27 abril, 2025

27 abril, 2025

La importancia de los niños

Sabias palabras dijo la abuela que, con cansancio, dedica su vida a sus nietos

Un escándalo rompe con la armonía de la silenciosa tarde. Ladridos de perros retumban a lo largo de la cuadra, alterando a más de un vecino que, con curiosidad, se asoma a la calle para enterarse de primera mano de la razón de tan ruidoso argüende.

Bajo la sombra de un flamboyán se observa, de pie, a una mujer de alrededor de 65 años, cargando una bolsa “ecológica” repleta de triques como cosméticos, calcetas, broches, y moños, hasta fundas para celulares, y bolsas con nopales, chochas y medios kilos de tomate.

La señora no viene sola, junto a ella caminan tres niños como de 4, 5 y 6 años (en escalerita dicen por ahí) y un enorme pero desnutrido perro con rasgos de pastor belga al que se le notan los huesos.

Los otros canes del rumbo enloquecen ante la presencia de la mujer y su séquito, golpeando los portones y barandales desde adentro en una alocada sinfonía de aullidos que parece no tener fin.

Pero la doñita no repara en el impacto de su presencia ante la población perruna, casi al final de la calle se aproxima a una puerta y llama a voces a la inquilina. “¡Cataaaaa!” grita en repetidas ocasiones, pero nadie le responde. Cruza hacia la acera de enfrente y golpea una puerta de madera. Don Lázaro sale a recibirla.

– Doña Lety buenas tardes, ¿Cómo está? – saluda el viejo colocándose los lentes. – Vine a buscar a Cata, pero parece que no están, ¿y Brendita anda por ahí? – pregunta la mujer. – No están, fueron a comprar las croquetas pa’l gato, pero no han de tardar – dice el hombre. – Es que ya le llegó la cinturilla que me encargó ¿se la puedo dejar con usted? – Si claro, yo sé la entrego – responde Don Lázaro extendiendo los brazos.

– A’í le dice que luego hacemos cuentas. El par de adultos mayores intercambian un par de comentarios más y se despiden con una sonrisa. Ahora, Doña Lety, sus tres nietos y “Popeye” (el perro) emprenden el lento regreso a su casa, en una colonia vecina. Durante el trayecto se topan con el Caminante, quien va hacia la tiendita del barrio a comprar pan. – Buenas tardes Doña Lety, ¿cómo ha estado? – Bien, joven ¿que dice el Expreso? – Ahí andamos echándole ganas Estos son los hijos de Ana, ¿verdad? – Nomás el grande, estos dos tremendos son de Armando, y allá en la casa se quedaron las dos niñas de Nere, las más grandecitas.

– ¡Qué bárbara señito trae todo un batallón a su mando! – Si ya se, y yo que pensaba que pa’ esta edad yo no andaría yo criando huercos – dice la anciana acomodándose la bolsa en el hombro – pero pues como están de vacaciones se me juntaron todos en casa. – Ah, pero ¿y cuando entren a clases ya “se rompe una taza y cada quien para su casa”? – Nombre, Ana me los deja porque a su esposo le cambian turnos en la Estatal y ni modo que se queden solos mientras ella trabaja, y Armando pues desde que se quedó viudo “no ha traído cabeza” y Nere, pues que le digo, está muchacha nomás no entiende, no quiere ponerse “seria”,
ahorita se fue con un novio trailero y sabrá Dios cuando regrese. – Híjole Doña Lety, y mientras tanto usted tiene que cargar con todo el kinder.

– Pues ya qué, pero pues lo prefiero a qué andén todos regados por a’í. – Oiga ¿y no le dan mucha guerra? – Uy pues que le digo ¡son rete tremendos! sobre todo estos dos chiquitos, se la pasan haciendo travesuras todo el día, ya me tienen el patio lleno de mugrero …el único que me hace caso es el Popeye. – ¡Póngalos a qué le ayuden! – Si verdad, pues mire con que no hagan tantas maldades me conformo, además pues son niños y tienen que entretenerse en algo. – Pues sí pero, ¿qué no deberían ser sus papás quienes los deberían estar cuidando?

– Es lo que yo les digo, ya muchos años me chingue yo criándolos a ellos, para ahora tener que lidiar con los nietos; pero les aclaro, los niños no tienen la culpa de sus broncas, los niños tienen que ser niños, jugar, cansarse de correr, gritar y hacer travesuras, prefiero eso a verlos todo el día en el celular. – Bueno si, eso es muy importante. – ¡Claro que sí! Acuérdese que estos niños son los que dentro de 20 años van a ser sus doctores, o la maestra de sus hijos, o el policía o el mesero que lo atiende en el restaurante, o la enfermera o la contadora que le va a llevar sus libros.

– Fíjese que no lo había pensado de ese modo. – Así pasa, nos olvidamos lo que significa que “los niños son el futuro” por eso aunque es una lata, hay que darles una infancia feliz, a cuesta de lo que sea. Doña Lety le regala al Caminante una sonrisa y se aleja a paso lento, con sus tres nietos y su perro Popeye. ¡Cuánta razón hay en sus palabras! Los niños de hoy son los adultos que manejarán el mundo el día de mañana. Demasiada pata de perro por esta semana.

POR JORGE ZAMORA

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