5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

De izquierdistas, morenistas y prianistas

Hora de cierre/Pedro Alfonso García Rodríguez

A la presidenta Claudia Sheimbaum Pardo le bastó poco menos de un año de gobierno para sacudir la ‘podredumbre’ de Morena y del romántico proyecto de la cuarta transformación que ya manifiesta sus primeras fisuras y que podría terminar disuelto como plataforma política.

Las pugnas al interior del partido subieron de tono con las condiciones que intentaban imponer a la presidenta desde el Congreso de la Unión y del Senado para poder llevar a cabo todos los proyectos legislativos de su gobierno.

El punto máximo de la soberbia manifestada por personajes tan cercanos al ex presidente como su hijo Andy o su amigo de toda la vida Adán Augusto que incluso en cadena nacional la ignoraron, al igual que Mario Delgado y Luisa Alcalde. Un error caro cuando se trata de la presidenta que al final de cuentas es la punta de lanza del Estado Mexicano.

Por exceso de confianza y de soberbia creyeron que se saldrían con la suya y que no habría repercusiones a las afrentas que hicieron durante meses a la presidenta y a su proyecto de gobierno.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos sacudió el tablero político de la región y su afán de emular el modelo de su figura en la política de otros países (Jair Bolsonaro, Milei, Bukele) lo ha llevado a intervenir en los asuntos internos de todos los países de la región, incluido México.

El gobierno mexicano atiende a las medidas impuestas desde Washington prácticamente como una amenaza por los constantes ajustes financieros y comerciales que podrían afectar drásticamente la economía nacional. Pero más allá de problema ha evolucionado como un área de oportunidad.

Los movimientos financieros de la delincuencia organizada, las declaraciones de capos de la droga antes las autoridades estadounidenses y la lucha en contra del tráfico de combustible resultaron negocios jugosos para la charrería política y sus charros actualmente son expuestos por sus redes de relaciones cuestionadas y contubernios y/o alianzas con la misma delincuencia organizada.

La cereza en el pastel culmina con la exhibición a los derroches y excesos de una clase política que predicó la austeridad como un estilo de vida y de gobernar.

Y es al final de cuentas una pugna entre dos izquierdas históricas en la lucha política ‘pre 4T’.

La presidenta Claudia Sheimbaum pertenece a la izquierda que perduró a lo largo de décadas de lucha que inició desde la elección presidencial de 1988 que le otorgaría el triunfo a Carlos Salinas de Gortari el parteaguas en la historia contemporánea del país para la lucha democrática.

La misma izquierda que vivió en carne propia sucesos históricos que la fueron encaminando a la conquista de espacios políticos como la rebelión zapatista, el triunfo en la Ciudad de México de 1997 y la póstuma lucha política obradorista por el poder del país.

Pero en 2018 la llegada de la 4T al poder del país se dio con una hibridación de grupos políticos entre una izquierda combativa avejentada, la operativa dividida entre rudos y técnicos, ex militantes del prianismo y como cereza del pastel de la extrema derecha.

La fórmula de ‘juntos pero no revueltos’ fue determinante para otorgar el poder absoluto al ex presidente y a su grupo político pero sentó las bases para que grupos morenistas y aliados se sirvieran con charola de plata las mieles del oportunismo.

El gobierno en la Ciudad de México de la presidenta sufrió en carne propia los estragos de los pactos cuatroteístas cuando en las elecciones intermedias de 2021 perdieron prácticamente la mitad de la Ciudad de México por un capricho del ahora líder del Congreso Ricardo Monreal.

Y la pesadilla padecida por muchos morenistas, entre ellos el gobernador Américo Villarreal de los pactos hechos por el entonces secretario de Gobernación Adán Augusto López. En el círculo cercano del ex gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca presumían su cercanía con el ahora presidente del senado.

Sin omitir la presencia que los grupos del ex presidente mantuvieron en los asuntos de los estados y evidentemente en los concernientes al presupuesto público.

La mística de la unión morenista que el ex presidente trató de imponer no resultó por la ambición de sus allegados por concentrar un poder superior al que en realidad podían ejercer y es lo que hoy los sume en su desgracia.

Sin embargo las consecuencias a la lapidación pública de lo que hasta hace unas cuantas semanas era el ala obradorista abre el pie a escenarios. Algunos evidentes y otros con un futuro no tan claro, o alentador.

La primera y más alentadora es el ascenso de un sheimbaunismo técnico que atienda a problemas tan importantes y graves para la gobernabilidad del país como lo son la parálisis Federal en Salud y Educación.

El de la inseguridad que escala diariamente y quedan en evidencia actos de violencia que continúan lastimando a la sociedad mexicana y con la implementación de políticas públicas de impacto real y no sólo del mediático.

El avance en los derechos civiles principalmente los concernientes a las mujeres, a la amnistía y a la legalización de sustancias psicotrópicas para debilitar a los grupos delincuenciales.

Y atenuar la polarización que el obradorismo siempre mantuvo vigente en la política nacional como moneda de cambio y para mantener la omnipotencia de AMLO como la única figura de poder.

Y existe otra vertiente más fatalista pero al final realista por la naturaleza de la vida política mexicana:

El renacer de una oposición que hasta la fecha se mantuvo a raya no sólo de acentuar la polarización política, también evitaron una confrontación frontal con el obradorismo por el nivel de fuerza política y económica que concentraban. Y que aún concentran.

Con las lecciones bien aprendidas de procesos electorales fracasados y llevados al límite, las puertas dejaron de tener candados y sus próximas encomiendas podrían llevarlas a cabo al interior del mismo morenismo mediante los grupos despechados o con los nuevos claros que a la fecha ya es posible apreciar favoritismo por algunas de sus figuras.

Y la volatilidad de la era Trump como ‘patio trasero’ de Estados Unidos alimentan al PAN y al priismo de impulsar a figuras emergentes en el futurismo político que si bien no tendría las bases para arrebatar de inmediato el poder a Morena, podría recuperar espacios perdidos o en su efecto ganar nuevos.

Una moneda al aire tirada con el fin de terminar con los excesos de los obradoristas, democratizar a Morena aunque exista el riesgo latente de una vuelta al pasado más autoritaria y aunque parezca risible, más voraz y feroz.

Gran parte dependerá de lo que suceda al final con el liderazgo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador que hasta la fecha guarda silencio pese a la ya amenaza latente que se ponga en tela de duda la legitimidad de un activismo llevado por décadas y que su lucha política sea reducida a polvo, termine como un mártir del político que en sus virtudes y defectos aún representa a un pueblo al que le resolvió al menos de manera paliativa los estragos de la pobreza extrema.

@pedroalfonso88

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