5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

Entre flores y recuerdos, Ciudad Victoria honra a sus muertos

El Día de Muertos no solo llenó los camposantos de color, también de medidas preventivas. Personal de COEPRIS y del área de Salud

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Entre el aroma a flor de cempasúchil, el murmullo de rezos y las notas lejanas de un mariachi que entona “Amor eterno”, Ciudad Victoria volvió a llenarse de vida en medio de la muerte. Desde las primeras horas del 1 y 2 de noviembre, miles de familias se dieron cita en los panteones municipales y privados para rendir homenaje a quienes ya partieron, en una de las tradiciones más profundas y conmovedoras de México.

El Panteón del Centro Morelos fue uno de los primeros en abrir sus puertas. Al medio día, su encargado calculaba la visita de más de 3 mil personas, mientras que en El Panteón de La Cruz la cifra ascendía a 4 mil y en La Libertad a unas 800. Conforme el sol avanzaba y el sonido de los vendedores ambulantes se mezclaba con el de las campanas del mediodía, la afluencia aumentó sin pausa.

“Al final del día esperamos entre 6 y 7 mil personas en el Panteón del Cero, cerca de 10 mil en el de La Cruz y hasta 2 mil en La Libertad”, explicó el ingeniero Yorick Charles, coordinador de los cementerios municipales. “Ha sido una jornada tranquila, con buena respuesta de la gente y sin incidentes ”, añadió mientras observaba a un grupo de niños colocando flores en una tumba.

Los panteones privados también recibieron largas filas de visitantes. En el Parque Funeral del Refugio, el ambiente era distinto: más silencioso, con tumbas adornadas de forma sobria, pero igualmente cargadas de amor. Algunos acudían con músicos, otros con retratos o cartas escritas a mano. Cada tumba tenía su historia, y cada visitante llevaba una mezcla de tristeza y ternura en los ojos.

Entre flores y salud

El Día de Muertos no solo llenó los camposantos de color, también de medidas preventivas. Personal de COEPRIS y del área de Salud recorrió los pasillos entregando abate para el agua de los floreros, con el fin de evitar criaderos de mosquitos transmisores de dengue.

Además, enfermeras aplicaban vacunas contra la influenza y el COVID-19, mientras brigadistas repartían gel antibacterial y cubrebocas. “Queremos que las familias disfruten con seguridad y sin riesgos sanitarios”, comentó uno de los verificadores.

La Comisión Estatal de Protección contra Riesgos Sanitarios desplegó 190 verificadores en todo el estado, con vigilancia especial en los panteones más concurridos. Revisaron puestos de comida, florerías y expendios de agua y refrescos para evitar enfermedades gastrointestinales.

Un día que también pesa en el bolsillo

Este año, celebrar a los fieles difuntos costó más. Según datos de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), el gasto promedio para un altar de muertos alcanzó los 2 mil 135 pesos, un aumento del 18 por ciento respecto a 2024.

El pan de muerto subió hasta un 21 por ciento, mientras que las flores, las veladoras y las ofrendas también se encarecieron.

Aun así, el amor pudo más que la inflación. En cada rincón del panteón había alguien limpiando una lápida, colocando fotos o encendiendo velas. Algunos llevaban sillas y comida para pasar la tarde junto a sus difuntos, mientras otros solo guardaban silencio frente a la tumba.

“Venimos todos los años, aunque cueste un poco más. Mi madre decía que mientras uno los recuerde, nunca mueren”, dijo una mujer de la colonia Mainero mientras arreglaba el altar de su padre.

Al caer la tarde, los panteones se iluminaron con cientos de velas. Los pasos se hicieron más lentos, las risas se apagaron y el aire se impregnó de incienso. Era el momento en que, según la tradición, las almas regresaban a visitar a los suyos.

En Ciudad Victoria, el Día de Muertos no es solo una fecha en el calendario. Es un ritual de memoria y resistencia, una forma de mantener vivos los lazos que la muerte no puede romper. Y mientras el viento movía los pétalos de cempasúchil sobre las lápidas, la ciudad entera pareció guardar un silencio profundo, como si en ese instante —entre el presente y el recuerdo— todos estuvieran juntos otra vez.

Por. Raúl López García

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