos duros, también puede decir que estuvo entrenando con el primer equipo.
“La primera vez que me toca ir es con Miguel Herrera y Chima Ruiz. Llego y veo a Soteldo, al Diente López, a Gignac, a todos los que veía en la tele. ‘¿Qué hago aquí?’, pensaba”, relata entre risas, recordando su nerviosismo al ver a figuras que solo había visto en la televisión.
En ese momento, el fútbol dejó de ser un sueño lejano para convertirse en su vida cotidiana. Y como todo gran futbolista, Rodrigo también tuvo sus anécdotas con los más grandes. “Me acuerdo de una anécdota con Gignac. Le quité un balón, fue todo bien, un taponazo, y por inercia lo empujé. No cayó, pero se trastabilló, y sí me dijo ‘No andes de confundido’. Yo le pedí perdón y paré el balón. Y Siboldi se enojó. Al acabar el entrenamiento, me dijo ‘No andes pidiendo perdón’. Palabras más, palabras menos, me dijo que no los viera como autoridad, que soy un jugador más como ellos, que un día voy a estar con él y no tenía por qué pedir perdón”.

El trabajo de taquero en vacaciones
Rodrigo de niño fue paqueterito, ahí supo por primera lo que fue ganar su propio dinero y lo que le costó ganarlo, “entendí que mi mamá no la tenía fácil, yo era muy caprichoso, si quería algo de la tienda lo pedía hasta que me lo daban, y yo no sabía si ese dinero después le faltaría a mi mamá o padrastro”.
Ahora en la actualidad en más pensante. Sabe lo que cuesta, “sí me gusta trabajar, esa vez trabajé de taquero para tener dinero para lo que quisiera comprar en mis vacaciones, me invitó un amigo del futbol y pues le metí, no me dio pena, a mí me ha gustado trabajar siempre honradamente”, puntualizó.
Incluso confesó que pidió trabajo en Tigres, “fui a la Tigre Tienda, quería trabajar ahí cuando no entrenara, un ingreso extra porque los salarios en básicas no son altos. Me dijeron que no, que me concentrara a jugar y entrenar, me aumentaron un poco el sueldo, no fue mucho pero me ayudó. Allá nos dan todo, comida y casa, pero si quieres algo extra lo tienes que comprar tú, comida, y todo lo de didis o demás”.

El susto del corazón y el miedo a perderlo todo
Justo cuando todo parecía encaminarse en el torneo pasado donde se ganaba más minutos, un susto de salud amenazó con truncar su sueño.
“Íbamos a jugar contra Mazatlán y me dijeron que tenía un problema del corazón. Cuando me estaban explicando en el hotel, me fui, no escuché más. Solo recordé lo del ‘Kun’ Agüero, que tuvo que retirarse”, dice con un toque de temor.
“Esa vez pues estaba en shock, no sabía que iba a pasar, Juan Carlos, el director deportivo habló conmigo también ese día, que él había tenido problemas similares pero que había podido jugar de nuevo, que estuviera tranquilo. No jugué ese partido, no me quisieron aceptar, le hablé a mi mamá y ella se espantó, pero pues al final me apoyó”, destacó.
Afortunadamente, no era nada grave. “Al final, me dijeron que era un detalle más que nada, pero nada que me afectara. Me dieron de alta, si me asusté, pensé que ya no iba a jugar pero gracias a Dios no, estoy jugando de nuevo y cuidándome”, confiesa, visiblemente aliviado.

Sin resentimiento todo es más fácil
Aunque pasó momentos complicados por su padre de sangre que lo dejó y separó de su madre, no tiene resentimiento y aunque indica que no hay una confianza, no le desea el mal, “mucha gente no lo entiende, no sabe lo que es vivir eso, tener un padre ausente, y de niño no sabía muchas cosas, ya de grande entiendo lo que pasó mi mamá, y me duele, pero ya es pasado”.
“No tengo resentimiento, tal vez no hay confianza, pero no tengo rencor, yo voy a salir adelante con mi mamá, con mi padrastro, mi hermana y toda mi familia que me apoyó”, dijo.
Todo eso lo ha tomado gracias a diferentes libros que lee, pues aunque no parezca es apasionado por la lectura, incluso recientemente cuando pasaba uno de sus peores momentos anímicos y deportivos, gracias a un libro comprendió y entendió la palabra resilencia.

El futuro: Jugar, crecer y darle una casa a su madre
Hoy, Rodrigo no juega solo por él. Su motivación es mucho más profunda. “Yo a veces he querido rendirme, pero mi motivación es todo eso que viví de chico. Quiero sacar adelante a mi mamá y mi familia, una vez yo le dije a mi mamá cuando íbamos en el micro, un día te compraré una casa como esa (era una casa bonita), y seguiré luchando por eso”, expresa con determinación.
“Tengo el sueño de estar en primera división, he estado cerca, pero trabajo para ello, sea aquí o sea donde sea yo lucharé por esto, por el sueño que tengo desde niño”, puntualizó.
Para él, el fútbol le dio un refugio, pero ahora busca devolverle a su familia todo lo que hicieron por él. Porque, como él mismo lo dice, los sueños no son solo para quienes los persiguen. Son también para aquellos que te apoyaron en el camino hacia ellos.
Cada paso que da, cada entrenamiento, cada partido, es un tributo a su familia, especialmente a su madre, quien lo ha acompañado en cada uno de sus sacrificios. Su motivación va más allá del fútbol: es una deuda emocional que quiere saldar, un compromiso con aquellos que creyeron en él cuando el mundo le daba la espalda.
Hoy, cuando pisa el campo, lo hace con la certeza de que su sueño está más cerca que nunca. Pero también con la humildad de quien sabe que, aunque el camino fue arduo, fue ese mismo camino el que lo forjó como el hombre que es. Y así, mientras sigue persiguiendo el balón, Rodrigo busca un título pero también está construyendo la casa que le prometió a su madre, está dando vuelta a su historia, y está demostrando que no hay sueño tan grande ni obstáculo tan fuerte que pueda detener el corazón de un verdadero luchador.

Por Daniel Vázquez
Expreso-La Razón

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