En la función de lucha libre que ofrezco por las noches, se ha quebrado el espejo, me jalaron las greñas, me gritó el respetable público. Por las esquinas se escucha un grillo. La noche se ha colado por la puerta. Escribo desde otro planeta .
La vida es el chamaco que sale por la puerta de casa a ver la calle desierta. A media cuadra se ha instalado un negocio de comida. Es la vida el coche con la bocina o sin ella, el parpadeo de los coches que pasan sin ver las casas, el cuarto recién construido del vecino.
La vida es la de cada quien. Lo que elije ver, es la imaginación, el instante antes de un lápiz, adentro de un libro. Es una voz que canta la canción de un pájaro, el cable atravesado en la cruz de un poste, al fondo se ve una nube blanca.
La noticia es el clima bajo la vida en un paraguas, el sol detrás de una raya y una sinfónica de truenos escondida en la casa del alba.
La vida soy, ese yo grotesco e innecesario a veces, ese yo de ida siempre. En los patios la demolición del polvo hace una lista de presentes, testigos del viento, ropa en el tendedero y el viejo arbol.
La vida es el atrapado silencio donde nadie escucha sus lamentos, la soledad solita donde nadie le hace sombra. Se han ido y se ha quedado todo revuelto en una foto. La luz quedó dejando rendijas en el suelo. Aún hay sueños levantados a la misma hora en la que el sol pega en las paredes su reloj eterno.
La vida son señoras conversando con amigas del barrio de su infancia, colegas de un solo tajo de cumpleaños, de la misma carcajada que recorre la tarde hasta que oscurece. Atrás pasa el perro de una y de todas oyendo todo.
Otra generación lleva muchos gigas en un aparato, va sobrado el vato con una caguama en el cuerpo, lleva 18 años y un voto, una escuela y una escalera para pintar el escenario. En el fondo la música ameniza la zumba, hay gritos y silbidos que animan el brinco, el veloz giro del cuerpo.
Ahí, si usted pone atención, pasa un asesor, el abogado que recién compró carro, el ganadero urbano, una pipa transportando agua, en todos los casos pasa uno mismo.
La modernidad aporta su ración de alarmas, sirenas de viento, el tipo de sonido de las motocicletas del Uber, del Didi, del joven que de modo independiente abrió un negocio.
La vida es el alumbrado público, el semáforo, el embotellamiento, el parque y un niño, el servicio de limpieza, la carrera Intempestiva rumbo a otro sitio de la vida propia.
He aquí el capítulo donde la persona se escribe. Junto a cada especie, entre animales y plantas el bosque se llena de palabras en una tienda. Sin curiosidad no se mueve ni una hoja, habrá aquel que pregunte y se inventa el debate. La vida es la política mental de las revoluciones.
La vida siendo un laberinto es una línea. Adentro de la vida alguien deletrea el alfabeto, juega un ajedres de huesos, resuelve un crucigrama a las tres de la mañana, y es el tema inexplicable.
La vida lo es todo : los espejismos, los sueños, la ilusión, la emoción , la ruta perdida, la inexistencia, la vida que lleva la vida propia y la de todos. La vida es agua y una bomba, dos tanques, agua entubada, agua cruda de la mañana, agua dura, agua potable.
La vida pública son los rincones observados, el silencio no previsto en las conversaciones, la visita inesperada, los hechos, los lugares comunes, el flujo de dinero, el pasado, el último y el primero de todos los objetos que trae el tiempo.
De manera pacífica uno de tantos va al baño, en la red escribe que fue a sacar unas copias, hace una broma al mundo ejecutivo, al mundo subordinado. Al mismo tiempo, otro como yo, en plenas facultades de su guarismo sale de casa y agarra camino en su moto, nadie conoce el fin, como tampoco el principio.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara




