Una clínica británica especializada en adicción a videojuegos, inaugurada en 2019, ha atendido a decenas de pacientes mayores de 40 años además de adolescentes. Su caso más veterano fue una mujer de 72 años con una obsesión por los juegos en su teléfono inteligente. Este fenómeno contrasta con la preocupación social centrada casi exclusivamente en los jóvenes: psicólogos advierten de una “generación ansiosa” de chicos a quienes el smartphone les roba la infancia, las escuelas prohíben los móviles en clase y grupos de padres impulsan campañas contra la excesiva exposición digital. Incluso hay países discutiendo restricciones al uso de redes sociales para menores de edad.
Sin embargo, en paralelo ocurre un aumento silencioso del tiempo frente a la pantalla entre los adultos mayores. A medida que los actuales sexagenarios se jubilan, el tiempo que dedican a dispositivos se dispara. Algunos mayores “están viviendo cada vez más sus vidas a través de sus teléfonos, como lo hacen a veces los adolescentes”, observa Ipsit Vahia, director del Laboratorio de Tecnología y Envejecimiento del Hospital McLean de Harvard. Los hábitos digitales que transformaron la adolescencia ahora están llegando a la vejez.
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De la TV al smartphone: jubilados hiperconectados
Los mayores llevan décadas enganchados a la televisión: en Reino Unido los mayores de 75 años ven varias horas más de TV al día que los jóvenes, según datos oficiales. En contraste, históricamente habían quedado rezagados en lo digital; hace una década solo alrededor del 20% de los estadunidenses mayores de 65 tenía un smartphone.
Eso ha cambiado. Los nuevos jubilados —muchos con años de experiencia en internet— se han vuelto usuarios entusiastas de tecnología. Las empresas tecnológicas, a su vez, lanzan productos adaptados a la tercera edad, y ya ofrecen dispositivos con funciones orientadas a la salud y seguridad de los mayores. En América Latina la brecha digital generacional también se estrecha: en Chile, por ejemplo, la proporción de mayores de 60 años que usan smartphones pasó de 47% en 2019 a 58% en 2021, y en Brasil un 57% de las personas de 55 a 74 años utilizan internet.
A medida que la adopción digital se extiende, el tiempo de pantalla de los mayores va en aumento. Y no es que abandonen los medios tradicionales: suman nuevos consumos en línea a sus rutinas. En la última década, por ejemplo, el tiempo que los cincuentones dedican a TV y radio se mantuvo estable, pero las horas en redes sociales, videojuegos y streaming crecieron. En el Reino Unido, los mayores de 65 años pasan más de 3 horas al día en internet (aproximadamente la mitad que un veinteañero); pero si se combinan las pantallas del mundo digital con la televisión tradicional, los jubilados terminan acumulando más horas frente a pantallas que los jóvenes adultos.
Riesgos ocultos de la adicción digital en mayores
Estudios en Asia advierten que entre un 10% y un 15% de los mayores podría desarrollar adicción al smartphone, y que pasar más horas frente a la pantalla suele asociarse con menor actividad física y peor calidad de sueño.
Determinar causa y efecto no es sencillo: puede que las pantallas inciten al sedentarismo, o que muchas personas mayores recurran a las pantallas precisamente porque ya están inmovilizadas. El psicólogo Pete Etchells relata a The Economist que durante una larga convalecencia hospitalaria, su tableta fue la salvación contra el aburrimiento: quitarle el dispositivo no habría mejorado su movilidad, solo lo habría dejado más infeliz. A menudo, las pantallas funcionan más como válvula de escape que como fuente del problema.
Los adultos mayores también encaran riesgos en línea particulares. A diferencia de un adolescente, un jubilado suele tener sus cuentas bancarias vinculadas al teléfono, lo que lo hace blanco de estafas. Las compras dentro de juegos (loot boxes, microtransacciones) pueden afectar sus finanzas, al igual que los delincuentes que acechan en aplicaciones de mensajería. «Especialmente en países de ingresos medios, las personas mayores han adoptado WhatsApp para todo, y WhatsApp es la plataforma preferida por los estafadores como resultado», advierte Vahia.
Otro problema es la ausencia de supervisión social sobre el tiempo de pantalla de los mayores. Los chicos tienen maestros y padres que restringen su uso del móvil; el adulto mayor, en cambio, es su propio jefe. Muchas veces no hay nadie que note si está desarrollando un hábito dañino o que lo encauce hacia ayuda profesional. “Con las personas mayores, a veces no hay nadie alrededor o, si lo hay, nadie se da cuenta de lo que están haciendo en su computadora”, señala Henrietta Bowden-Jones, directora de una clínica de adicción a los juegos en Gran Bretaña al Economist.
La sobreexposición a contenidos tóxicos en línea también pasa factura. Los mayores usan más las noticias en internet y, según un estudio, tomarse un descanso de Facebook mejora el bienestar mental de usuarios de todas las edades —con un efecto más beneficioso en los mayores que en los jóvenes—, lo cual sugiere que las redes sociales pueden afectar la salud mental de la tercera edad.
Conexión y estímulo: el lado positivo de la pantalla
No obstante, el auge de las pantallas en mayores también tiene un costado positivo. Videollamadas, clases virtuales y redes sociales se han vuelto vitales para mantener integrados a muchos mayores con movilidad reducida. “Para quienes no pueden salir de casa, poder seguir actividades en línea es simplemente maravilloso”, opina Bowden-Jones. Las aplicaciones de mensajería permiten sostener el contacto familiar, los videojuegos ofrecen entretenimiento compartido y plataformas como YouTube o Spotify sirven de máquinas de nostalgia que acercan a los mayores la música y los programas de su juventud.
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Además, a diferencia de los adolescentes –cuyas relaciones sociales pueden resentirse por el exceso de pantallas–, los mayores ya tienen sus círculos afectivos bien establecidos. “Tienen comportamientos, relaciones y formas de comunicación bien definidos. Los teléfonos inteligentes a menudo pueden mejorarlos”, señala el Dr. Vahia. Incluso si un jubilado abusa de la tecnología, las consecuencias tienden a ser menos graves que para un joven: el principal riesgo es perder horas de tiempo. Para un adolescente eso podría implicar fracasar en la escuela o el trabajo; para alguien retirado, el impacto es menor, pues dispone de tiempo libre.
Lejos de apagarse, el entusiasmo tecnológico de la tercera edad podría profundizarse en el futuro. El Dr. Vahia experimentó con realidad virtual para ayudar a una paciente de 85 años con depresión, llevándola a recorrer en simulación su antiguo barrio y escuela primaria. La experiencia reavivó recuerdos y mejoró su estado de ánimo. En definitiva, para bien o para mal, los adultos mayores pasarán cada vez más tiempo frente a las pantallas.
CON INFORMACIÓN DE EXCÉLSIOR




