10 mayo, 2025

10 mayo, 2025

De puntitas desde una barda alta 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Yo conozco la tarde sin viento, la noche sin cuesta al despertar en la banqueta. Como el viento sin viento conozco la tarde caída como ojos sobre un cuerpo.

Tráeme una lámpara de mano, doce galletas y una palabra escuchada apenas dos veces. Una palabra de esas. Yo escucho pasar el aire derretido, colapsado o inflando un globo. Mientras te escucho mira mi primavera yacer en el armario. 

A un campamento trae la locura, el mal tiempo, el karma mencionado desde el principio, trae el incendio. Se prevé que llueva luego de esta convención de arbitrarios vientos que han doblado las cortinas y apagaron los quinqués de los pueblos más pequeños. Ahora es calmo. Calmito como dicen en el puerto.

Mirándote dormir escribiré en el cartapacio de los que ya no existen, como escribir en los párpados, amorosamente, parte de lo que dijiste. Pero escucha, se está haciendo tarde. Gradualmente puedes abrir los ojos sin temor a equivocarme. 

Conozco el aire apagando el baile de la vela temblorosa, la debilitada voz de la noche bajo un árbol conozco. Sin nada. Desde un séptimo piso vi la ciudad caminar sin zapatos por la arena, serena, sin viento, con alergia, sin frenos, precipitada al horizonte.

Desde luego hay parques en mis ojos, pasajeros momentos de silencio , aprendí a ver la existencia de otro como yo, desde luego voy en sentido contrario a las manecillas del reloj.

Será que reconozco el método del agua cuesta abajo en el crepúsculo, soy el problema filosófico de la lluvia, bailando en el llano como llanto, como ligeras lianas envueltas en llamas. Será que me reconozco en lo que paso de un lado a otro en el hara kiri diario de los sueños de ese otro.

Mis pies atorados en el cuerpo aletean por el sendero sin descanso. Acostumbrado al polen, al liquen y a los gusanos del pomo, tengo intacta la memoria de las caídas impunes.. Mucho después soy pensamiento, ungüento de la carne, lubricante de huesos y fantasías de mis ausencias. 

Son muchas imágenes y he elegido una y la soporto, he hablado en público, acudí a una voz que me hablaba, me senté entre una multitud a ver mi película, inconforme vagué por una calle de lugares comunes, llevé sobre los hombros a un sentenciado a cadena perpetua. 

En la comisura de mis labios una palabra camina contra mi, no siempre he tenido el control de ese recurso literario, se pronuncia en objeciones, en adjetivos impropios e imprevistos, oscurece abajo de la boca y aprendió a no salir cuando más la necesito. 

La soledad no obstante va filtrando humedad callejera, entre relámpagos aparezco con una alforja de marca y una cartera en la bolsa trasera. A media calle, a media cuadra, a mediodía no creo que llueva y llueve. 

Al fondo de la imagen aparezco desnudo, voy siendo cristal hasta arrugarme en mil porsiones, en mi habita la clepsdidra y yo no lo sabía. Pudo haber mandrágoras encalladas y nadie me lo dice. Qué difícil es el sol que se mueve conmigo, la luna que me mira, las cosas que nada me dicen. 

Después abandonaré la jaula. Hace tiempo dejé los zapatos que me gustaban. La camisa cuadrada luce colgada por si una bella tarde, la botella cayó de mi mano y fue capturada por el olvido, dejaré un recado en la mesa como los de antes, una actualización de Facebook, un Twitt bien cabrón, un tik tok bailando un segundo antes. 

Desde una cuchara de arroz me torno en ser rapaz, retorno a la infancia, dos veces un pañuelo, un lunar en la espalda, parado de puntitas para ver los juegos desde una barda alta. Soy el niño que siempre soñé haber soñado, hablando en no sé qué lenguaje. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Facebook
Twitter
WhatsApp