5 diciembre, 2025

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Con más pena que gloria el primer informe presidencial

EL FARO/FRANCISCO DE ASÍS

El pasado 1 de septiembre, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó su primer informe de gobierno. Lo hizo con un discurso cargado de cifras: bajo desempleo, crecimiento económico, reducción de homicidios, inversión extranjera récord y programas sociales históricos. A simple vista, un país que avanza. Sin embargo, un repaso más detallado de los datos revela que detrás de la narrativa triunfalista se esconde una realidad mucho más compleja.

La mandataria presumió un crecimiento del PIB de 1.2 %, calificándolo de logro pese a las “expectativas catastróficas”. La realidad es otra: nunca existieron tales expectativas. El propio gobierno calculó entre 2.5 y 3.5 %, y analistas como Citibanamex o Banxico rondaban el 2 %. El 1.2 % no es un triunfo, sino el peor desempeño desde la pandemia.

La inflación bajó a 3.5 %, lo cual se destacó como gran mérito. Pero el promedio de 2024 cerró en 4.21 %, con picos por aumentos en energía y alimentos. El desempleo, de apenas 2.7 %, tampoco es señal de bonanza: responde más a la necesidad de aceptar cualquier trabajo, muchos de ellos precarios y sin seguridad social, que a la creación de empleos dignos.

La presidenta resaltó el récord de inversión extranjera. Es cierto que las cifras brutas crecieron, pero el motor principal fue la reinversión de utilidades de empresas ya instaladas, no la llegada de nuevos proyectos. A escala regional, el interés fresco por México es menor de lo que sugieren los aplausos oficiales. En contraste, sectores clave como la minería cayeron 3.3 %, las manufacturas sufrieron retrocesos de hasta 13 % en algunos subsectores, y la producción industrial cerró en negativo.

En materia social, se anunció un gasto histórico de 836 mil millones de pesos para programas sociales, con transferencias directas a un cuarto de la población. Según la ENIGH, 8.3 millones de personas salieron de la pobreza. Pero aquí también hay un ángulo menos optimista: los datos de Cuentas Nacionales muestran que buena parte del “aumento” en ingresos se debe a mejoras de medición, no a riqueza real en los hogares. De cada 100 pesos reportados como incremento, apenas 24 representan dinero efectivo. En otras palabras, la reducción de la pobreza es en gran medida un espejismo estadístico.

La mandataria también celebró la reducción del 25 % en homicidios y del 20 % en delitos de alto impacto. Sin duda, avances significativos. Sin embargo, no pueden explicarse sin mencionar la presión de Estados Unidos en materia de seguridad y la operación de alto nivel de García Harfuch. Lo preocupante es que la estrategia ya no es de “abrazos, no balazos”: hoy se habla de una “guerra total contra el crimen”, pero hasta el momento no se ha tocado el brazo político de la delincuencia, incluyendo el caso de Adán Augusto López.

En el terreno de la transparencia y la ética pública, el informe guardó silencio. En septiembre de 2024, Sheinbaum anunció que Segalmex —la paraestatal fundada en 2019 para integrar Liconsa y Diconsa— se fusionaría para dar lugar a una nueva dependencia llamada Alimentación para el Bienestar, bajo la dirección de María Luisa Albores González, con el supuesto objetivo de evitar repetir los mismos esquemas de corrupción.

Investigaciones recientes indican, sin embargo, que la nueva dependencia ha incurrido en prácticas similares a las observadas en Segalmex: adjudicaciones opacas a empresas con estructuras fachada y simulación de competencia. Se han detectado contratos por miles de millones de pesos entre empresas vinculadas entre sí, incluso usando identidades robadas de personas vulnerables.
Persisten además casos de dirigentes oficialistas señalados por viajes onerosos, lujos y favoritismos familiares. Todo esto erosiona la legitimidad de un proyecto que prometía combatir la corrupción.

La presidenta afirmó que México vive un “momento estelar de su historia”. Pero más que estrellas, los datos reales apuntan a nubes grises. Y esas nubes, lejos de disiparse, amenazan tormenta: bajo crecimiento, empleo precario, deuda histórica, inseguridad que muta de rostro y pobreza cuya reducción es más técnica que tangible.

El reto del gobierno no es fabricar cifras optimistas, sino generar bienestar real y sostenible: inversión productiva, industria sólida, empleos formales e instituciones transparentes. Solo así los números dejarán de ser discurso y se volverán vida cotidiana. Y es ahí, en la experiencia diaria de millones de mexicanos, donde este gobierno será juzgado.

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