En el cauce del río Bravo, a su paso por Tamaulipas, el agua corre lenta, cansada, como si arrastrara décadas de sobreexplotación y olvido.
Las presas internacionales Falcón y Amistad, que alguna vez fueron gigantes capaces de abastecer ciudades, campos y ecosistemas enteros, hoy se encuentran reducidas a su mínima expresión: la Falcón apenas al 5.7 % de su capacidad y la Amistad en un 12 %, sin que haya señales reales de recuperación.
El déficit no es reciente y es que desde hace más de una década, las lluvias han sido insuficientes para recargar estos embalses que dependen de aportaciones en las cuencas altas.
Y por ende, la situación se ha agravado al punto de que la deuda de agua que México mantiene con Estados Unidos, derivada del Tratado de 1944, es considerada “impagable” por las autoridades.
“En las condiciones actuales y las que hemos enfrentado durante los últimos cinco años, la deuda es imposible de cubrir”, advirtió el secretario de Recursos Hidráulicos de Tamaulipas, Raúl Quiroga Álvarez, al precisar que serían necesarios más de 7 mil millones de metros cúbicos para cumplir con el compromiso, volumen que solo podría ser aportado por un huracán de gran magnitud.
Sin embargo, desde el paso del huracán Alex en 2010 no se ha presentado un fenómeno capaz de llenar las presas internacionales.
Mientras tanto, el agua disponible se destina únicamente al consumo humano urbano, dejando a distritos de riego como el 025 al borde de quedarse sin dotación si no llueve de manera extraordinaria en los próximos meses.
Aunque la deuda no recae directamente sobre Tamaulipas, sino sobre el Estado mexicano, la escasez impacta de lleno a la región fronteriza.
“Nadie está obligado a lo imposible”, señaló Quiroga, insistiendo en que la solución pasa por restablecer el equilibrio en la cuenca y ordenar el manejo del recurso a nivel nacional.
El río Bravo, que durante generaciones fue símbolo de vida y frontera, hoy refleja en sus aguas bajas la magnitud de una crisis que no reconoce límites geográficos y que amenaza con dejar seca no solo la ribera, sino también la esperanza de quienes dependen de él.
▶️Sequía meteorológica: un alivio parcial con efectos invisibles
Paradójicamente, Tamaulipas atraviesa uno de sus mejores periodos en cuanto a sequía meteorológica.
De acuerdo con al último reporte del Monitor de Sequía en México, el 98 % del territorio estatal no presenta afectaciones.
Lo anterior se ha mantenido desde mediados del 2024 hasta la fecha, gracias a todas las lluvias registradas en dicho lapso.
De igual modo, a los repuntes en almacenamiento de presas del centro y sur, como la Pedro J. Méndez, Emilio Portes Gil y Ramiro C. Dorantes, que incluso se encuentran a tope y sin dejar pasar al Sistema Lagunario que sobrepasa su capacidad de forma histórica en estos momentos.
Continuando con la sequía meteorológica, solo el 1.1 % del estado, correspondiente a áreas de Nuevo Laredo y una franja de Nueva Ciudad Guerrero, se ubica en la categoría D0 (“anormalmente seco”), mientras que el 0.9 % enfrenta sequía moderada.
Tamaulipas, así, se coloca entre las entidades menos afectadas a nivel nacional y sin presencia de sequía severa, extrema o excepcional.
Aunque esta “buena racha” en términos meteorológicos contrasta con una realidad más dura: la ausencia de escurrimientos suficientes en ríos como el Bravo, donde la falta de aportaciones desde las cuencas altas ha derivado en problemas sociales que se agravan cada día.
Las tensiones por el agua, la reducción en la producción agrícola y la incertidumbre sobre el futuro de las comunidades fronterizas son un recordatorio de que la sequía meteorológica y la crisis hídrica no siempre van de la mano.
Antonio H. Mandujano




