Soy el pasto que pisan los jugadores de fútbol. Temo a los tiros de esquina porque arrancan de raíz algunas hojas. En cambio amé aquellos goles desde aquí, la espectacular chilena de Hugo Sánchez, el error garrafal del portero y el árbitro que no marcó una falta más grande que el estadio adentro del área.
Los tachones llevan el pasado tenebroso de una patada y otra. Los tachones recuerdan una ampolla sangrando, una uña enterrada y larga, un juanete denunciable ante el ministerio público y deducible de impuestos. Por fuera los tacones tienen suela de plástico dura y seca, tachones de acero, sulfato ferroso.
Soy la palabra «pasto» entre el campo, con flores amarillas, niños corriendo y familias en un gran jardín público. Estoy aquí leyendo los labios que leen libros de los enamorados. Soy el pasto que terminando un partido ustedes no lo saben pero soy consentido.
Una tarde pasó corriendo el niño que ahora es grande. Vete por la banqueta, con cuidado, no te despegues de la pared. Cuidado con un carro. Y el perro detrás de todo aquel que pase y le permita la faena de acompañarle como quien tiene dueño regañón y toda la cosa. Pero es fake news.
Soy la tienda del Oxxo de enfrente con su batillo que abre la puerta. Con su caja fuera de servicio soy la otra caja de la cajera bonita, que además tiene sistema y cambio de uno de 500. A las tres de la mañana alguien busca un aguacate. Ahorita no tenemos señor.
La noche se hace espesa y soy la espera de que amanece arriba de los árboles. Hace rato que acabaron todos los partidos del barrio y eso que se fueron que el que meta gol ganaba. Quedaron empatados. Qué caso tiene la vida de esa manera.
Soy un rato que todos esperaban en la puerta con los brazos abiertos y con mariachis en el aeropuerto. No es cierto. Soy de todos modos el momento en el globo que gira y gira para respirar un recuerdo.
Por lo demás logro hacer cualquier cosa que me proponga. Soy el agua que me moja y soy la nada de la nada, y apenas hace un instante me di cuenta. Estoy enterrado y tengo raíces. Respiro por las grandes y largas hojas que poco a poco secan. Finalmente acabo siendo pasto, lo que siempre he sido y en el bajón voy hasta las raíces entre hongos, lombrices y anémonas.
El ruido acalla un poco las sonoras carcajadas de la vida. El ruido es parte del fenomenal espectáculo de mi sombra iluminada por un rayo. La ciudad posa para un par de mirillas telescópicas, para el cinemascope de la vieja guardia y el vintage con fondo de un buen vino a medias aguas.
Detrás del pasto vi el primer beso de una pareja en los alrededores del estadio. Yo estaba en la secu y esas cosas por tímido me daban miedo. A las doce del día terminaba la función y nadie quería andar en la calle. El sábado hay más trabajo que entre semana para tirar barra desde una casa que se renta y otra que, pobrecita, con pasto nuevo nunca fue ocupada. Y nadie hace nada.
Las plantas de pasto juntas formamos verdaderos ejércitos pacifistas, en medio de nuestra soberanía viven las hormigas coloradas. Un día en el dibujo fui hormiga colorada, mas en realidad seguí siendo planta que vegeta, que aletea con alegría viendo los días de fútbol y de lluvia desde el suelo.
Soy el pasto de nuevo contra el pasto sintético. Poco a poco pierdo fuerza en la bolsa de valores, no dan tres varos como quien dice. Yo digo que soy pasto resbaloso, pasto agujereado a propósito cerca de un manchón de penalti. Hay una pena máxima y quien la ejecutó me recuerda como el estadio, como la afición que lo abucheó. De pronto se apagaron las luces y quedé solo… esperando que suelten el agua de los aspersores. Quiero echarme un baño vaquero.
HASTA PRONTO




