Estoy en casa. Escucho la lluvia como música, atento a lo que pasa a rastras por los pequeños riachuelos formados en el barrio. Escucho la vida, la sé leer ahora como nunca. Acabo de leer un libro y terminé exhausto por lo denso del barroco Carpentier, no hallo qué hacer.
En la televisión hay un partido de fútbol y el balón viaja en el aire rumbo al extremo izquierdo donde Estrada lo espera. En el algoritmo de redes sociales el señor Trump anuncia aranceles para el mundo, es parejo el vato.
El balón jugado desde la portería se desplaza con parsimonia por el césped, los jugadores recrean los días de alegría en las retas callejeras, el público presiona ahora, los hace garras, les recuerda a su mamacita que abandonaron por irse a tirar patadas. Unos iban a ser médicos, otros se hicieron ingenieros, pero ahora les da más billetes la pelota. Todos desean ser como Cristiano Ronaldo que sigue metiendo goles a sus 40 años, pero algunos son bien chupes, con que aguanten el segundo tiempo y no llegue Ramos y se les barra por abajo. Porque ahí les encargo.
Estrada recibe el balón con la zurda y al mismo tiempo la empuja por el borde del área, ve un peso y lo levanta así como que nadie se dé cuenta ¿de quién sería ese varo?, mientras Agustin Estupiñán la pide en corto. Comienza a llover en el campo, una finta quiebra al defensa y casi lo manda al hospital. Estrada se acerca a la esquina del área como quien llega a la escuela y no lleva la tarea, no sabe qué se hace en estos casos.
El público enloquece y cerveza en mano comienza a gritar leperadas al equipo contrario, cuyos jugadores no llevaron barra que les tire paro, concentrados cierran la marca y con un brazo el defensa más alto comete una falta que por supuesto no vio el Árbitro. En las redes virales los países se quejan de Tromp pero no hay árbitro por ningún lado, dicen que fue al baño.
De nuevo Agustín queda libre con su libre albedrío, pide a Dios esto y lo otro- pero Dios no juega a los dados- y pide el balón como con la mano para hacer un espectacular remate. Estrada no le pasa la pelota. Estrada se la niega, es un país libre y soberano, no es un protectorado de los Estados Unidos asi que pagará los aranceles justos, se escucha decir desde las redes sociales.
Veo la calle y el agua comienza a rebasar la banqueta y amenaza con entrar a la casa. Trump instala una base militar cerca de la frontera, Estrada tiene tantita compasión y suelta la pelota un segundo antes de que los defensas lo agarren a pedradas, también en la tele aprieta el agua y los jugadores resbalan para recuperar su infancia.
En eso, por la debilidad causada por falta de entrenamiento, tipo Messi, Estrada cae y el árbitro que no vio ni marzo, al verlo caído marca un penalti inexistente, mismo que de pie es confirmado y aplaudido por el enardecido público.
En la red social se anuncia que Trump ya dio marcha atrás de nuevo y ya no sabe ni que pedo. En México se anuncia una revolución económica por la inteligencia artificial, por la computación cuántica y México cuenta con un centro de datos con lenguaje propio. Estoy alucinando, van a saber dónde andamios. México está en la copa mundial y estamos en el primer mundo y el árbitro continúa errando.
El penalti fallado por Estrada es una estrategia de Marketing, el público reacciona viciferando, se puede ver en Ia tele cómo acumula coraje y revienta gritando, comprando cerveza a lo carajo. Trump continúa la farsa para confundir a occidente, es un niño en el recreo haciendo bullying a los más pequeños.
Nadie va ganando, esta aburridísimo el partido y quiero salir de la Matrix, excepto porque afuera está lloviendo, y no salgo. No espero a nadie tampoco.
HASTA PRONTO