MÉXICO.- La alianza política que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia comienza a mostrar signos de desgaste.
Claudia Sheinbaum, en los primeros meses de su mandato, enfrenta una decisión clave: mantener los acuerdos que facilitaron la transición, a pesar del estorbo en que se han convertido algunos personajes, o consolidar una ruta propia de liderazgo.
Mientras tanto, figuras del sexenio anterior como Adán Augusto López y Ricardo Monreal ven reducida su influencia tras distanciarse del nuevo centro de poder. Se empeñaron en acotar loa los espacios de la presidenta, pero con sus errores e impertinencias se han trepado a la piedra de los sacrificios.
En distintos sectores del oficialismo se percibe un repliegue de antiguos aliados, en medio de una etapa de ajustes y reposicionamientos.
En estados como Tamaulipas, el reordenamiento es evidente. Perfiles provenientes de otras fuerzas, que en 2018 —con oportunismo— se integraron a Morena, buscan ahora el cobijo de otras siglas para seguir disfrutando de los privilegios del poder.
Casos como los de Maki Ortiz y José Ramón Gómez Leal reflejan esta disputa territorial en un nuevo contexto político que ya no es lo que fue en los tiempos felices de sus alianzas con los personajes en desgracia.
Sucede, finalmente, que en el ejercicio político no existen ni se admiten vacíos.
Como advirtió Michel Foucault:
“El poder no se comparte, se ejerce o se pierde.”
📊 Negocio en Jauja
Las casas encuestadoras están en auge. Sus dueños disfrutan de una temporada de bonanza.
Sobran los políticos que financian ejercicios narcisistas que alimentan el ego de aspirantes a ser presidentes municipales o regidores.
El problema: las encuestas ni siquiera son ya foto del momento, es un ejercicio fantasioso con numeros que se ajustan, según el monto de lo que paguen.
Y cuando el cliente de los encuestadores ve el engrendro numérico que lo pinta como el primero, exclama eufórico: ¡soy el primero!
¡La gente me adora!
