20 marzo, 2025

20 marzo, 2025

2015-2025: eterno retorno

HORA DE CIERRE / PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ

En el imaginario cuatroteísta tamaulipeco el villano favorito obviamente es el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Son evidentes además las razones para detestarlo por el ejercicio del poder con tintes absolutistas concentrados en una sola persona enferma de poder que sólo desmoronó su soberbia y principalmente por confiar de más en sus amigos y parientes carentes de intelecto.
Pero algo si es cierto y siempre lo será, la fuerza que logró como figura política que le permitió llegar al poder y lograr 16 años después la alternancia política tras 83 años de régimen priista.
Pero ¿Qué le dio tanto poder a Francisco Javier García Cabeza de Vaca que le permitió cometer tantos atropellos? Todo se puede remontar a una serie de sucesos que detonaron en 2015 en la completa fragmentación del priismo tamaulipeco, fragmentación que nunca pudo revertir Cabeza de Vaca ni en su locura y que al parecer tampoco podrá hacerlo el morenismo tamaulipeco.
Previo a las fisuras que se dieron en el tricolor, el asesinato de Rodolfo Torre Cantú se podría considerar como el parteaguas que rompió en añicos la unidad priista.
La llegada de Egidio Torre al poder dio un viraje de 180 años a toda una estructura política y de poder que se había organizado muy bien entre los ex gobernadores Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores (Cavazos se mantenía en la operación a nivel nacional) y todos los compromisos que se pudieron hacer previamente se esfumaron.
La accidentada sucesión erigió un muro entre su grupo político y el de sus allegados con los que hasta hace unas semanas eran sus amigos y aliados. La desconfianza, la soberbia y/o ambas incrementaron la tensión ya de por si existente por la coyuntura política de un magnicidio y el estallido de un conflicto armado sin cuartel entre los grupos delictivos en todo el estado.
Bajo ese mismo contexto el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa presionó a los priistas a rendir cuentas por el terror y la violencia que cimbraban todas las calles y zonas rurales del estado, y comenzó la narrativa de responsabilizar tanto a Yarrington como a Hernández Flores.
Todo fue bien aprovechado por el entonces ex secretario de gobierno Morelos Jaime Canseco para agregar a la misma lista a prácticamente toda la clase política tamaulipeca que se mantenía vigente hasta ese momento.
Los carpetazos lanzados a diestra y siniestra replegaron a todos los priistas y aunado al fenómeno de inseguridad y el control que mantenían los delincuentes incluso en la vida pública de los municipios, poco a poco fue surgiendo una casta política y de operadores que fueron mermando los espacios del priismo que hasta entonces se presumía invencible.
La responsabilidad que le entregó el gobierno de Enrique Peña Nieto y su nuevo PRI al egidismo enfrió desde un inicio la relación entre el estado y Federación y fue prácticamente nula la atención que le puso EPN al estado.
Pero sus aliados si lo estaban, entre ellos Francisco Javier García Cabeza de Vaca.
La anarquía que produjo la fragmentación y la violencia le había permitido al calderonato desplegar a amigos y aliados de Cabeza de Vaca en las delegaciones Federales (y el primer atraco al presupuesto tamaulipeco, pero Federal) y mantuvieron la misma inercia durante el gobierno de EPN por el apoyo que dieron al plan reformista inicial, principalmente en el sector energético.
La fragmentación natural y oportuna en las diversas y complejas regiones del estado fueron bien aprovechadas por las huestes del cabecismo y poco a poco su proyecto fue ganando adeptos de enemigos del egidismo, o de los ex gobernadores, o de la DO, o de algún alcalde de todas las esquirlas que había dejado la explosión priista.
Para Cabeza de Vaca fue muy fácil llegar al poder y tener una votación histórica que para su pesar la superó el doctor Américo Villarreal Anaya. Las cosas como son.
Pero las esquirlas siguen en el suelo y aunque Cabeza de Vaca en su momento trató de echarlas todas en un saco, la incompetencia de sus allegados provocó tantas fisuras que terminó por tirar todo para caer en las manos del proyecto cuatroteísta, principalmente en esa figura tan compleja que se ha convertido el municipio en un estado como Tamaulipas.
Esas esquirlas como lo son los liderazgos rurales, las alcaldías y los grupos nacionales que merodean el estado, no se entrometen pero usan representantes (AKA Adán Augusto, Monreal, etc,etc).
Y aunque la 4T presume de ser la concentradora de voluntades a su proyecto pese al grado de poder que ha concentrado, las divisiones en sus grupos son evidentes, el margen de operación de algunos muy limitados y la fortaleza real proviene de los programas sociales que entregan la Federación y el Estado.
Si en Tamaulipas las voluntades se suman pero siguen ajenas a un verdadero proyecto de estado en el que todos entren en el paquete, la volatilidad del poder en otras partes del país o de los vecinos del norte dejan grandes fisuras que alimentan el oportunismo de los adversarios, por más diezmados que se encuentren.
Por ejemplo, ayer que Francisco Javier García Cabeza de Vaca presumió que su situación legal ante la Interpol fue aclarada y ya puede andar libremente por el mundo, curiosamente recién entrada la era Trump.
A una década de distancia las condiciones entre los grupos políticos son similares a las que se daban en 2015. Y aunque hace diez años los estragos de la violencia eran también un gran aliciente, los divisionismos en la política estatal parece ya institucionalizados y su único antídoto tal vez podría ser la movilidad política que ha anunciado la presidenta Claudia Sheimbaum.
Un tema que será abordada en este espacio editorial proximamente.

POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ
@pedroalfonso88

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