No le faltaba razón al inteligente maestro de física que advertía una desolación en los artistas con relación a los temas al paisaje de nosotros.
Los tiempos han cambiado y el paisaje sigue siendo asombroso pero curiosamente no existe una escuela de paisaje que nos abra los ojos a la contemplación de nuestras sierras, los parajes, caminos y colinas que trasparentan en los días de.luz, lluvia y sombra las tonalidades de la naturaleza que bebé al mar y rios su extraordinaria belleza que fluye como un canto anónimo en los sembradíos de maíz, sorgo, caña y maíz.
Canto de las yerbas con el viento orquestadas por grillos y chicharras con tambores y guitarras y chiflidos de los pájaros. El paisaje es un tema de temas en el arte mexicano donde el Dr Atl nos llevo a sus volcanes y los viajeros paisajistas del X1X , nos nombraron el universo de tierra y cielo mexicanos.
Bien escribía Don Alfonso Reyes que “llegamos cien años despues al banquete de la cultura”. Y es que somos ingratos con los que nos rodea y nos cubre de alegría y satisfacciones que solo siente el que ama la naturaleza del arte.
El paisaje también se bebé y se come. Se disfruta en la confitería de las cactáceas, en las semillas de las calabazas, en el sabor de la caña, en las ciruelas y naranjas, en los nogales y Piñones que llevan en sus hojas el sabor de nuestros labios.
El paisaje se bebé con la caña, dokes con nosotros en los girasoles bajo el cielo del Cerro del Bernal, y en los mangos que recorren cachetones todo el sendero huasteco hasta llegar a Victoria entre gustabas e higos que se asoman en regocijo en las tapias de piedra y sillar.
No existe que yo sepa un canto de nuestros artistas al paisaje que nos prenda al Cerro del Diente de San Carlos o al Cerro del Viento de Abasolo, ni las sierras montadas de plátanos de Llera ni los jugos de La Morita . No se ha pintado el olor de la guayaba ni la cadena de cactáceas que bajan de Palmillas, Tula y Jaumave, ni las chochas que mis roban las mañanas agridulces en las delicias de las flores de la pita y la palma. El paisaje es el menú de nuestros ancestros en la sierra y la planicie en el colorido de los pájaros y el tronar de las calandrias y de chinchos que acompañan en sus picadas al pájaro carpintero.
No hay paisajistas en una tradición que apenas se vislumbra en los pinceles de los artistas de los años cincuentas y sesentas con Alfonso X Peña, nuestro artista Deco,o con Pedro Banda que se acercó con trabado pincel de color y sinceridad sobre el sabor del paisaje.
Tal vez Gustavo Sánchez Tudon toque las raíces de nuestro paisaje y el Doctor Tomas Cordova lo saboree en sus retablos de bodegones .Y tal vez con fuerza y calidad, que vibra nuestro corazón, el Doctor Acuarelista de Tampico que nos inyecta el paisaje tampiqueño con sabor a nar y barcas de Río fundidos al azul de Tampico. Delicias en las obras de José Reyes Meza, que tocan el paisaje y la boca del amor, pero no existe una escuela de paisaje que nos lleve al asombro del espíritu, de esta tierra cueruda que tiene mucho que ofrecer desde la planicie a la montaña, la alta montaña con sombrero de lluvia y sol..
Tierra de Montes Altos en los senderos del cielo. Sería importante volver Al Cielo de Gómez Farías, al paisaje de La Laguna de Tula, a los muelles de los puertos, en las calles de nuestros pueblos de San Carlos, Cruillas y Jimenez con la telúrica de sus colores y el sabor en la mesa.
El Paisaje se bebé y se come. Y dónde están los adormilados agentes de turismo que motiven a nuestros artistas a pintar el paisaje nuestro que también es corazón de Tamaulipas. Mirar la obra de Ramón Cano Manilla en su telúrica belleza, de Alfonso X Peña, del Inedito Alonso, o de David Celestinos Isacs es llegar a la intimidad de una paleta que sintió el paisaje nuestro. Retomemos el camino.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO




