En definitiva, alguien debería recordarles a algunos personajes morenistas que las ansias por figurar en el escenario político dos años antes de las definiciones, no son algo recomendable.
Esa prisa por adelantar los tiempos, forzar su posicionamiento en encuestas que aún no se elaboran y desdeñar las formas y la cortesía política, fue lo que detonó un episodio que, sin duda, traerá consecuencias.
Lo que parecía un evento histórico, sin antecedente cercano en las últimas dos décadas, se convirtió en un acto donde el protagonismo y la política partidista restaron lucimiento a la sesión del Pleno del Congreso de Tamaulipas, realizada en Tampico el jueves.
Aunque las actividades estaban planeadas para que el evento transcurriera sin contratiempos, se sabía del riesgo de algún incidente menor.
La ocasión ameritaba que se respetara el carácter institucional de la sesión del Congreso, que eligió como sede el Centro de Convenciones y Exposiciones de Tampico.
El Poder Legislativo mantiene desde hace tiempo un programa que busca el acercamiento con la población, en parte para que la gente conozca el trabajo de las y los diputados locales.
Así es como el esquema denominado Congreso Itinerante ha llegado a ciudades como Reynosa y Altamira, pero a media semana tocó el turno a Tampico.
Desde el inicio las cosas marchaban bien, a pesar del retraso en la hora establecida. La asistencia fue numerosa, pero no crea usted que el llamado “pueblo bueno y sabio” acudió de manera espontánea y masiva.
Hubo de todo: militantes morenistas interesados en observar cómo se realizan las sesiones, simpatizantes panistas que arengaban a los suyos, servidores públicos que seguramente se ausentaron con permiso sin goce de sueldo de sus trabajos y también… integrantes de las estructuras de algunos personajes políticos.
Ahí fue donde el asunto pasó de lo aceptable -el apoyo a la mayoría legislativa de Morena- al afán de atraer reflectores en un evento de carácter institucional, serio y teóricamente alejado de intereses particulares.
Además de la irrupción de un grupo de personas con una consigna clara de señalar, acusar y exigir investigaciones judiciales contra algunos miembros de la Cuatroté, lo que se observó en el resto de la sesión fue una soterrada pelea por atención.
Primero, el tema de la protesta llamó la atención porque, si bien el motivo principal fue una serie de inconformidades ciudadanas, el enfoque de denuncia social dirigido hacia políticos morenistas generó dudas sobre la autenticidad de la causa.
Una cosa es el legítimo malestar ciudadano y otra muy distinta aprovechar la proyección mediática para poner bajo los reflectores a determinados actores de Morena con acusaciones que, si tienen sustento, deben plantearse en las instancias judiciales, no en un acto público.
Lo cierto es que a quienes manejan la parte política y asesoran a la Junta de Coordinación Política se les fue de las manos el control del entorno.
Nadie supo anticipar ni contener la protesta mediante el diálogo, lo cual evidencia falta de previsión o experiencia, y quizá algo de ingenuidad.
Desde luego, corrieron versiones sobre quién o quiénes se beneficiaron de esa manifestación, pero conviene evitar conclusiones precipitadas. Lo importante no es quién la alentó, sino lo que mostró: deficiencias en la operación política interna.
Y por si fuera poco, la institucionalidad de la sesión solemne se vio menospreciada por el protagonismo de algunos miembros del partido que olvidaron -o actuaron deliberadamente- que ese era el momento de quien encabeza el Poder Legislativo y, por supuesto, de la autoridad municipal anfitriona.
¿A qué me refiero? A la competencia por porras, aplausos y muestras de apoyo a las diputadas Úrsula Salazar Mojica y Lucero Deosdaday Martínez, quienes prefirieron ser el centro de atención antes que permitir que el protagonismo recayera en su presidente del Congreso, Humberto Prieto Herrera, y que se reconociera el liderazgo institucional de Mónica Villarreal Anaya, alcaldesa de Tampico.
Quienes conocen las entrañas del partido en Tampico detectaron con claridad que ambas legisladoras plurinominales movilizaron estructuras de apoyo en la zona norte de la ciudad.
Si bien existía el compromiso implícito de que cada actor morenista contribuyera al lucimiento del evento, la inclinación al protagonismo personal fue mal vista.
Inclusive, se sabe que en un alto círculo político de Ciudad Victoria se tomó nota de la falta de respeto a la institucionalidad del Congreso y, además, de la ausencia de cortesía política hacia Mónica Villarreal, a quien debieron reconocer como anfitriona y autoridad municipal.
Pareciera que tanto Úrsula como Lucero han hecho caso omiso de las recomendaciones que, hace unas semanas, formuló la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, durante su visita a Ciudad Victoria: todo a su tiempo, y quien aspire a una candidatura deberá someterse a las encuestas.
No les ayudará querer forzar los tiempos, ignorar la formalidad de los actos y omitir la cortesía política hacia la alcaldesa, quien representa la autoridad legítima en el municipio y, políticamente, es una figura muy cercana al gobernador.
Como decía al inicio, lo que alentó el protagonismo individual fue ese afán desmedido de acaparar espacios y disputar la atención que corresponde a la autoridad con el liderazgo político del movimiento que hoy gobierna Tamaulipas.
Bien se dice que la soberbia es mala consejera. Cuando se confunde tolerancia con debilidad, las cosas rara vez salen bien a quienes estiran de más la liga.
Apenas ha transcurrido el primer año de gobierno, pero querer correr sin medir consecuencias y pasar por alto a quien tiene el papel central en la conducción política del municipio, es una muestra de que algunos acelerados pierden de vista que falta mucho camino y pueden tropezar.
Poner orden entre quienes se adelantan a los tiempos y desafían el sentido común es un reto que la dirigente estatal de Morena, Guadalupe Gómez, debe asumir con seriedad.
Si no logra contener los ímpetus de los desesperados, el proceso interno rumbo a 2027 podría complicársele más de lo previsto y eso es algo que nadie quiere. Vamos a ver si puede hacerlo.
POR TOMÁS BRIONES
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