CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Domingo 17 de agosto, 19:30 horas. El sol caía poco a poco y la noche se asomaba en Ciudad Victoria. Aunque las calles estaban tranquilas, el Parque Enrique Cárdenas de la Liga Santa María de Aguayo tenía vida propia. No era un entrenamiento ni un juego más; era el día en que dos jóvenes, Gael Paulin Cano y Emiliano Sánchez, vivirían el momento más importante de sus cortas carreras.
Las familias habían preparado todo: mesas, sillas y dos lonas, una con el logo de la Liga Santa María de Aguayo y otra con el de los Diablos Rojos del México, el próximo equipo de sus hijos.
Mientras caía la noche y el reloj avanzaba rumbo a las 20:30 horas, Gael y Emiliano aguardaban con nerviosismo. En esos minutos de espera, su entrenador de pitcheo, Iván Córdoba, los observaba con orgullo y les lanzó un mensaje que parecía sencillo, pero que cargaba verdad pura: “Tienen mucha disciplina, y eso es importante, esto no es casualidad no es magia, es trabajo de ustedes”, les decía Iván Córdoba.
Esa frase resumía años de entrenamientos, sacrificios y aprendizajes. Porque más allá del talento, la disciplina fue lo que los tenía sentados en ese momento, a punto de encontrarse con el scout que cambiaría sus vidas.
A las 20:30 horas, puntual, llegó el scout enviado desde el centro del país. Lo recibieron en la central de autobuses y lo trasladaron a la liga, donde estrechó la mano de Gael y Emiliano. Nerviosos, pero felices, respondieron a su saludo a la entrada.
Tras una breve caminata hasta el home, el visor se acomodó junto a Roberto Botello, presidente de la liga, y lanzó un mensaje que marcó la noche: “La Aguayo está de moda… vamos a estar muy cerca de ustedes”, aseguró.
Pasaban las 20:45 cuando comenzó lo esperado: la firma del contrato. Justo donde todo empezó para Gael y Emiliano, en ese campo que los vio crecer…. El scout explicó que, por cuestiones administrativas, ese día solo firmaría Gael, pero se comprometió a volver en un mes para completar el papeleo de Emiliano. Después, habló sobre lo que significa este paso: una vida dedicada al béisbol y un cambio profundo también para sus familias.
“Es importante el paso que dan para lo que buscan, no es casualidad que yo esté aquí, tienen mucho talento. A partir de hoy se dedican al béisbol, pero no olviden sus estudios, Diablos es una organización profesional y por eso queremos profesionales no solamente en el campo, sino de la vida”, explicó.
Con apenas 13 años y un nudo en la garganta, Gael estampó su firma. Sus padres lo hicieron después, siguiendo la indicación del visor. Acto seguido, llegó la foto protocolaria: gorra y camisola de los Diablos Rojos. Entre risas, el scout le acomodó la jersey un par de tallas más grandes: “¿Quieres que la desabroche o por arriba?”, le dijo. Gael sonrió y le dijo: “por arriba, sí me queda”, dijo entre risas.
El momento más emotivo vino después. Tras todo el trámite que duró algunos diez minutos, su madre lo abrazó fuerte, le susurró “te amo, hijo” y no pudo contener las lágrimas. Su hermana lo felicitó con orgullo y, poco después, como una tropa, llegaron tíos, primos, abuelos y su bisabuela a fundirse en abrazos con el nuevo pelotero profesional. Gael, serio como siempre, solo decía “gracias”, aunque su sonrisa lo decía todo.
Entre aplausos lo rodearon, le aplaudieron y con algo de pena se limitaba a mirar su jersey, como forma de escudo y no sentir el nervio por ser el centro de atención.
Iván Córdoba, entrenador de picheo que lo ha acompañado en su formación. “Vas a llegar lejos si te lo propones”, le dijo antes de posar en una foto que resumía años de esfuerzo.
La madre de Gael tenía una cara de incredulidad, pues sabía que era un momento difícil. “Ahora viene lo difícil, dejarlo ir, pero es su sueño, y lo voy a apoyar” dijo la señora Nancy Cano.
El momento de emoción no solo fue para Gael. Magaly, madre de Emiliano, lo abrazó fuerte y con lágrimas contenidas le susurró: “Estoy orgullosa de ti”. Emiliano respondió fundiéndose en el abrazo de su madre, disfrutando también el reconocimiento a su esfuerzo.
Después, se tomó fotografías junto a ella y a su hermano, a quien no dudó en dedicarle palabras que revelaron su sentir: “Mi hermano es mi inspiración”, dijo orgulloso, con esa chispa en la mirada de quien sabe que su turno pronto llegará.
Tras más de 45 minutos de fotos, pláticas y sonrisas que quedarán guardadas en la memoria, las familias se retiraron poco a poco. El diamante quedó vacío, las luces del parque se apagaron, pero no así la llama que esa noche comenzó a arder con más fuerza: la luz de la esperanza. Esa que guiará los pasos de Gael y Emiliano en la ruta más difícil y soñada, la que apunta directo hacia las Grandes Ligas.
Y es que el 17 de agosto de 2025 no fue una simple firma, fue un pacto con el futuro. La Aguayo fue testigo de cómo dos niños que crecieron entre tierra, guantes y pelotas dieron su primer gran salto hacia la eternidad del béisbol. Un capítulo que cierra en silencio bajo el cielo victorense, pero que abre, con toda la fuerza del destino, el libro de sus sueños.
POR. DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN




