6 diciembre, 2025

6 diciembre, 2025

Rodolfo y el agiotista

EL FARO/FRANCISCO DE ASÍS

Don Rodolfo, hombre cercano a los ochenta años, se había levantado temprano como siempre, hecho su caminata diaria, a su regreso siguió su rutina habitual, se bañó se rasuro y al terminar se aplicó su loción con aroma de lavanda como lo hacía cada tercer día, se puso una camisa blanca algo vieja pero limpia y perfectamente planchada. Se encaminó a la cocina y allí se puso un mandil para evitar ensuciar su ropa y preparó unos huevos estrellados -tiernitos como le gustaban a él, su café y calentó tres tortillas de harina.

Como todos los días, abrió su periódico que recogía al regresar de su caminata y se puso a leer detenidamente las noticias y las columnas que le gustaban, Estaba sólo, María su esposa se había ido con una hermana. O mas bien había huido a casa de una hermana para evadir a un agiotista al cual le había pedido dinero y no había podido pagarle a tiempo y ahora le presentaba una cuenta enorme.

Ellos habían tenido una buena vida durante la mayor parte del tiempo que habían compartido juntos, tenían una casa bonita, cuidada que ambos se habían esmerado en mantener no solo funcional, sino con detalles que les daba mas comodidad. Pero hacía diez años que el gobernador del estado había liberado permisos para instalar casinos, y dese ese entonces empezaron a tener problemas, María iba al casino y jugaba, como era de esperarse la mayoría de las veces perdía, y le pedía prestado a don Gumersindo, agiotista que prestaba al 15% mensual. María tenía adicción al juego se había vuelto una ludópata.

En el pasado habían tenido que recurrir a los ahorros que tenían, luego a vender un terreno con el fin de poder saldar las deudas con el agiotista. Esta vez María había alcanzado a pedir una cantidad que casi cubría la mitad del valor de su casa, y Gumersindo estaba obsesionado con dicha propiedad, había alterado los papeles que María le había firmado y la amenazaba con levantar una denuncia penal por fraude si no le pagaba, lo que quería el usurero era que le cediera su casa.

María con lágrimas en los ojos le contó del problema a su esposo, quien al escuchar del monto de la deuda se preocupo en un principio, guardó silencio por unos momentos y le dijo a su mujer:
-No te preocupes, vete a casa de tu hermana para que no te moleste. Yo le voy a invitar un coñaquito y seguro que nos arreglamos.

Así, María tenía algunos días ya fuera de la ciudad, Gumersindo la estuvo buscando sin éxito, no quería hablar con Rodolfo porque ya en el pasado no le había ido muy bien, y aunque había cobrado el dinero de entonces, le era mas fácil intimidar a María y cobrar lo que quería.

Ese día había invitado al coyote del dinero a ir a su casa para platicar de la deuda, fijaron la hora para las 12:30 p.m.
Puntual, llegó Gumersindo a casa de Rodolfo quien lo recibió muy amablemente ofreciéndole un café, que con gusto aceptó el agiotista entrando inmediatamente en el tema:
-Pues bien, don Rodolfo, aquí estoy para revisar la deuda de su esposa y llegar a un acuerdo. Inició el tiburón.
-¿Y de cuanto es la deuda don Gumersindo? Preguntó Rodolfo.

-Pues ya con los intereses y los recargos de los pagos que no ha hecho son siete millones.
Aunque Rodolfo sabía que era la cifra que le iba a mencionar el usurero, puso una cara desencajada de sorpresa:
-¡Caray don Gumersindo, mi mujer me dijo que en total solo le había pedido dos millones!
-Bueno, pero usted ya sabe de los intereses, los recargos por falta de pago y los gastos de cobranza son muy importantes.

-Pues mire, ni dándole esta casa le puedo cubrir la deuda.
-Pues mire, yo vengo con el ánimo de negociar y que lleguemos a un acuerdo ¿Qué valor tiene esta casa?
-Pues con trabajo llegará a los cuatro millones y medio.
-Déjeme ver -dijo Gumersindo sacando una calculadora sacó cuentas,
Puso cara seria dijo.

-Pues es mucho dinero, le tendría que hacer una rebaja del 55% Un dineral!
Don Rodolfo puso cara de compungido y pidió:
-¡Hágame el favor! Le doy la casa y saldamos la deuda.

Con cara de incredulidad por fuera pero lamiéndose los bigotes interiormente el agiotista dijo:
-Bueno ándele, allí quedamos. ¿Cuándo firmamos escrituras?
-Pues usted dígame, vealo con su notario y me avisa.
-¡Correcto! Dijo Gumersindo ya sin disimular su alegria.
-Le parece si brindamos por el arreglo don Gumersindo -dijo Rodolfo- tengo un coñaquito especial por ahí que me dejó mi papá y lo degusto sólo en momentos especiales.
El chacal que estaba listo siempre para aprovechar el momento asintió con gusto.
Don Rodolfo fue hacia una bufetera que estaba pegada a la pared del comedor y donde se encontraban servidas dos copas.

-Sabía que nos íbamos a arreglar y ya las tenía servidas. Dijo Rodolfo ofreciéndole una de las copas.
Tomaron la bebida con algunos comentarios y el avaro pidió que le sirvieran otro trago, y al terminarlo se fue.
Dos días después, al estar leyendo el periódico, Rodolfo se topó con una nota: “Agiotista es encontrado muerto. Le dio un infarto”.

Rodolfo no pudo contener una sonrisa y exclamó; ¡No si el coñaquito nunca me ha fallado!

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