En México, muchas micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) nacen de una buena idea o de la necesidad de generar ingresos. Sin embargo, al crecer, se enfrentan a un problema común: el desorden financiero. Y es que manejar bien el dinero no solo es una práctica administrativa, es una estrategia para crecer de forma escalable, ordenada y sostenible.
Una buena práctica financiera es la manera en que una empresa organiza, controla y proyecta su dinero. No se trata solo de saber cuánto se vende, sino de conocer cuánto cuesta operar, cuánto se gana realmente y cómo invertir para crecer sin ahorcarse.
Muchas empresas pequeñas operan «al tanteo», sin registros formales. Eso impide tomar decisiones inteligentes, el llevar un registro mensual (aunque sea en Excel) con entradas, salidas, gastos fijos y variables. Con eso puedes ver patrones, ajustar gastos y detectar fugas de dinero.
Otro punto importante para los empresarios es saber cuánto necesitas vender para cubrir todos tus gastos es fundamental para crecer sin endeudarte. Calcular cuántas unidades o servicios necesitas vender al mes para no perder dinero. A partir de ahí, fija metas de crecimiento realistas.
El poder realizar estás y otras buenas prácticas financieras ayudará a las mipymes a crecer de forma escalable ya que una empresa ordenada puede prever escenarios, ajustar a tiempo y tomar decisiones estratégicas con información clara. No se trata de volverse experto en finanzas, sino de aplicar lo básico con disciplina. Cuando una Mipyme tiene sus números claros, puede crecer paso a paso, sin improvisar y sin depender solo del “buen mes”.
Una buena práctica financiera no es algo de empresas grandes: es la base para que las pequeñas crezcan con rumbo, con control y con visión empresarial. El orden financiero no limita, al contrario: te da libertad para tomar mejores decisiones y escalar tu negocio con confianza.
¡Nos leemos la siguiente semana!
Por : Jorge Antonio Reyes Cruz
