A la segunda mitad de su ejercicio constitucional, el gobernador Américo Villarreal Anaya llega consolidado. Más fuerte que nunca.
Pero también lo hace acompañado de una entidad recuperada y con certidumbre en su desarrollo, como lo demuestran las acciones y obra de la administración pública que encabeza.
Usted, seguramente, ha observado que el jefe del Ejecutivo estatal va frecuentemente a la Ciudad de México a gestionar apoyo federal para que la entidad no detenga su desarrollo; pero también recorre los municipios a encontrarse con el conglomerado para de viva voz escuchar y atender sus demandas. Y, sin pasar mucho tiempo, retorna a supervisar el avance de proyectos o entregar obras de infraestructura.
Sobre todo, de pavimentación, escuelas, instalaciones de salud tanto como recreativas, modernización y ampliación de la red de agua potable, así como apoyos para la construcción de viviendas o la escrituración del inmueble para asegurar el patrimonio familiar.
Igual signa convenios de colaboración con el sector empresarial, en su búsqueda de crear nuevos y más empleos para los tamaulipecos; con las instituciones de educación básica, media superior y superior, para impulsar la enseñanza; y las dependencias federales, que de una u otra forma se involucran directamente con el estado (Pemex, Hacienda, CFE y otras), sin descuidar, por supuesto, el aspecto político, ni el tema que a sus gobernados más interesa: la seguridad pública, que, hoy por hoy, es el talón de Aquiles de todo régimen gubernamental.
Este día, el doctor ofrecerá un recuento de sus tres años de Gobierno. Y aunque se ha dado tiempo para revisarlo no desatiende otras actividades inherentes a su investidura.
Así muestra la firmeza de su mandato. Plena confianza en lo que se realiza en las distintas áreas de la administración pública y seguridad en sí mismo, mientras los nostálgicos del poder se tragan los vaticinios que hicieran cuando se les despegó de la ubre gubernamental, en un intento venenoso de mediante el rumor provocarle problemas.
Al trabajo de Villarreal Anaya, obedece que los capitales extranjeros, los nacionales y por supuesto los domésticos, de nueva cuenta se muestren interesados en invertir en Tamaulipas y que se hable, en términos reales, de recuperación económica, de más empleos; de una política humanista, tendiente a ir al rescate de los más necesitados y asistirlos con proyectos productivos y de asistencia social.
La congruencia del mandatario entre su oferta y los hechos logrados hasta ahora, asoma con más claridad, tras haber sorteado la primera mitad de su ejercicio constitucional.
Y es cuando la entidad recobra el paso y se vislumbran perspectivas firmes de recuperación.
Lamentablemente, hasta hoy, los enemigos de Tamaulipas –quienes se cubren tras curules y escaños del membrete albiceleste, sobre todo, o se esconden en el extranjero–, siguen atendiendo consignas de algunos grupos de interés –u obedecen instrucciones de emisarios del pasado–, para promover (ilusas) conjuras desestabilizadoras tendientes a doblegar a Villarreal Anaya, por (ellos) suponer que mediante la descalificación podrían recobrar ínsulas de poder.
Pero yerran en su insana pretensión, pues Américo no se arredra ni se debilita, sino que atiende su propio rumbo que está íntimamente ligado al futuro estatal.
Cierto es que ha sido objeto de un golpeteo mediático, en la Ciudad de México, pero éste no le ha hecho mella, pues tiene la firme voluntad y fuerza para asimilarlo y continuar luchando por la transformación de Tamaulipas.
El gobernador es un mandatario que ha sabido ganar credibilidad de manera paulatina, aunque haya excepciones, como aquellos personajes que no alcanzaron a subirse al carro gubernamental y hoy siguen tercos en querer convulsionar al estado.
Esto lo sabe Villarreal Anaya, como también está cierto que, para alcanzar un crecimiento más rápido y sostenido, es necesario replantear acuerdos, alentar la inversión, impulsar el turismo; garantizar la educación laica y gratuita; insistir en el combate a la delincuencia para que exista una mayor seguridad pública; generar empleos y apoyar con recursos al campo, para que Tamaulipas recupera la alta productividad que otrora lo hizo ser ejemplo nacional.
Pero con tiento, paso a paso, como lo ha venido haciendo, pues las heridas que sus antecesores le hicieron al estado –si bien es cierto que muchas ya están curadas–, hasta la fecha no han cicatrizado del todo.
De ello existe constancia
Por. Juan Sánchez Mendoza
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