En tu risa asombrosa hay fundamentos de sobra. En tus ojos se deshojan los párpados por la lluvia y la patria avanza con agua y sin ella o a su pesar en medio de todo este poema. Dibujo de alas, mariposa ebria y loca, estoy aquí cantando en medio de la noche.
La noche me lleva, me jala por los cabellos, al otro lado del sueño un sujeto se llama como yo me llamo, y te hablo. No me miras a mí sino al lugar que quiero, no me abrazas, me atrapas, no me buscas te escondes en mis escombros, te vuelves mis dibujos. He dicho que cuando te pienso no te pienso, estás en todos lados. Hay calles por donde no ya pasado nadie, he llegado a creerlo.
Soy la ciudad en la bruma de una montaña, debajo de unas escaleras para trepar y bajar de una casa, soy lo que ahora eres. Soy el intérprete de ese gran poema. Cómo no amarte desde la pequeña rosa diurna en alas de una mariposa. Desde que nací empecé a tener todo.
Esta es la canción puesta en la radio con los éxitos del momento. Acaban de pasar las doce por la calle democracia. Pensé en las personas que trabajan cobrando y vendiendo algo, una pomada, una oferta del año.
Llevas los zapatos mojados, la boca cubierta y los ojos muy fijos y grandotes como palomas de la parroquia. Eres el mundo tal como lo conocemos. Desde aquí puedo ver como hay sol en tus ojos
La mañana es un jardín. En su vuelo la inmensidad pasa por la vida de todos como un día con todas las ciudades unidas por un pañuelo blanco, un sobre vacío, unos labios cubiertos con tela.
Ciudad eres como la calle que me lleva, como el país de hojas verdes, más veces verde. A veces raíz que se bebe. Te pienso en un mar de gorriones. En una playa de sueños, de paisajes claridosos viéndonos fijos, sin tantos rodeos, apenas amanecidos y dichos.
Me arma de valor el vino de tu semblante como olivo tierno y salvaje, como un idilio de ideas en sus versiones apócrifas, como salones vacíos y un poco de agua en las soleras donde cante un gallo. En esos ojos encontré los verdaderos nombres de las flores y celebraban la vida y los aniversarios, son nombres comunes entre los vecindarios y entre los pasajeros de este intenso viaje, en esta republicana idea de estar juntos.
Con las cejas al borde de una nube te pareces a todos nosotros. En barcas muy ligeras tus pestañas son oleajes de remos atroces que zarpan con la vista al mundo de los sueños. Tus ojos como dos navíos que cruzan la noche invisible llevan dioses verdaderos que me despiertan y me llaman a la puerta, tus labios son las cornisas de una paloma blanca en la estructura de la primera luz del día.
Amaneces en el derretido páramo que en mi crece, en mi techo y en las parvadas que salen para recordarte el cielo, el brebaje de las sirenas encantadas. En los tallos del habla un río de heridas abre las piedras y escapa a los dedos, a la hierba verde, a los árboles sin pájaros.
Desde que nací lo tengo todo. La casa es una ciudad abierta y en tus hojas desnudas hay también un día de hierro, un escriba en la puerta que repite el domicilio de sus habitantes. Hay lectores de cartas que uno escribe, y quien se ríe y sueña con un futuro común y como uno solo.
Desde mis brazos más cercanos te traigo esta noche. Dibujo las casas de afuera, las antiguas construcciones que se detienen con una raya. Me late el sol, este es el camino que lleva a otro cuerpo, a las demás voces, al resto que guarda silencio.
Estoy después de la lluvia, al otro lado de tu casa. Solo tú puedes salvarme, aquí donde vivo y me cubro de la lluvia pudiente, te escribo con las canciones de mis mejores días en la voz de mis propios fantasmas.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara