4 diciembre, 2025

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Madre e hijo luchan contra el cáncer

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Desde que su hijo fue diagnosticado con cáncer de pulmón, ambos libran una lucha diaria por conseguir medicamentos y recursos para contener la enfermedad

Una madre que no se rinde: la historia de Florentina y su hijo Pablo, una lucha contra el cáncer y la indiferencia

En una habitación del Hospital Regional de Alta Especialidad, un joven de 30 años libra una de las batallas más duras de su vida.

Se llama Pablo Alejandro y padece cáncer de pulmón.

A su lado, como un ángel incansable, está su madre, Florentina, una mujer originaria de Burgos, Tamaulipas, que ha enfrentado la pobreza, la enfermedad y el agotamiento sin rendirse.

Hace un año, su vida cambió por completo. Pablo trabajaba en el campo cuando un caballo lo tumbó y le provocó un golpe en la espalda.

Días después comenzó con una tos que nunca se fue.

“Lo traje al hospital y me dijeron que tenía cáncer de pulmón.

Fue como si el mundo se me viniera abajo”, recuerda Florentina con la voz entrecortada.

Desde entonces, madre e hijo viven en Villas Amor, un albergue que se ha convertido en su hogar temporal.

Ahí, entre paredes sencillas y camas prestadas, Florentina pasa los días cuidando a su hijo, quien perdió más de 50 kilos debido al tratamiento.

“Mi hijo pesaba 80 kilos, ahora pesa 30. Pero sigue luchando. Y mientras él luche, yo también”, dice con firmeza.

Una madre que
ofreció su pulmón

Cuando los médicos le explicaron que uno de los pulmones de Pablo estaba completamente dañado, Florentina no lo dudó.

“Le dije a la doctora: quíteme a mí un pulmón y déselo a mi hijo”.

El gesto conmovió a todos, aunque médicamente no era posible. “Paulito te necesita viva”, le respondieron los doctores.

Desde entonces, Florentina camina kilómetros cada día, de hospital en hospital, buscando los medicamentos que el sistema de salud no le proporciona.

“He andado con los pies reventados de tanto caminar, pero no me doy por vencida, porque una madre por su hijo lo da todo”, asegura.

Pablo necesita quimioterapias constantes. Cada caja de ifosfamida, el medicamento que requiere, cuesta alrededor de 1,500 pesos, y necesita diez cada 21 días.
En total, más de 15 mil pesos por ciclo, sin contar otros insumos.

“Cuando no hay medicamento en el hospital, me dan la receta y me dicen que lo compre.

Pero, ¿con qué? No tengo trabajo, no tengo nada”, lamenta.

A pesar de las limitaciones, la esperanza no se apaga.

Organizaciones como Cachito de Luz y Káritas Felices le han tendido la mano, además de personas que, al conocer su historia, han aportado desde un kilo de arroz hasta una caja de medicinas.

Hoy, Pablo necesita someterse a un estudio PET en Monterrey, un examen especializado para determinar la extensión del cáncer.

El costo es de 30 mil pesos. Sin ese estudio no podrá continuar su tratamiento ni ser candidato a cirugía.

“Ya me dieron un mes de plazo para hacerlo. No tengo cómo pagarlo, pero confío en que Dios moverá corazones”, dice Florentina.

El valor del amor
Pablo ya no puede hablar. La tos le dañó las cuerdas vocales y su comunicación con su madre es por mensajes y señas.

“Pero me entiende todo”, dice ella con ternura. “Cuando lo veo, solo le digo que le eche ganas, que la vida sigue. Somos solos, pero tenemos a Dios”.

Florentina tiene 50 años. No padece enfermedades, pero sí carga con el peso del cansancio y la preocupación.

Aun así, cada mañana repite su oración:
“Dios mío, dame fuerzas para seguir adelante. No me dejes caer porque mi hijo me necesita”.

Su historia recuerda la grandeza del amor materno, ese que no se rinde y se sobrepone al dolor, al hambre y a la desesperanza.

“Me dicen que vaya a comer. ¿Con qué como? Mejor me quedo aquí, junto a mi hijo.

No tengo fuerzas, pero tampoco miedo”, confiesa.

Cada peso, cada oración y cada gesto cuentan.

Porque mientras haya una madre como Florentina, habrá esperanza.

Y mientras existan corazones dispuestos a ayudar, Pablo seguirá luchando por su vida.

Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON

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