6 diciembre, 2025

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Apuntes de cuando el sol no existía 

Crónicas de la calle/Rigoberto Hernández Guevara

«No cabe duda, de niño a mi me perseguía el sol» ; quien escribió esto es Alfonso Reyes en algún lugar del siglo pasado, supongo que bajo el sol inclemente de Monterrey, debajo de un árbol. 

El sol sigue estando vigente y acechando al individuo que se asoma primero por la ventana, Don Alfonso pese a la estatura de sus textos, ensayos, poemas, no lo está tanto. No le dieron el Premio Nobel como fue propuesto y en México se rinde escaso reconocimiento a su prosa perfecta. 

Pero hoy quiero imaginar su rostro tranquilo, su luenga barba y la singularidad de sus palabras que asombraban a Borges y nos continúa asombrando en lo particular por la cantidad de recursos literarios y el estilo. 

Sin embargo el sol nos persigue metafóricamente o durante el día a todos por igual. Nadie escapa a los certeros rayos que oradan las sombras y queman los cuerpos. El sol es el astro rey de todos los tiempos. Su dominio es total e infinito sobre el universo, nuestra existencia está supeditada a sus caprichos cuya respiración suele durar siglos.

Por siglos, por miles de años antes de la Era cristiana el mundo adoró al sol, en reconocimiento a la importancia de su existencia cuando el frío estaba a todo lo que daba y el sol era todo lo que había. Qué habrá sido de todo esto cuando el sol no existía. 

Los de la porra de sol, en su largo camino rumbo a la sombra arrojan serpentinas, vasos de unicel, calzones unisex, agua de riñón, llegan a la malla antes de que anote el equipo de casa y todo se calma, mientras el estadio es una braza bien gacha. Los de sol nunca llegan a sombra, nunca he visto uno de sol mezclarse con el Chanel. Ni creo que ocupen. El sol pega de lleno en la cara y el jugador queda solo junto al portero cuando una gota de sudor entró en su ojo y pierde de vista el balón y lo corren del estadio por maleta. 

Tal vez por ser lo más preciado el sol tiene el color del oro. Uno tiene el color del otro, aún cuando no todo lo que brilla es oro. Lo dorado desde entonces es señal de ostentacion, la zona dorada es exclusivo, donde el sol da a los ricos y Luis Miguel, el sol, canta con ellos. 

El sol ejerce sobre el hombre una extraña sensación. De color claro y transparente como un vaso de agua, invisible, el sol entra a la casa y hace ver las imperfecciones. Una vez adentro enciende la hoguera y el calor comienza a sentirse como cuando se calientan las tortillas de harina. Empieza la competencia con el aire acondicionado, el sol mismo aprovecha el clima y pide que no salgas para que no te derritas como una paleta. 

El sol de dibuja con la tapa de un frasco para que el círculo quede redondo, todavía cuando dicen que el generoso sol no es perfecto, cambia según la tierra los flamasos y el humo que arrojan las empresas que fabrican fuego de sol a sol en el centro del núcleo y salen como a las seis de la tarde a echarse un taco de ojo. 

Con el tiempo, como todo mundo, supe que no era nada personal. El sol en realidad irriga de luz a las plantas y al resto de los seres vivos. Nosotros somos incapaces de ver el sol a los ojos. Los partidos se suspenden pues el sol va a estar al rojo vivo, llévate una sombrilla si vas a estar de portero, dice la señora a su hijo, vete por la sombrita para que no llegues cansado para el segundo tiempo. 

Si hay vida en el sol es claro que los cuerpos de sus ardientes habitantes adaptados no se queman como los nuestros a mediodía en cualquier calle de Victoria. Entonces, recordando a Alfonso Reyes, sabes que el sol avanza aún abajo de la marquesina, que ya te está pegando en la cabeza y que si se toca la cabeza el cabello aguanta, y comprendes la importancia del cabello para evitar un incendio.

HASTA PRONTO 

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