Han pasado más de cincuenta años, pero el 2 de octubre de 1968 no se ha borrado de la memoria nacional. La Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco fue escenario de una de las represiones más dolorosas de la historia contemporánea de México.
Lo que inició como un movimiento estudiantil en demanda de libertades y democracia terminó en masacre, con cientos de muertos, heridos y desaparecidos. El Estado respondió con violencia a un pueblo que exigía justicia y apertura.
Diversas voces de la literatura y la crónica han dejado testimonio. Octavio Paz lo llamó “respuesta sangrienta a un movimiento que había mostrado otra forma de vivir y de ser”, Rosario Castellanos escribió en su Memorial de Tlatelolco que “al día siguiente, nadie, la plaza amaneció barrida”, y Elena Poniatowska recogió en La noche de Tlatelolco las voces de quienes nunca volvieron.
Para los sobrevivientes, como Luis González de Alba, el 68 no fue derrota, sino el inicio de una conciencia ciudadana: “la libertad se conquista en la calle y no se pide al poder”.
El 2 de octubre permanece como una herida abierta y, al mismo tiempo, como la raíz de una nueva ciudadanía. Una fecha que no se olvida, porque representa la lucha permanente por democracia, justicia y dignidad.
Por Staff




